«¿Qué ha hecho Sadrac?», se preguntó al instante, con una mezcla de comprensión y terror creciente. No tenía como saberlo, pero “algo” le decía que su hermano Sadrac estaba implicado. Mientras los lobos se quedaban paralizados por la magnitud de la amenaza que se aproximaba, en una sección diferente del castillo, Vera había estado disfrutando de una mañana tranquila en los jardines que había llegado a apreciar durante su tiempo como nueva residente de Pyrion. Ella había estado caminando por senderos sombreados acompañada por dos de las doncellas que le habían sido asignadas para asistirla durante su adaptación a la vida en Pyrion. Eran mujeres lobas cuya experiencia viviendo en territorio volcánico las había preparado para proporcionar orientación sobre aspectos prácticos de residencia en

