Cuando ella habló, Sadrac abrió los ojos con sorpresa. Se suponía que ella no debía pronunciar palabra alguna hasta el final de la ceremonia; eso era algo que todos conocían. Las mujeres debían permanecer calladas siempre. ¿Acaso en su reino las costumbres eran diferentes? ¡Aquello era imperdonable!
Fue precisamente por esa transgresión que él decidió usar su poder. Invocando su magia de fuego, volvió a encender toda la cuerda ceremonial. Sin embargo, en el proceso también prendió la sección que estaba en contacto con Brielle. De inmediato, la Elfa se alejó de un salto, gritando de dolor y terror mientras las llamas consumían el área donde la cuerda sujetaba su mano.
—¡Ahh! —gritó Brielle cuando la cuerda atada a su muñeca quemó su delicada piel.
En ese instante, tanto el Rey Elfo como
