Sus palabras llevaban esa convicción que reflejaba su análisis estratégico como una frustración personal con la persistencia de Sadrac en desafiar fuerzas que consideraba sagradas e inviolables. Rardor consideró la propuesta durante varios minutos, evaluando tanto los beneficios potenciales como los riesgos que una acción de tal magnitud podría representar para sus objetivos a largo plazo. Era una decisión que requería equilibrar la satisfacción inmediata de castigar la insolencia con consideraciones estratégicas sobre el tiempo apropiado para revelaciones de poder de tal escala. —Hagámoslo —declaró finalmente el Rey Rardor, sin dar espacio a más debate sobre esa decisión—. Que todas nuestras bestias invernales vayan a Pyrion. Que ese lobo aprenda de primera mano las consecuencias de pr

