Los sonidos húmedos de la boca de Sadrac contra la piel de Brielle se mezclaban con los gemidos incontrolables de ella, que se retorcía en la cama, empuñando sus dedos en las sábanas conforme sus pies se arqueaban debido al placer que la consumía. La lengua de Sadrac se adentraba más y más, entrando en su vulva con movimientos rítmicos, provocándole espasmos de éxtasis que la hacían gemir sin control. Fue entonces cuando Sadrac sintió que Brielle estaba al borde del colapso que se incorporó, con sus labios brillando con los jugos de su amada Elfa. Se relamió con deleite, sin despegar sus ojos de los azules de ella.
—Ahora… es tu turno —ordenó Sadrac con una voz ronca, llena de promesas oscuras.
Brielle lo miró, confundida por un instante, hasta que una chispa de comprensión iluminó sus
