En el preciso momento en el que más necesitaba ese dinero para hacerse cargo de las interminables cuentas que la enfermedad de su tía implicaban, además de sostener los estudios de Tina. Lo había arruinado por soñar despierta, por apreciar la riqueza cuando lo único que tenía que hacer era servir bebidas. ¡Tonta, mil veces tonta! Hipando y volviendo sobre esa mirada cuando se le derrumbaba la vida. ¿Por qué no podía quitar de su mente esos ojos que la habían hecho sentir deseada?
<<Espabila, Regina>>, se dijo en voz alta, dándose toques en las mejillas para reaccionar. <<Estás en graves aprietos, tu situación económica apesta y no puedes darte el lujo de creer que alguien te va a rescatar de ella>>. No sería ese millonario y magnífico en su apostura el que vendría por ella a solucionar las urgencias de su bolsillo. Ese corazoncito romántico y soñador suyo, alimentado por tantas series y libros de príncipes encantadores le había arruinado el cerebro, bufó.
La realidad era grave como para perderse en fantasías imposibles.<<Recuerda, Regina. Soñar es para ricos, ninguna frase de autoayuda va a pagar la electricidad, el gas, los alimentos, las medicinas. Repite tu mantra: soñar duele>>. Respiró, mientras su contestataria mente decía que, a pesar de todo, soñar seguía siendo gratis.
Buscó recomponerse y pensar qué hacer. El empleo en la empresa de cáterin había sido bastante constante en el último año y le había dado la posibilidad de ganar el dinero necesario. Pero estaba perdido y no tenía caso llorar sobre la leche derramada. O el champagne, se corrigió. No tenía otra posibilidad que pedir doble turno en la cafetería de mala muerte en la que trabajaba y rogar que el maldito de su jefe, Bratt, le concediera esas horas extras. Se regodearía con su necesidad, eso lo tenía claro, se lo haría difícil y buscaría aprovechar para volver con sus asquerosas insinuaciones. Resistiría, lo rechazaría, esquivando sus manoseos. ¿Como su vida no había ido más que en bajada los últimos años? Le dolía rememorarlo, sentía que nadaba en las profundidades de un mar oscuro sin llegar a la superficie, boqueando por aire, sin éxito. Un día sí y otro también. No era solo su vida laboral, la amorosa también era un desastre. Y todo eso comenzaba a pesar en su autoestima. Más de lo habitual. Hubo un tiempo, cinco años atrás, en el que se había imaginado una vida: sería una pequeña empresaria de la moda, independiente, con planes para convertir sus modelos en papel en tendencia. Usaría las redes para promocionarlos, el boca a boca de los clientes. Su tía tenía muchos y algunos podían ayudar. Mas todo se había desvirtuado cuando la querida tía Meg enfermó y el dinero comenzó a ser cada vez más escaso y las cuentas más elevadas. Por supuesto que cuidar a su familia era prioritario y aliviar el sufrimiento de Meg había sido lo primero en sus tribulaciones. Era la madre que no habían tenido, las que las había criado y enseñado, con amor y paciencia, asumiendo el rol que la muerte temprana de su hermana, madre de Regina y Tina, había dejado. El cáncer era una enfermedad terrible, deterioraba el cuerpo y la mente, carcomiendo con dolor a quien lo sufría, haciendo que los que los amaban sufrieran impotentes. Se hacía más complicado cuando el dinero no alcanzaba. << ¿Qué podría saber de rigores esa muñeca de fantasía que era la tal Melody, esa rubia elevada en sus imponentes zapatos?>>, pensó con rabia.
El mundo era injusto, el atuendo de una sola de aquellas mujeres de la fiesta equivalía a años de salario y de agachar su espalda y cansar sus tobillos. Y bastaba un grito destemplado por unas gotas de bebida para quitarle ese dinero a Regina, una propina para cualquiera de esos ricachones. Unas gotas, unos gritos, su torpeza, la precipitaban más abajo de lo que estaba.
Sintió que el pánico la invadía de a poco y se obligó a respirar y acompasar su mente con su corazón, para que la primera calmara al segundo. No podía darse el lujo de caer, tenía que fortalecerse. <<Inhala, exhala, Otra vez. Tranquila, tú puedes. Tú puedes. Resiste. Debes dormir un poco. Respira, otra vez>>, se aleccionó hasta que sintió que el peso en su pecho se alivianaba.
A las 6:00 tenía que estar en pie para dejar dispuesto el desayuno y el almuerzo para Meg y Tina. Su turno en la cafetería comenzaba a las 8:00 y tendría un largo día por delante. Si conseguía convencer a Bratt, podría hacer alguna hora extra. No podía darse el lujo de arruinar su única fuente de ingreso.
Parecía que no estaba tan lejos de la verdad su ex, Ben, cuando le decía que siempre se podía estar más abajo y que ella se empeñaba en comprobarlo. <<Torpe, gorda, romántica empedernida, frígida>>, solía decirle. La mujer de la fiesta, Melody, había asumido que su torpeza se debía a su físico voluptuoso. Cuando el río suena, agua trae, eso decía el refrán. Si había constantes en su vida, esos eran los epítetos que la denostaban. Esta noche su propia voz interna la castigaba aceptando que no era más que eso. Solo unos ojos verdes, por unos segundos intensos, parecían decirle que era atractiva. Y eran un sueño, una fantasía.
MILO
Disminuyó la velocidad y dejó que su auto de alta gama se acercara a la acera, el motor ronroneando con suavidad, hasta detenerse totalmente. Miró en derredor con escepticismo no exento de preocupación; el lugar no era de los mejores y el barrio aún menos, pero era el sitio que su amigo Jett había indicado como el trabajo de Regina y aquel no solía cometer errores.
Era muy bueno en buscar información y personas, no en vano era quien se encargaba de la seguridad digital de su empresa y muchas otras. Se había mostrado más que interesado en Regina, varias de sus fotografías ahora en su celular, y le hizo saber que le gustaba. No lo dudó, ambos compartían gustos en relación a las mujeres voluptuosas. De todas maneras, le dijo que veía su accionar exagerado y él mismo no acertaba a saber con claridad que era lo que lo llevaba a actuar como lo estaba haciendo, molestándose en ir a por alguien que había visto apenas un rato. Alguien que lo había impresionado de forma evidente, sacudiendo su mundo, de habitual estructurado y reglado. Que ella no llevaba una vida fácil, se desprendía de la información: Trabajaba mucho y en dos empleos. Se corrigió, uno; le quedaba uno como consecuencia de lo que había pasado en su ático la noche anterior. Tenía una tía y una hermana adolescente y al parecer la enfermedad de la primera la obligaba a constantes y costosos tratamientos médicos. De eso daba cuenta el drenaje constante de dinero que había sufrido una única cuenta bancaria que hoy estaba casi vacía. Era increíble todo lo que podía averiguar Jett, desnudando la más cruda intimidad de cualquiera que fuera su objetivo. Él, se corrigió, era él quien había transformado a esa bella chica en objetivo, reconoció sin pudor. No solía tenerlo cuando algo le interesaba Había pasado por su casa en ese barrio espantoso y la pequeña residencia evidenciaba el desgaste y la necesidad de pintura y reparaciones, aunque no contrastaba notablemente con el resto del vecindario. Poca gente circulaba a esa hora y no había evidencia de actividad en la casa. Ella estaría trabajando, sin dudas.