Capítulo 2
Miro fijamente al techo, me siento extraño, raro, incómodo. Miro hacia mi mesa de noche, mi despertador marca las dos de la mañana, debería de estar durmiendo, pero no lo logro. Miro de nuevo al techo, siento un extraño cosquilleo en el estómago que no me deja tranquilo. Me levanto de la cama y camino hacia mi baño, enciendo la luz y me sostengo con fuerza del lavabo. Me siento acalorado, me siento incómodo. Mojo mi rostro con un poco de agua y seco mi rostro con una toalla. Regreso a mi cama y me dejo caer. Vuelvo a mirar hacia el techo, estiro los brazos, soltando un largo bostezo. Dejo caer mis manos sobre mi abdomen. Cierro los ojos y respiro profundamente, debo de tranquilizarme, pensar en otra cosa, como en el césped o que mañana tengo una reunión con el gerente regional de los hoteles que tengo en Italia.
Hace años que no viajo a Italia, no soy fan de los viajes y es irónico porque soy dueño de hoteles alrededor del mundo. Sigo pensando en Italia, en las campiñas y el buen vino que había allá. Quizá debería de volver a Italia algún día. Respiro con pesadez, deslizando mis manos sobre mi abdomen. Pero no iría a las campiñas a tomar vino, iría a los museos, me encantan los museos. También iría al Coliseo Romano, en realidad, haría un tour por todos los monumentos en Roma, es que en serio me gusta la historia. Los gladiadores, la historia del imperio, los emperadores, es fascinante. Cierro los ojos, sigo deslizando mis manos sobre mi abdomen, rozando el elástico de mis pantalones de pijama. Una de las historias que más me gustan acerca del imperio romano son las de ese emperador cruel, Calígula. Podría pasar horas escuchando sobre su historia, no porque yo quiera ser igual de cruel, solo se me hace interesante. Otra de las historias que más me gusta sobre el imperio romano es sobre Marco Antonio y cómo en sus viajes conoció a Cleopatra, el faraón.
Los faraones también es algo que me interese, tenemos un hotel en El Cairo, al fin y al cabo. Respiro profundamente, colando la punta de mis dedos por debajo del elástico de mis pantalones. La cultura egipcia es impresionante, solo hay que ver cómo lograron erigir una civilización en medio del desierto, es impresionante. Todo en Egipto es impresionante, como sus pirámides, sus murales, su mitología, su vestimenta. Cuelo mi mano debajo de mi pantalón, rozando el borde de mi ropa interior. Me siento acalorado, mi cuerpo pide clemencia, pero no sé si sea correcto dársela. Sigo pensando en Egipto, en cómo siempre son representados por esas ligeras vestimentas de color blanco, con telas frescas y livianas. Me imagino a Cleopatra, ahí sentada en su trono, siendo atendida por sus sirvientes, con sus tocados de piedras de colores, bebiendo algo y lamiéndose los labios…
— Oh…
Suelto un suspiro, al final he decidido darle clemencia. Aprieto los ojos y presiono los labios lo más que puedo. Sigo pensando en la vestimenta de Cleopatra, pienso en Marco Antonio y en cómo debía de deleitarse cada noche con ese cuerpo. Suelto otro suspiro, se siente tan bien, tan liberador. Pienso en cómo Marco Antonio debió de ser el hombre más afortunado de toda la historia, por los siglos quedará plasmado como el hombre que tuvo de amante a una de los faraones más poderosas del planeta.
— Ah…
Me atrevo a soltar. Echo la cabeza hacia atrás, extraño sentir esa deliciosa sensación. Aprieto los ojos, respiro profundamente. Pienso en Cleopatra, en su piel, en su cuerpo… en sus piernas, en sus muslos… oh dios… pienso en sus pechos, en cómo ese vestido blanco se le ciñe al cuerpo… más, quiero más… en sus ojos claros… más… y en su largo cabello rojo…
— Ah…
Me cubro la boca con una mano, incapaz de detenerme. Arqueo la espalda, aprieto los dientes, pensando en lo atractiva que se veía Pippi con ese disfraz egipcio, en cómo dejaba a la vista cada curva de su cuerpo… Pienso en su largo cabello rojo y sus ojos claros… En cómo pasa su lengua por sus labios cuando bebe algo…
— Ah… sí… — siento como mi cuerpo da una sacudida — Sí… dios… — mi mano queda empapada por mi materia — Dios… — respiro hondo — ¿Qué acabo de hacer?
Miro de nuevo al techo ¿Qué acabo de hacer? Quito las sabanas de encima y camino hacia el baño, quitándome los pantalones en el proceso. Abro el grifo y me limpio. Empapo mi rostro y lo seco con la toalla, mi respiración está más calmada y mi cuerpo ya no se siente extraño. Me miro en el espejo y suelto un suspiro ¿En serio me acabo de masturbar pensando en la amiga de mi hija? Regreso a mi habitación, me vuelvo a recostar en mi cama y cierro los ojos…
Los días han pasado, el último día de clases de mi hija ha llegado. De cierta forma me siento aliviado de que se vaya a pasar el verano con Chantal, esta semana ha sido especialmente difícil para mí. Aún no puedo creer la clase de perversión que hice esa anoche. Sé que es algo normal, hace años que no tengo intimidad con ninguna mujer, mi cuerpo y mente reaccionaron ante la visión de una mujer atractiva ¡Pero no quita el hecho de lo raro que fue! Estoy hablando de una chica que conozco desde que tenía cinco años, es asqueroso que me haya tocado pensando en ella. Para colmo, todos los días de esta última semana, ella ha estado en mi casa, ya sea porque tenían que darle los últimos toques a algún vestido o porque simplemente le gusta pasar el tiempo en mi casa ¡Y fue tal como lo imaginé! Incomodo. Cada vez que me hablaba, que me sonreía, que me decía “Señor McAlister”, me hacía recordar su figura con ese vestido, en lo atractiva que se ha puesto con el paso de los años y en que definitiva ya no es una niña. Pero, por suerte, Cheyenne se va a Grecia y no tengo que ver a Pippi en mi casa hasta setiembre.
— Los voy a extrañar
Cheyenne me abraza, estamos en el aeropuerto.
— Nosotros a ti también
Pippi abraza a mi hija, ambas están lloriqueando.
— Para nuestro año de graduación te llevaré conmigo a disfrutar de nuestro último verano antes de la universidad
— Prométemelo Blondie
— Te lo prometo Pippi
— ¡Wuah!
Lloriquea la pelirroja, abrazando más fuerte a Cheyenne.
— Bueno… — mi hija me mira, las lágrimas caen por sus mejillas — Ya me tengo que ir
— Cuídate mi Princesa — abrazo a mi hija — Salúdame a tu mamá y llámame cuando llegues
— Sí papi…
Nos volvemos a abrazar. No quiero que se vaya, la voy a extrañar, siempre la extraño, es mi mejor amiga, es mi mujer favorita, pero Chantal merece tenerla un tiempo para ella. Mi hija me suelta, toma su bolso de manos de Pippi y se aleja de nosotros, con más lágrimas en los ojos, agitando su mano en despedida. Yo agito lo mía, me espera todo un verano sin ella, la casa va a estar muy silenciosa sin ella…
— Calme señor McAlister — siento la mano de Pippi en mi espalda, me tenso — Ella estará bien, como siempre
— Sí… — la miro — Eh… vamos, te llevo a tu casa…
Rayos, me espera media hora de trayecto con ella en mi auto. La pelirroja asiente, jugueteando con una de sus trenzas. No puedo evitar fijarme en ella, usa unos shorts de mezclilla y una camiseta azul que deja al descubierto su ombligo. Jamás me había detenido a apreciar esos detalles, como que usa un anillo parecido al de mi hija, quizá sea anillos de amistad, o que tiene las uñas pintadas de un color que hace resaltar su pálida piel con pecas. Y no puedo negar que se ve guapa con lo que lleva puesto, Pippi tiene bunas piernas y las luce. Sacudo mi cabeza, no debería de pensar así sobre una adolescente de dieciséis años, mucho menos si esta es amiga de mi hija.
— ¿Qué planes tiene para el verano, señor McAlister?
Entramos en mi auto.
— No muchos, trabajar y quedarme en casa
La pelirroja ríe.
— Siempre hace eso
— No tengo nada más especial qué hacer este verano
— Cheyenne está emocionada por planear su fiesta de treinta y uno
— No me lo recuerdes, quiero quedarme en mis treinta eternamente
— ¿Por qué? ¿No quiere envejecer? — me encojo de hombros — Usted no aparenta los años que tiene
— ¿En serio?
— Usted se ve de apenas veinte y muchos — contesta, eso me hace sentir bien, que no vea como un anciano — Si se compara con los padres de los demás de la escuela, usted se ve muy joven
— Gracias… — sonrío, realmente me alegra que ella no me vea viejo — ¿Tú que planes tienes para el verano, Pippi?
— Igual que usted, solo que sin el trabajo… — comienza a juguetear con su trenza, creo que es una clase de tic o manía que ella tiene — Porque sin Cheyenne, realmente no tengo mucho qué hacer — mira por la ventana — Al fin y al cabo, ya entregamos todos los pedidos de “Ginger and Blondie” a las tiendas que le proveemos y tenemos suficiente stock como para sobrevivir el verano si se nos presenta alguna venta
— Eso es bueno, me gusta que sean una empresa organizada
— ¿Eso quiere decir que nos va a hacer una oferta para comprar nuestro negocio?
Pregunta, sonriente, agitando las pestañas, suelto una risita tonta e intento mantener mi concentración en el camino.
— No, primero deben de posicionar bien su marca para que mi Grupo se fije en ustedes
— Oh…
Pippi ríe, lanzando hacia atrás una de sus trenzas y empezando a jugar con su anillo. La miro de reojo, pasando por su rostro, bajando por su cuello hacia sus hombros y de ahí a su pecho. Aprieto el volante con mis manos, esto es incómodo ¡No debería de tener este tipo de pensamientos hacia ella! ¡Es Pippi! Sigo descendiendo, miro el cinturón alrededor de sus caderas y sus piernas, Pippi tiene buenas piernas ¡Jesús, Ian! ¿Cómo puedo pensar así sobre una persona que conozco desde que era pequeña? ¡Tiene la edad de mi hija! Aunque… bueno, no sería ilegal si yo intentase algo con ella y… ¡¿Qué demonios estoy pensando?!
— Eh… llegamos
Me siento aliviado, le he metido velocidad al viaje para acortarlo.
— Gracias señor McAlister, nos vemos cuando Cheyenne regrese
— Sí… — intento sonreír, la pelirroja sale de mi casa — Adiós Pippi…
— Adiós señor McAlister
La puerta de su casa se abre, su madre se asoma.
— ¡Buenas tardes Ian!
Saluda la mujer pelirroja desde el umbral de la casa.
— Hola Monique
Agito mi mano.
— Adiós señor McAlister
Repite Pippi, agitando su mano.
— Adiós Pippi
Me siento acalorado de nuevo, necesito huir de ese lugar. Piso el acelerador y me alejo de esa casa. Suelto un jadeo, esto es ridículo ¿Es alguna crisis de la mediana edad o algo? Sacudo mi cabeza, me esperan dos meses sin esa pelirroja, tal vez así pueda olvidar los pensamientos raros y las cosas que hice una noche pensando en ella.
Entro en mi casa y corro a mi habitación. Me quito la camiseta entro en mi baño, camino hacia la ducha y abro el grifo del agua. Las vacaciones han comenzado, me sigo sintiendo raro, pero sé que pronto pasará, porque no tendré que verla y la incomodidad que sentí durante la semana se irá. Me quito los pantalones y la ropa interior, entro en la ducha y dejo que el agua tibia empape mi cuerpo. Espero que mi hija se divierta en su viaje, espero que Chantal se divierta con su hija en este viaje. A mí me espera un solitario verano en esta enorme casa como todos los años desde que me divorcié.
Cierro los ojos y recuesto mi rostro contra el azulejo. No he estado con una mujer desde que me divorcié, tal vez este verano lo deba de usar para salir. Debería de frecuentar más el Country Club, hay muchas mujeres divorciadas y podría intentarlo. Enjuago mi cabello, tomo el jabón y comienzo a tallarme el pecho. Quizá eso es lo que necesito, un poco de acción para calmar esta reciente necesidad despertada.
Sigo tallando mi cuerpo, tal vez deba de empezar a hacer más ejercicio, para sacar algo de musculo y no verme como un fideo intentando ligar. Debería de empezar en la piscina, mi casa tiene dos piscinas y jamás las uso. Cheyenne sí les saca provecho, en el verano la de afuera y en invierno la de adentro. A ella le encanta nadar y de no haber sido elegida para pertenecer al equipo de porristas, hubiera optado por natación como su deporte. Sí, mi hija ama nadar, igual que Pippi.
La última semana ellas estuvieron usando la piscina de afuera, siempre tienen sus mini vacaciones de verano en la piscina antes de que mi hija se vaya. Las chicas estuvieron luciendo unos bikinis confeccionados por ellas mismas. Cheyenne usaba uno celeste y Pippi uno azul oscuro, el azul oscuro es su color, le queda muy bien, combina con su cabello. Ese bikini le quedaba perfecto, resaltaba su busto, la chica realmente tiene buen cuerpo, ella hace pilates en ese lugar del que Cheyenne siempre me habla. Es decir, tiene un cuerpo bien tonificado, bellas piernas y un trasero redondo ¡Demonios Ian! ¡Eres el padre de su mejor amiga! Deja de pensar en esa chica, deja de pensar en Pippi de esa forma.
Vuelvo a recostar mi cabeza contra los azulejos. Trato de no pensar, pero se me hace imposible. No sé por qué me siento atraído físicamente a esa chica, la conozco desde que era una niña pequeña, es bizarro. Me siento como ese personaje de la película “Belleza Americana”. Cierro los ojos… pienso en el gesto que hace Pippi con la lengua cuando termina de beber algo, sus tonificadas piernas y sus ojos claros, todo eso coronado por su largo cabello rojo.
— Ah…
Suelto un jadeo, moviendo mi mano de arriba abajo. Esto no está bien, esto no está nada bien, pero se siente tan bien. Suelto otro jadeo, mis piernas se sienten débiles debido al placer que me estoy dando. Creo que me he convertido en un pervertido, creo que estoy sufriendo una extraña crisis de la mediana edad en la que me convertí en un pervertido. Suelto un grito de placer, liberando todo, y por fin sintiéndome más ligero. Cierro la llave del agua y salgo de la ducha. Me espera un verano pacífico en el que podré olvidarme de toda esta crisis y quizá ligar con alguna mujer divorciada del club.
Mi teléfono comienza a sonar. Parpadeo varias veces, miro hacia mi mesa de noche y veo la hora, dos de la mañana. Tomo con rapidez el teléfono, solo una persona podría estar llamándome a estas horas.
— Mi Princesa
Bostezo.
— Hola papi, llegué a Grecia hace media hora
— Oh… que bien ¿Ya estás con tu madre?
— Sí, estoy con ella
— Hola Ian
Escucho la cantarina voz de Chantal.
— Hola Chanty — saludo — Que bien que hayas llegado bien, hija
— Sí, me espera un largo verano aquí
— Ian, estaremos en Grecia dos semanas y luego iremos a Francia
Me recuerda mi ex esposa.
— Ok, haré los arreglos…
Suelto otro bostezo.
— Por cierto, papi — comienza a hablar mi hija — Sabrina, de la tienda “El Gato n***o”, me contactó
— Ah… genial…
Abrazo mi almohada.
— Dijo que su stock de tops se agotó
— Ah…
— Le había mandado unos trescientos y los vendió en un santiamén
— Genial, hija, felicidades
— ¡Papi!
— Estoy despierto…
— La cosa es que me pidió un nuevo lote, pero que mande más, al menos unos quinientos
— Aja…
— Y acepté
— Genial hija…
— Pero como estoy en Grecia, Pippi tendrá que hacerlos sola
— Aja…
Vuelvo a bostezar.
— Y nuestro taller está en la casa, así que Pippi tendrá que ir todos los días a casa para coser como loca
— ¿Qué…?
Ahora sí estoy despierto.
— Le dije que saque dinero de la caja fuerte que tengo en mi closet, para materiales — parpadeo — Y bueno, todo lo demás como elásticos y botones están en casa
— O sea que… ¿Ella pasará el verano aquí…?
— Sí — contesta Cheyenne como si no fuera la gran cosa — Será como pasar el verano con tu hija, solo que pelirroja — ríe — Verano con Pippi
— Verano con Pippi…
— Bueno, eso era todo papi, te dejo dormir
— Ok…
— Adiós papi, te quiero…
— Adiós hija…
La llamada termina. Miro de nuevo el techo. Un verano con Pippi… mierda.