Dirigió una mirada hacia la ventana, observando la manera competente en que Sadrac manejaba las riendas del Flare mientras navegaba el terreno irregular del camino.
—He aprendido a... manejar a mi bestia —añadió con una sonrisa que llevaba cierto humor como también una comprensión profunda sobre cómo estaba viendo a Sadrac—. Y él ha aprendido a ser menos... bestial conmigo. Hemos encontrado un equilibrio que funciona para ambos.
El Rey Adair había estado escuchando este intercambio con la atención de un padre que evaluaba no solo las palabras de su hija sino también los matices de su tono, su postura corporal, y todas las señales sutiles que podían indicar su verdadero estado emocional.
Después de varios minutos de contemplación silenciosa, decidió abordar un tema que había estado evita
