CAPÍTULO 2

3057 Words
EL ENCUENTRO Diez de la mañana. En vacaciones es muy temprano para estar despierta y a la vez muy tarde para seguir en la cama. Suspiré quejándome porque tenía ganas de seguir durmiendo, pero me había propuesto disfrutar de todos los días que estuviera aquí, no había estado en esta casa desde hace un tiempo y poder pasar tiempo aquí era de mis cosas favoritas. Revolví la valija sacando la ropa que iba a ponerme ese día, unos shorts de jean, una remera y zapatillas de lona era lo más adecuado para el día. Luego iba a acomodar todo en el placard. Después de elegir la ropa fui directo al baño a darme una ducha. Cuando salí de esta me lavé los dientes, me cambié y bajé a desayunar. Nadie estaba en la cocina excepto una señora, que al parecer era quién ayudaba a mis abuelos, la saludé amablemente mientras me servía yogurt con cereales frutales en un tazón. —Buen día. Mi mamá acababa de entrar. —Ah, hola. —¿Descansaste? —me preguntó con una ceja enarcada. Odiaba esa mirada, siempre que la hacía era para juzgar. —¡Claro! Estoy de vacaciones—respondí alegremente, solo para llevarle la contra. —No estás en tu casa, Eloisa—suspiró cansadamente—, por lo tanto debes respetar los horarios. —No tiene nada de malo. —Claro que lo tiene. Es una falta de respeto. Y ahí vamos de nuevo con la señora moral. Realmente me irritaba que estuviera corrigiéndome todo el tiempo, creyéndose que ella hacía todo bien y yo mal, y no solo lo hacía conmigo sino con todo el mundo. —Perfecto, desayuno arruinado. Quizás estaba siendo exagerada, pero estas situaciones me superaban y no tenía ganas de que me arruinara el primer día aquí. Me levanté del taburete donde estaba sentada y tiré el contenido en el cesto de la basura, la señora estuvo todo el tiempo escuchando pero no dijo nada hasta que vio que iba a lavar el tazón. —No, querida. Lo haré yo—me dijo amablemente. —Eh...—me interrumpió. —Soy Ana. —Ana, genial—le sonreí—, no te molestes puedo hacerlo yo —Ella dijo que lo haría—dijo mi madre con voz de menosprecio. Suspiré. Tomé la esponja, le coloqué detergente y abrí el grifo para lavar lo que había usado. Le formulé un lo siento a Ana que miraba incómodamente el agua por la situación. —Solo era un tazón, gracias igual—le agradecí a la señora cuando terminé de lavarlo. Me sequé las manos, salí de la cocina y detrás mi madre salió conmigo —¿Por qué siempre tienes que hacerte notar delante de la gente?—me preguntó. —¿Por qué siempre tienes que decirme lo que tengo o no tengo que hacer? Me tratas como una estúpida. Ya estaba empezando a enojarme. —¿Y acaso no lo eres? Tienes dieciocho años recién y te crees que ya puedes llevarte el mundo por delante. Ignoré la parte que me trató de estúpida. —Pensé que podías cambiar un poco esa actitud que traes desde hace tiempo al venir aquí, pero al parecer me equivoqué. —Yo soy como soy y tienes que aceptarme así ¡porque soy tu madre!—en esto último levantó la voz. —¡Y soy tu hija, deja de tratarme como una mierda! —le grité. Sentí el choque de su mano contra mi mejilla, la cual ya estaba acalorada por el golpe. Los ojos se me llenaron de lágrimas, pero tragué duro no iba a permitirme llorar delante de ella mientras me miraba sin sentir algún sentimiento de culpa por haberme pegado en la cara, como siempre lo hacía cuando me daba una cachetada. Me di la vuelta y subí tranquilamente a la habitación a buscar mis cosas para pasar todo el día en la playa, así que guardé en la mochila una lona para colocarla en la arena, protector, lentes, billetera y mi celular. Cuando bajé solo estaba Ana acomodando la sala de estar, al parecer mis abuelos no estaban y lo agradecí porque si hubiesen presenciado la escena de recién no sé qué podrían llegar a pensar. Le dije Ana que les avisara a mis abuelos que no volvería hasta la noche, ella asintió amablemente y me saludó con la mano antes de que saliera por la puerta. El sol de las once de la mañana hacía que mis partes descubiertas picaran, ya hacía bastante calor pero como me gustaba no me quejaba. Había bastante movimiento de gente por la calle, todos se dirigían a la playa porque el día estaba hermoso, aunque yo iba a ser la excepción ya que me dirigía al departamento donde Dafne iba a pasar las vacaciones con su novio. Antes de viajar aquí habíamos acordado con mi amiga que pasaríamos el verano juntas, el último como egresadas de la escuela secundaria y luego nos volveríamos a ver en Stanford como jóvenes adultas, solo nosotras entendíamos esas ocurrencias. Por cierto, ella también había conseguido entrar ahí pero sin beca, ya que sus padres le habían pagado los estudios. Me conocía de memoria las calles de esta parte de la ciudad por lo que no me fue complicado llegar hacia el complejo de departamentos. Cuando llegué toqué el botón número ocho y la letra B del portero, ese era el piso donde estaban alojados, la voz chillona de Dafne me atendió y abrió la puerta para que entrara. Saludé al conserje de la entrada que estaba sentado en su silla giratoria mirando un partido de tenis y comiéndose una hamburguesa, en su defensa comer comida rápida no tenía un horario fijo. Entré al ascensor y en menos de un minuto subí al piso requerido. Me acerqué hasta la puerta de roble que en el medio tenía una "B" enchapada, toqué una sola vez y en menos de cinco segundos ya tenía a Dafne colgada de mi cuello con sus piernas rodeándome la cintura. —¡Daf! Deja respirar a la pobre—le gritó Zac. —Gracias Zac—le agradecí riendo mientras mi amiga volvía de nuevo al suelo. —¡Te extrañé! Dos semanas sin vernos fueron como una abominación—me dijo, como siempre exagerada. —Yo también te extrañé—le di un empujoncito con mi cadera—, pero por lo menos pudiste reemplazarme con tu Zackie—le hice burla, ya que ella lo llamaba así cuando se ponía bastante cursi. —Bueno, pero mi Zackie no sabe chismear, es un poco aburrido en eso—se quejó. —¡Oye! —le gritó. Zac dejó de ordenar algunas cosas de la cocina y salió a saludarme, me dio un abrazo y después rodeó a Dafne con sus brazos, quedando él atrás de ella, le sacaba una cabeza por lo menos y aun así eran muy tiernos. —¿Tu hermano cómo está?—preguntó él. Zac era amigo de Noah, ambos jugaban fútbol e iban a la misma universidad, pero con la diferencia que Zachary se quedó en Yale. —Bastante bien, siente que su vida ya está ahí por lo que ni siquiera piensa en volver. —Y si yo estuviera en Australia, tampoco querría estar aquí—me respondió Zac sonriendo, yo le devolví la sonrisa asintiendo con mi cabeza. —¿En serio? ¿Me dejarías aquí y preferirías irte a otra ciudad? ¿¡Solo!?—le preguntó mi amiga chillando, haciéndose la dolida. —Obvio que te llevaría conmigo, cariño. Reí por la situación pero a la vez puse una mueca de incomodidad al ver cómo se besaban desaforadamente delante de mi presencia. Dejen un poco para los pobres, gracias. Revoleé los ojos y hablé cortando ese acto tan tierno de amor pero a la vez de tensión s****l de esos dos. —Y bien... ¿Pudieron desempacar lo que trajeron? — —Algunas cosas, igual nos ayudarás—me dijo Dafne, separándose de su novio. —Yo solo pregunté, no me ofrecí. —¿Y a mí qué? Nuestro departamento, nuestras reglas. Tomé un almohadón que había en el sillón y se lo largué en la cabeza, pero no sirvió de nada porque terminé ayudándolos a ordenar todo. Dafne realmente se pensaba que iba a estar tres meses en el departamento, ya que con lo que más nos tardamos fue con ordenar sus cosas en el vestidor. No sé de qué me quejaba si yo había hecho lo mismo que ella, traer ropa como si no hubiera un mañana. Mientras Dafne y yo nos quedamos acomodando las últimas prendas de ropa, Zac fue el encargado de ir a buscar la comida, ya que me habían invitado a almorzar con ellos y después nos iríamos a la playa. Luego de dejar todo listo nos sentamos en el suelo de parquet, descansado un poco. —¿Cómo vas a hacer ahora que vas a estar a kilómetros de Zac?—le pregunté a mi amiga. —No lo sé El—dio un suspiro—quizás sean más vídeollamadas y como mucho dos viajes en el año. —Agregando las festividades. —¡Obvio! Las festividades no se cuentan porque está claro que vamos a vernos. —Yo no sé si podría tener una relación a distancia, es decir, me costaría. Supongo—me encogí de hombros. —Al principio sí, pero después es más llevadero aparte se afianza más la relación—comenzó a mover las cejas de arriba abajo, haciéndome entender a lo que se refería. —Eso es positivo, hay más ganas de hacerlo que de amarse—las dos comenzamos a reír. Después de las carcajadas la situación se puso seria. —¿Cómo van las cosas con tu mamá?—dijo con voz preocupada. —Igual o peor, creo. Se sigue comportando como una maldita perra conmigo. —No entiendo por qué tiene que desquitarse contigo. —Yo tampoco lo sé—miré a mi amiga a los ojos—. Hoy me pegó de nuevo. Noté que se había tensado y su expresión pasaba de sorpresa a enojo. —¡Qué perra!—murmuró de mala gana—. ¿Por qué te volvió a golpear? —Porque le dije que me dejara de tratar como una mierda, en la casa de sus padres y delante de Ana, la señora del aseo. —Le dio vergüenza que le dijeran la verdad—manifestó enojada y se sentó a mi lado para abrazarme. Yo asentí con la cabeza y le devolví el abrazo, el cual me hizo lagrimear un poco en silencio. Sentimos el sonido de las llaves en la puerta de entrada y rápidamente nos compusimos, era preferible que Zac no nos viera así, porque le diría a Noah que las cosas con mi mamá seguían igual de mal y lo mejor era no preocuparlo, sabiendo que al igual que yo estaba pasando un duelo por lo de mi padre pero él lo podía manejar mejor que yo. —Límpiate los mocos y vamos a comer—me obligó bromeando Dafne. —Bueno, señora. —Yo iré con Zac así preparamos la mesa. Dafne salió de la habitación mientras que yo entraba al baño a sonarme la nariz y lavarme la cara, esta última estaba roja y tenía las pestañas mojadas por las lágrimas de recién. Llorar se me daba falta, no entendía cómo podía verme tan horrible. Tomé un peine que había en un mueble del baño y me lo pasé por el pelo suelto, por lo menos mi aspecto se veía un poco mejorado. Llegué a la sala y aparte de la presencia de los novios, habían dos personas más: dos chicos. Uno sin remera con una malla corta color turquesa y el otro con una bermuda color caqui y una remera de algodón blanca, en la cual sus lentes estaban colgados. No notaron mi presencia, así que la mejor idea que tuve fue sonarme la nariz como si tuviera mocos. Vergüenza, vergüenza, vergüenza y más vergüenza. Todos me miraron divertida, aunque uno de los chicos me miró con la ceja enarcada. —Primero que nada, hola—reí nerviosa—y segundo, lo que acaban de escuchar fue para llamar su atención. Zac largó una carcajada y los demás comenzaron a reírse. —Els, ellos son los estúpidos e intensos amigos de Zac—me dijo Dafne señalándolos—. Él—señaló al que estaba sin remera—es Conrad y este otro—señaló al de remera—es Paxton. El tal Conrad me dedicó una sonrisa ¿sexy? de saludo, mientras que el otro me saludó con un movimiento de cabeza con una mueca en su cara. —Un gusto, El—me dijo Conrad—no le hagas caso a Dafne, ella es una estúpida. Yo reí nerviosamente —No soy una estúpida...—se quejó mi amiga—. Zackie, ¿por qué tuviste que traerlos? —Zackie, cielo, dinos por qué nos trajiste—bromeó Paxton. —Porque tu Zackie se aburrió de ti y nos encontró a nosotros para alegrar las vacaciones—respondió Conrad. Zac y yo veíamos la situación divertidos. —¡Zac!—se quejó Dafne. Él se rio y calmó la situación. —La hora de molestar a mi novia ha terminado, chicos—les largó un paquete de servilletas—más tarde podrán seguir. Todos rieron, excepto yo que trataba de aguantar la carcajada porque mi amiga me veía con ojos amenazadores. Dafne le pegó en el hombro y fue a sentarse en una de las sillas con los brazos cruzados. —Son muy...—pensé la palabra—¿especiales?—le dije mientras me sentaba a su lado. Los tres estaban en la cocina preparando las cosas para llevarlas hacia la mesa donde estábamos nosotras. —¿Especiales? Estúpidos querrás decir...—resopló agotada—. Las veces que realizaba vídeollamada con Zac, estaban metidos ahí. —Bueno, ahora los tendrás metidos aquí pero en persona—bromeé y largué una carcajada. Me miró mal, así que la peché con mi hombro. —Vamos... No seas aburrida, se ven buenos chicos y son graciosos—la animé. —Claro que lo son, pero me sacan de quicio—bufó—. Igual cuando los conozcas mejor entenderás porque me enojo rápido. Puso los ojos blancos y comenzó a sonreír divertida. Entre los tres hombres prepararon la mesa, estaba muy formal para comer... —¿¡EN SERIO HAMBURGUESAS DE MC DONALDS!?—gritó Dafne—¿¡Y LA DIETA!? Dafne se había puesto como loca. Mientras que entre Paxton, Conrad y yo nos miramos divertidos. Lo más gracioso era ver la mesa preparada con copas, platos y cubiertos. No íbamos a utilizar nada de eso, porque la hamburguesa al igual que las papas se comía con las manos y copas no necesitaríamos, ya que la bebida tenía su propio envase. —Amor, estamos de vacaciones...—Zac le dio una sonrisa tierna. Se quejó—Está bien, solo porque son vacaciones...—después del escándalo sin sentido nos dedicó una sonrisa a todos. —Nunca una novia normal, ¿no, Con? —le dijo Paxton a su amigo, este comenzó a reírse burlescamente. —Come—le ordenó Dafne—o te hago comer la hamburguesa de un golpe. Por un segundo nos quedamos en silencio pero luego comenzamos a reírnos. Ver a Dafne enojada era de lo más divertido que estaba viviendo de las vacaciones. Durante la comida los chicos seguían molestando a mi amiga, como se enojaba con facilidad era el punto débil para las bromas habidas y por haber, Daf se quejaba con Zac pero por mucho que él intentara hacer, Paxton y Conrad se enseñaban peor con ella. Era como una especie de "hoy es el día de molestar a la novia de Zac" y los muchachos lo estaban siguiendo al pie de la letra, hasta el propio novio se unió y a Dafne no le quedó otra que aguantar los chistes de los tres. —¿Cuánto te debo, Zac?—pregunté cuando ya se habían calmado. —¿Deber? ¿Qué cosa?—preguntó confundido. —Y por el almuerzo—le dije obvia. —Un beso conmigo y asunto arreglado—respondió Conrad. Mis mejillas se sonrojaron al instante y lo miré confundida. —Ni en mil años Els podría darte un beso, Conrad—Dafne lo miró seria. —Veremos—le respondió desafiante. —No seas ridículo, Con. Zac señaló a su novia y a su amigo—. ¿Nunca van a dejar de pelear?—luego me miró a mí—, no me debes nada Els, hoy invito yo. —¡NO!—gritaron los dos al unísono. —¿Y a mí cuándo me vas a invitar, Zackie? —Nunca, Paxton. Todavía me debes la botella de vodka de la apuesta por la final de la Champions League del dos mil diecinueve. De nuevo comenzaron a discutir, así que con Dafne aprovechamos a levantar las cosas de la mesa y llevarlas hacia la cocina para lavar lo que habíamos ensuciado. —No le hagas caso a las bromas de Conrad, siempre es así—me dijo Dafne preocupada. Largué una risa y la relajé. —Tranquila, es muy arrogante para mí. —¡Ay sí! Igual tiene con que ser arrogante...—levantó las cejas rápidamente. —En eso te doy la razón. Las dos le dimos una mirada de escaneo de cuerpo completo a Conrad para confirmar la teoría de que era muy lindo, pero tuvimos que girarnos rápidamente y fijar la vista en los trates sucios porque Paxton nos miraba serio y luego comenzó a reírse. —Me siento infiel—confesó Dafne. —Fue una miradita, nada más. Ambas nos miramos y largamos una carcajada, parecíamos ebrias y eso que no habíamos probado una gota de alcohol, todavía. Agradecí que Paxton solo se riera de nosotras, de todas maneras por mi parte no me importaría que Conrad supiera de nuestra mirada lasciva hacia él, pero Dafne se moriría de la vergüenza por lo que pensaría Zachary. 
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