7:30 a.m.
—¡Heather! ¡Despierta!
Me levanté de la cama precipitadamente ante la voz de mi madre. Realmente quería seguir durmiendo, ya que la mudanza me había dejado terriblemente cansada.
Suspiré. Creo que ayer bajé dos kilos por subir y bajar las escaleras tantas veces.
Ayer llegamos tarde a nuestra nueva casa, y no llegamos a desempacar nada, por lo que ahora solo había cajas a mí alrededor y lo único que estaba acomodado era mi cama.
Me fui directo al baño de mi habitación (¡Yei, tengo mi propio baño!) y me doy una ducha. Al terminar de bañarme y cambiarme, me miro al espejo y suspiro una vez más...
Esta soy yo.
Desearía poder verme al espejo y sentirme más satisfecha con mi imagen, como muchas mujeres en las películas, pero no soy así. Me falta mucho para poder verme como ellas.
Decido dejar mis pensamientos de lado y salgo del baño para ir a la desordenada cocina. Me encuentro con mamá, quien me recibe con una sonrisa y abrazo. Está llevando muy bien el tema del divorcio, pienso al verla.
—Hola, cariño. —me dice ella mientras me abraza. Luego continúa preparando el desayuno.
—Buenos días, mamá. ¿Cómo estás? —le pregunto.
—Bien. —responde, a lo que yo asiento—. ¿Cómo estás tú?
Suspiro.
Sí. Una vez más.
—¡Cansada! ¿Por qué haces que me levante tan temprano? —reniego.
—Ya te lo dije, para que acomodes tu habitación.
—¡Pero puedo hacerlo más tarde! —reclamo y mastico mi sándwich de jamón y queso, el cual sabía tan delicioso que casi me hizo olvidar lo molesta que estaba.
—No, lo harás ahora. Ya te lo expliqué, si lo haces ahora tendrás toda la tarde libre para descansar un poco y prepararte para ir a tu nueva escuela mañana. —responde ella. Puse los ojos en blanco sin que ella me viera.
Mañana empezaré en un nuevo instituto. Seré nueva, obviamente, y odio ser la nueva. Mucho más si voy a entrar a mitad de año. Todos ya se conocen, ya tienen sus grupos de amigos formados, ¿cómo se supone que encaje? En mi anterior instituto no era popular ni nada de eso, así que no me estaba emocionando mucho. Tenía solo una amiga y pasaba todo el tiempo con ella cuando estábamos en clase, pero no nos veíamos fuera de la escuela, por lo que siempre fui un poco solitaria y...
¿Saben qué?
Voy a hablarles un poco de mí.
Espero no se aburran.
No me considero una persona tímida, pero por alguna razón, no tengo vida social. A veces me pregunto si es porque no me comporto como la mayoría de mujeres. No soy de esas chicas que se preocupan por cómo se ven. Mis cejas no están depiladas, apenas me maquillo, mi cabello es rizado y aunque muchas personas me han dicho que me vería mucho mejor siendo lacia no he hecho nada al respecto. Hace unos días me quitaron los brackets y uso anteojos. La mayoría de las chicas que he conocido son opuestas a mí y cuando me ven, simplemente me ignoran. Pero ese es un tema en el que ya no pienso mucho. Mejor les cuanto otra cosa.
Hace unas semanas mis padres se divorciaron. Fue algo que me sorprendió y fue un golpe muy duro para mí, pero me recuperé rápido simplemente obligándome a pensar en que si mis padres creían que esto era lo mejor para ellos es porque debe serlo. Así que cuando mi mamá me dijo que nos iríamos de Denver para empezar una nueva vida, la comprendí.
Pero lo que no comprenderé es que me haya hecho levantar tan temprano para ordenar mi cuarto. Nop. Terminé de desayunar en silencio.
¡Así es, la ley del hielo a mamá!
Aunque la verdad, ella ni cuanta se dio.
Cuando acabé el desayuno fui directo a mi habitación para empezar a acomodar las cosas. Sinceramente me gusta todo esto de ordenar y decorar... ¡Tal vez en el futuro sea diseñadora de interiores! Pero tengo un problema: flojera. Me daba mucha flojera hacer todo eso, aunque me gustaba hacerlo. Lo sé, soy complicada.
Increíblemente había terminado la mitad de toda mi habitación justo para el almuerzo.
—¡Hija, vámonos! —gritó ella desde abajo. Cuando la escuché fui al baño y me lavé las manos, luego bajé para ir al restaurante.
No la encontré, así que salí y la vi ya dentro del auto. Debía tener mucha hambre para que se haya apurado, así que subí a su auto y este rápidamente empezó a moverse.
—¡Mira! —exclamó mi madre mientras señalaba un lugar por la ventana—. Ese es tu nuevo instituto.
Espero no perderme ahí.
Era grande y lindo. Pero, bueno... Sabía que no debía emocionarme mucho, ya que probablemente pasaría el año sola.
Pasando el instituto llegamos al restaurante, comimos y regresamos. Sí, así de resumido.
Cuando llegamos a casa subí a mi habitación para poder terminarla. Acomodé algunos estantes, colgué algunos cuadros, limpié mis ventanas (tenía un balcón súper lindo, donde coloqué una silla mecedora de abuelita para poder leer), eliminé la mayoría del polvo y listo. Ya estaba lista mi habitación.
Estaba cansada, pero eran las seis de la tarde, así que ahora tenía el resto de la tarde para descansar. Justo como mi mami dijo.
Okay, acepto que ella tenía razón, pero no voy a decírselo.
Después de tomar un vaso de agua, me tiré en mi cama y pensé... En todo y en nada. Sin darme cuenta había hecho un típico momento de reflexión, en el que me di cuenta de todo el esfuerzo que mi madre hacía para ser feliz de nuevo y en lo mucho que quería lo mismo para mí.
Si dejamos todo para empezar desde cero, empezaré desde cero.
Agarré una carterita que nunca creí que utilizaría y la llevé al baño conmigo. Lo que recuerdo después es un poco doloroso, pero al cabo de unas horas era otra persona completamente diferente. Mis cejas estaban depiladas al igual que mis piernas y ese mini bigotito que tenía. Me limé las uñas de manera que quedaran cuadradas y le puse brillo. Lo que más me demoré en hacer fue mi cabello, pero ahora estaba lacia y con una cosa que saque del cuarto de mi mamá me hice unas ondas naturales.
—¿Es esto un glow up? —murmuré para mí misma.
Eran las ocho de la noche, así que decidí buscar a mi madre antes de que se fuera a dormir. Después de suspirar muchas veces más, bajé un poco nerviosa a la sala donde estaba mi madre viendo televisión.
—Mamá... —dije. Ella volteó.
Cerré los ojos y cuando los abrí de nuevo, ella estaba ahí, callada. Mirándome con la boca y los ojos súper abiertos. Después de aquella reacción no me dijo nada, sólo sonrió y me dio un abrazo. Yo también la abracé, pero no entendía porque me estaba abrazando.
Esto no es la gran cosa.
—Heather, te ves hermosa... —murmuró con orgullo.
—Eh... ¿Gracias?
Ahora entiendo que pensaba de mí antes.
—Sé que con lo del divorcio las cosas han sido un poco difíciles para ti, es por eso que nos mudamos, para empezar desde el piso cero. Y me alegra que tú lo estés intentando. Con este cambio me estás demostrando que vas a cambiar, para mejor. —dijo ella con los ojos vidriosos mientras yo sonreía—. Para mejor.
—Ya entendí.
Ella rió por su obvia indirecta a mi aspecto del pasado.
Después de eso subí a mi cuarto y decidí que ya era hora de dormir. Era temprano pero estaba muy cansada, además, no quería llegar tarde a mi primer día de clases. En mi antiguo instituto era una muy buena alumna y no quería dejar de serlo en mi nuevo instituto.
Cuando estaba a punto de acostarme alguien toco la puerta y obviamente dejé que entrara porque no podía ser nadie más que mi madre.
Se acercó a mi cama con una pequeña caja en sus manos.
—Cariño, de verdad te ves hermosa, pero esas gafas lo arruinan todo.
Arrugó su rostro y me entregó la caja. Puse cara de ofendida leer lo que decía la cajita... Mamá se comportaba como una adolescente a veces.
—¿Lentes de contacto? —ella asintió con emoción—. No. No, no, no, no, no... ¡No! —exclamé devolviéndole la caja.
—¡Vamos, Heather! —respondió y yo me crucé de brazos. No lo haría—. ¿Acaso no quieres verte mejor?
—Mamá, ya me veo mejor, gracias. —respondí—. No quiero ponerme lentes de contacto. Me niego.
—¿Porqué?
—Es que... Tengo miedo. ¿Me dolerán los ojos? ¿Y si me los pongo mal? ¡Podría terminar con los ojos al revés! —volví a exclamar y mi madre me puso cara de "No seas dramática" y yo le puse cara de "Podría pasar", aunque sabía perfectamente que no podría pasar.
—No pasará nada de eso. Solo sigue las instrucciones. —insistió volviéndome a entregar la pequeña caja. Ésta vez la recibí y me fui al baño con mi madre siguiéndome.
Llegué y suspiré, leí bien las instrucciones, entonces saqué la primera lentilla. Con mis dedos estire mi piel, miré para arriba y lentamente puse la lentilla, parpadeé unas veces y ya estaba puesta la cosita. Hice lo mismo en mi otro ojo y listo.
Mostré una mueca de incomodidad. Sentía algo raro... Como arena en los ojos, pero después de un rato se me pasó. Mamá me miraba como si me estuviera graduando...
A veces tan dramática.
—Listo, mamá.
—Okay, quédate un rato con ellos para que te costumbres a la sensación. —asentí—. Después te los quitas para que duermas. —volví a asentir. Mi linda y loca madre me dio el beso de buenas noches y se fue del cuarto.
Decidí hacer cosas que haría en el instituto para no tener problemas cuando las tuviera que hacer después con los lentes de contacto. Caminé hacia mi estante de libros y cogí uno de ellos para leer una parte.
No sentí nada. Me alegré ya que ya me estaba acostumbrando. Después trate de leer cosas de lejos para saber si servían y si pude leer. Finalmente empecé a mover los ojos para asegurarme de todo.
Todo en orden.
Me quité las lentillas y me eché en mi cama boca arriba. Eran las once ya. ¿Tan rápido pasó el tiempo?
Me acomodé quedando echada de lado.
—Mañana será un nuevo día... —susurré y cerré los ojos para siempre.
Okay, claro que no. Los abriré mañana.