Por un momento, él no se movió, prefirió devorarla con la mirada por unos minutos, recorriendo cada centímetro del cuerpo de Brielle con una intensidad que la hizo sentir vulnerable y poderosa al mismo tiempo. Luego, como si una presa se hubiera roto en su interior, Sadrac se acercó en dos zancadas, y con sus manos grandes y cálidas encontró la cintura de Brielle. La atrajo hacia él con una fuerza controlada, con sus labios chocando contra los de ella en un beso hambriento, casi desesperado. En un abrir y cerrar de ojos, sus bocas se fundieron, y sus lenguas ahora se movían en un torbellino de calor y deseo. El sabor de Sadrac, salvaje y ligeramente ahumado, invadió los sentidos de Brielle, haciendo que sus rodillas temblaran. Al notar la debilidad que se había apoderado de su Elfa, él l

