Los caballos élficos, sintiéndose cada vez más en su elemento conforme las temperaturas descendían, habían adoptado un paso más enérgico que hablaba de bestias que reconocían las fragancias de su hogar. Sus respiraciones ya no formaban nubes de vapor por el esfuerzo de soportar calor excesivo, sino por la naturalidad del aire frío que llenaba sus pulmones acostumbrados a climas más helados. Dentro del carruaje, la atmósfera había evolucionado durante el viaje. Los primeros días habían estado marcados por un silencio cuidadoso, con cada ocupante procesando a su manera los eventos que habían precipitado su partida abrupta de Pyrion. Pero mientras se acercaban a territorio familiar, había comenzado a emerger una sensación de alivio colectivo que permitía conversaciones más naturales. —Ya ca

