Después de esto, se dirigió hacia donde estaba su padre, dejando a Thessa tocando disimuladamente la tela suave del abrigo real. El Rey Adair lo esperaba con una expresión que no lograba ocultar completamente su desaprobación. —¿Qué fue todo eso, Dael? —preguntó con un tono que sugería que conocía perfectamente la respuesta. —¿Qué cosa, padre? —respondió Dael, adoptando una expresión de inocencia que no engañó a nadie. Adair dirigió su mirada hacia la doncella loba, quien estaba aspirando discretamente el aroma del abrigo de su hijo, y luego volvió a observar a Dael, quien fingía estar concentrado en los preparativos finales del viaje. —Nada... —murmuró el Rey Adair, decidiendo no confrontar el asunto en ese momento—. Lo importante es que nos iremos pronto. Todo ha sido demasiado apre

