El jardín en el que se encontraban era una obra maestra de ingeniería adaptada al clima ardiente de Pyrion. Plantas resistentes al calor creaban sombras refrescantes, mientras que fuentes de agua creaban una brisa húmeda que hacía la temperatura más tolerable para alguien acostumbrada al frío perpetuo de Talisia. Flores de colores exóticos añadían una belleza original a ese jardín que la llenaba de una fascinación constante.
—¡Oh, por todos los dioses de hielo! —exclamó Brielle con una alegría que hizo que sus ojos azules brillaran como gemas bajo la luz dorada de la mañana—. ¡Es absolutamente hermoso! ¡Que lindura! —exclamó Brielle con asombro.
Lo que había despertado tal emoción en la princesa élfica era un regalo que acababa de recibir de Lord Alderick, uno de los nobles más cultos d
