Fue entonces que Vera, sintiendo una oleada de afecto hacia Zelek, se acercó a él en el agua y lo abrazó con una naturalidad que ya parecía demasiado normal entre ellos dos. Los brazos de ella se deslizaron alrededor del cuello de él mientras se posicionaba más cerca en el agua tibia.
—¡Y qué cambios tan maravillosos han sido! —exclamó Vera con una alegría que era sincera—. Nunca habría imaginado que encontraría a alguien tan perfecto para mí, en especial alguien de un reino tan diferente al nuestro.
El abrazo íntimo de Vera hizo que Zelek experimentara una reacción que no había anticipado: un rubor que se extendió por sus mejillas de una forma que era visible incluso en la luz tenue de las antorchas. Era la respuesta de alguien que había sido tomado por sorpresa por un gesto de afecto e
