Forjados de la amistad.

2524 Words
Yo no suelo tener el hábito de textear diario con las personas, a veces olvido contestar y no uso demasiado las r************* , pero es impresionante la cantidad de mensajes que he enviado con Alex en tan poco tiempo, supongo que es por la disponibilidad de vernos. No hablamos de cosas tan personales, me gusta guardar esas preguntas para cuando nos veamos en persona, pero con lo que hablamos de nuestro día a día o cosas comunes sin importancia, voy notando detalles de Alex, cosas que de verdad me gustan de él.  Hablamos el resto del lunes, entre pausas por mi trabajo y sus actividades; el martes por la mañana me desea buenos días y sólo hablamos unos cuantos mensajes hasta que yo me encuentro en el metro con Mateo como el día de ayer y, por educación, guardo mi teléfono. Me siento a su lado, justo había un asiento vacío y él se quita sus audífonos para escucharnos. —Que sea una tradición encontrarnos en este vagón —sugiere con alegría.  —Me gusta esa idea, porque me encanta hablar en las mañanas y tú me escucharás pacientemente ¿cierto? —lo molesto.  —A mí también me encanta hablar —responde, sin inmutarse por mi advertencia—. Pero empieza tú, si quieres. Sube su pie a su rodilla y después se recarga poniendo su puño en su barbilla, con una expresión muy burlona en su rostro.  —Ok, empezaré desde mi niñez —juego—, con mis primeros recuerdos. ¿Te parece? —él asiente como un niño obediente, me río y le doy un leve golpe en su brazo—. Ya no te burles, obvio no voy a aburrirte tan temprano.  Mateo se ríe y deja de hacer esa tonta expresión.  —En realidad, sí quería que me aburrieras porque tengo sueño —me da un suave empujón—. Sí quiero que me cuentes de tu vida, en serio. Aunque sea aburrida —le saco la lengua—. A ver, ¿Por qué decidiste estudiar Artes? Cuéntame esa historia.  — ¿Hablas en serio? ¿Sí quieres saber o sólo me estás molestando? —Sí quiero saber —asegura, pero aún no le creo tanto, así que añade—. De verdad quiero saber. Mira creo que las Artes Básicas y la cultura que implica va mucho con tu personalidad, pero quiero saber por qué estás estudiándolo. —Pues… fue por mi tía Miranda… — ¿La madre de April? —No, la hermana de mi mamá y del papá de April. —Lo capto. —Bueno, mi tía Miranda es consultora de arte y cuando yo era niña a veces nos llevaba a April y a mí a galerías de arte o algún lugar parecido, una vez venimos con ella a New York y, después de ir a una subasta que no fue divertida, fuimos al MET y si yo ya estaba enamorada de todas las pinturas que mi tía me había enseñado, ese día sellé completamente mi amor por el arte. Yo tenía más o menos unos once años, a partir de ahí comencé a interesarme más y más y sabía que tenía que estudiar aquí en New York.  —Normalmente tu cara tiene como un brillo de felicidad que es molesta, pero ahora pareces un árbol de navidad iluminado y nada molesto —creo que es un cumplido, por eso pongo mis manos flotando por debajo de mi barbilla y sonrío como un ángel, a lo que Mat resopla divertido, pero ya no creo que se esté burlando—. Te gusta mucho esto ¿No? El arte.  —Me gusta lo que hago —confirmo, feliz.  —Supongo que tu tía y tú son muy unidas por esa razón.  —Pues no tanto como me gustaría, antes sí y mucho, pero hace cuatro años se fue a trabajar a Londres y sólo la veo unos días en Navidad.  Pone sus dos dedos índices sobre ambas comisuras de mi boca y las elevaba para formar una sonrisa. De nuevo, saco mis dientes delanteros y él ríe. —Si está tan lejos quiere decir que es muy buena. ¿La extrañas mucho? — pregunta, pero no creo que necesite una respuesta. —Un montón. Cuando era niña mi tía era como una estrella de rock para nosotros, los niños claro, porque nos consentía como no tienes idea. Mi tía no tiene hijos y no está casada, así que pasaba mucho tiempo con nosotros. Mi mamá le reclamaba que no ponía límites y ella siempre decía: son tus hijos, tú cuídalos y edúcalos, yo los consiento. —Eso suena bastante bien. ¿Por qué no te vas a vivir con ella cuando termines?  —Oh, no. No podría vivir tan lejos de mi familia —respondo a su pregunta—. Me gusta saber que estamos un poco cerca o al menos que no nos separa un océano completo.  —Eso es raro aquí ¿no? Que sigan siendo tan unidos. —Pues… no, creo que para mí es algo normal. ¿Por qué? ¿Qué hay de ti? ¿Cómo te sientes de estar en un país distinto a tu familia?  —Al principio fue muy solitario. No soy como tú que me encantaba pasar mis sábados con mi familia, pero en México estamos acostumbrados a vivir en casa de nuestros padres hasta muy grandes, siento que en Estados Unidos es más fácil separarse porque cuando cumplen dieciocho vuelan del nido y se van ¿cierto? Bueno, yo no lo hice. Viví en la misma casa toda mi vida y cuando llegué aquí estaba muy solo. No conocía a nadie, más que a Dave, tenía años sin verlo y aunque era mi mejor amigo de niño ya no éramos esos niños. Todos mis amigos están en México y cuando llegué aquí no conocía nada, las calles, la gente, era muy distinto todo. No soy alguien tan hogareño, pero estar aquí sin amigos ni nadie te hace valorar tu país.  Le extiendo mis brazos e inclinó la cabeza, como si no comprendiera lo que acaba de decir, me señalo a mí misma y sonrío. —Mat, yo soy tu amiga.  —Bueno, ahora, pero antes no.  No está triste, ni nostálgico, de hecho, no creo que muestre emociones que sean demasiado serias, pero aun así le subo las comisuras de sus labios como él hizo con las mías.  —En serio, y te lo digo de todo corazón, puedes llamarme tu amiga. Te abro las puertas de mi casa, de amigos, de amistad o lo que tú quieras. Menos lo que estás pensando —añado rápidamente.  Mateo suelta una carcajada y me mira orgulloso. —Me gusta que ya estás aprendiendo —me guiña un ojo—. Así nadie podrá molestarte.  —Tú me molestas —le reclamo. —Te estoy adiestrado. En México así es como se aprende. Esta es nuestra parada.  Ambos nos ponemos de pie y nos dirigimos a esperar que las puertas se abran, un segundo después estamos saliendo del vagón y caminando por la estación. —Entonces ¿Ya no estás triste aquí?  —Nunca estuve triste —niega, y creo que le creo—. Ya no estoy incómodo aquí. Me gusta, unas cosas no tanto, pero siento que me ha ido bien. Siento que Mat es una persona muy dura de romper, no es que no sienta, sino que simplemente él es mucho más fuerte que cualquier circunstancia.      ---------------     No es hasta el jueves en la noche que veo a Alex. Ayer y hoy saliendo de la escuela fui directo a trabajar en mi proyecto, él lo sabe así que no planeó nada para vernos, lo cual estuvo bien dado que yo iba bastante atrasada. Alex y yo hemos estado hablando por mensajes e incluso me ha llamado un par de minutos en las noches, por lo que traer el celular en la mano se va haciendo poco a poco una costumbre para mí.  En una de esas llamadas me pidió que fuera a correr con él en la noche, después de unas cuantas suplicas… accedí. Es por eso que el jueves por la noche, saliendo del trabajo, prácticamente corro hasta mi departamento con April arrastrando tras de mí y me cambio por una ropa deportiva.  —Oye —le comento a April—, no hagas planes para el sábado, vamos a ir a ver tocar a Mat y la banda.  — ¡Ajá! ¿Disculpa, cuándo quedé en eso? —No lo hiciste, fui yo —recojo mi cabello en una coleta y sólo espero a que la puerta suene para que Alex llegue por mí—. Mat me dijo ayer que va a tocar hoy y el sábado, le prometí que iríamos el fin de semana. — ¿Por qué?  —Porque somos sus amigas —respondo, esperando que no me replique ese hecho. Aunque sólo protesta porque no quiere encontrarse con Dave, ella no sabe que es un hecho que estará ahí—. Creí que cuando estuviste con Mat y los de la banda te habían caído bien, hasta dijiste que Kitty-Kat era muy buena onda.  —Sí me caen bien y son agradables (la mayoría), pero tampoco es que sean mis mejores amigos. Tú ni los conoces —salimos de la habitación y ella se queda tirada en el sillón—. Son amigos de Dave, pronto vamos a estar viéndolo más seguido.  Es una queja.  —Yo amo a Dave, es mi familia como tú lo eres. Ya, vamos el sábado. A ti también te amo. Y le diré a Alex que vaya, es un buen pretexto para verlo y que lo conozcas.  Justo en ese momento, como si sonaran las campanas del cielo, tocan la puerta y la abro sólo unos segundos después. Alex está ahí, parado con su bella carita y sus ojitos brillantes; vestido con ropa deportiva es incluso lindo, no… es sexy.  —Hola, Issa. ¿Estás lista? Hola, April.  —Hola.  —Sí, estoy lista —respondo.  —Lleva tu propia botella de agua —me exige April, señalando la botella con agua que ella ya me había preparado—. Y tú, Alex ¿Llevas tu propia botella o comprarás plástico innecesario para contaminar? —Alex me mira sin entender, yo sólo me encojo de hombros a modo de disculpa, después mira a April con una sonrisa divertida y alza su mano mostrando su propia agua. A April se le iluminan los ojos, sé que eso ya le ha dado puntos a Alex—. Muy bien, váyanse ahora o si esperan más quizá la contaminación aumente y se puedan morir. Supongo que eso quieren, si van a correr a esta hora.  —Adiós, Sophia —agarro la botella, tomo a Alex del brazo y lo saco antes de que todo se vuelva demasiado intenso.      ---------------     —Dime otro de tus pasatiempos —pido. No llevamos corriendo mucho tiempo, ni siquiera creo que llevemos una hora, pero mi débil cuerpo ya se siente cansado. Creo Alex lo nota, porque baja aún más la velocidad y se pone a trotar junto a mí mientras piensa en su respuesta. —Leo mucho —y se ríe al ver mi expresión. No me parece un chico que lea—. En serio. Cuando era niño no pasaba tiempo con mi papá, sólo cuando tenía poco trabajo y me dejaba estar en el despacho con él, pero en silencio, siempre era en silencio. Así que recorría los estantes de libros con la vista hasta que elegía uno, los primeros que leí fueron de historia y sinceramente no recuerdo cuáles eran, supongo que ni siquiera entendí el tema. Poco a poco ya no leía sólo cuando estaba con mi papá, agarraba un libro todo el tiempo y lo leía sin importar de qué fuera. Me gusta leer desde entonces.  No quiero tenerle lástima, tampoco sentir pena por Alex, pero lo cierto es que lo hago. Siento que él haya tenido una infancia solitaria, un padre tan ocupado y demasiadas cosas para un niño de esa edad. Aunque no quiero incomodarlo, sólo quiero distraerlo. — ¿Qué es lo que más te gusta leer?  —Historia. Y, por favor, no creas que es aburrida.  —Para nada. Mi mamá es maestra de historia así que, aunque quisiera, no podría pensar que es aburrida.  —Ah, sólo es por obligación. —No, no, en serio —hablar y trotar es agotador, así que paro a beber un poco de agua y Alex aprovecha para hacer lo mismo—. En cada momento de la historia del hombre hay una forma de arte, yo estudio eso por lo tanto no me parece aburrida; pero… mentiría si te dijera que me gustaría ser historiadora.  —Y eres demasiado bonita para ser historiadora. No que tu mamá no sea bonita —agrega muy, muy rápido al recordar el trabajo de mi madre. Sus mejillas de ponen rojas, aunque yo sólo me río un poco—. Seguro es muy linda, sólo que… ¿Sabes? Olvida el último minuto de nuestra conversación, por favor. Suelto una carcajada grande. — A ver, ¿Cuál es un momento de la historia del hombre que sea el más interesante para ti? —pregunto sólo para sacarlo del apuro.  Empezamos que caminar juntos, ya ni siquiera a trotar porque supongo ha notado lo agotada que estoy. Nuestros hombros van pegados, uno junto al otro, y las puntas de nuestros dedos ocasionalmente se rozan. —Hay muchos momentos cruciales —dice finalmente—. No creo que pueda elegir uno como favorito, porque puede ser un evento nacional, o uno mundial, o dividirlo por fechas. Hay muchas posibilidades. Digo, no es como que sea un experto, pero he leído bastante.  —Bueno, uno momento que te sorprenda.  —Creo que la segunda guerra mundial —responde, después de pensarlo un par de segundos. Se concentra en explicarme el por qué, y por unos momentos, su rostro parece distante, como si evaluara las palabras que dice o como si estuviera pensando en ellas. En realidad, me parece adorable—. Tanta gente siguiendo a un solo hombre. No digo que lo que hizo Hitler estuviera bien, aunque fue una época llena de prosperidad para los alemanes, pero imagina el poder y la fuerza de sus palabras para convencer a esas multitudes. Porque logró actuar de la forma en la que lo hizo porque la gente lo apoyaba, pero ninguna hizo nada hasta que llegó él. ¿Puedes imaginar el poder que irradiaba? —No, en realidad no puedo —respondo sinceramente.  Eso parece traerlo de vuelta de nuevo, sonríe y su sonrisa sigue siendo cálida, dando la bienvenida como siempre.  —No, claro que no. Algunos autores dicen que el fin justifica los medios y que Alemania hubiera tardado unos 50 años en llegar hasta donde Hitler los llevó; pero, no sé… no creo que sus actos se justifiquen, siempre hay otros caminos ¿no?  —Menos violentos —confirmo. 
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD