—Iré por un café. Debe tomar algo si va a quedarse—pareció reaccionar para moverse hacia el mostrador y servir el líquido, probablemente debatiéndose entre la curiosidad por sus palabras, lo extraño de su presencia y la necesidad de su trabajo. Vio que el hombre que indicó como jefe la tomaba de un brazo y se lo apretaba y su rostro se endureció, sintiendo que una ola de furia fría subía desde su estómago hasta su rostro. Era palpable la violencia en la actitud inquisidora y en el apretón del que ella se deshizo con brusquedad. Cuando volvió unos minutos más tarde, la notó nerviosa y le dijo: —Ese hombre te hizo daño. Eso es violencia laboral—su voz era fría y demandaba respuesta. —No es nada que no pueda manejar. Quiere que trabaje más rápido y sin distracciones. Necesito…—había súplic

