Cuatro personas estaban reunidas en la sala de estar, el silencio que estaba en ese momento no era más que el predecesor de la tormenta que se avecina, eran cierto que a pasar de ser una hija de padres de familia, ya no era una niña, ya era toda una mujer de 20 años, que estaba a un año y medio de terminar sus estudios universitarios en economía, ella no quería casarse, tenia otros sueños, ella quería viajar a Londres, conocer el mundo, visitar a la familia de su difunta madre...pero ¡No!, su padre tenia otros planes para ella.
—Soy tu padre, y debes de obedecerme, esta en juego el apellido de la familia asi como los vienes de la empresa.
—¿Eso es todo lo que a ti ter importa?, no te interesa que es lo que yo deseo o lo que yo he necesitado, ya veo nunca te he importado— dijo en decídeles más alto su tono de voz ya que estaba algo alterada — ¡No me puedes hacer esto papá, soy tu hija, porque no eres algo considerado con migo una ves en tu vida!, toma en cuenta mis sentimientos — tenia una mano en la cadera y la otra haciendo espavientos en el aire como si eso le fuera a atraer un poco de consuelo a su desazón.
—¡Fíjate como me estas hablando Anna Jonhson!— eres una hija desconsiderada
—Y si tanto te preocupa la empresa porque no casas a Morgan con él, asi salvas la empresa y de paso se va de esta casa.
— No involucres a tu hermana en esto, ella tiene otras metas asi como opciones en su vida.
—¿Otras metas?, ¿otras opciones?— ella bufo tan fuerte que sentía que el aire que expulsaba era mas caliente de lo habitual — ¿acaso te has preguntado si yo tengo metas?— sus ojos se le llenaron de lagrimas y se sentó en el mullido sillón sintiendo que su corazón se encogía.
—¡Querido!, creo que deberíamos calmarnos, no esta bien, debemos de ser armoniosos, somos una familia; además tu salud no a estado bien en estos meses— la esposa se acerco y le dio unas leves palmaditas a la espalda para poder tranquilizarlo.
—Ann yo creo que deberías de recapacitar, tu padre no a estado bien de salud y no le ayudas en nada— la castaña al escuchar la voz de su madrastra solo puso los ojos en blanco.
—A ti nadie te pidió tu opinión Lauren, esto es solo entre mi padre y yo.
—¡Ann!— grito su padre ya alterado — no le hables asi a tu madre.
—Ella no es mi madre, ¿cuántas veces te lo tengo que recordar?; estoy mas que segura que si mi madre estuviera viva, no te dejara hacer esta bajeza
—Pero no lo esta— al decir esto el bajo la voz y una nostalgia lo embargo, sintiéndose un poco culpable
La mujer al ver la reacción de su marido los celos le entraron inmediatamente, mirando con desprecio a Ann, para volver acercarse un poco más al marido para consolarlo.
—Yo se que no soy tu madre— sus ojos se le pusieron rojos, ella siempre era muy buena actriz — pero te he visto creer y te quiero como a una madre quiere a su hija, no seas tan cruel conmigo, yo solo quiero ayudarte y apoyarte en todo, pero entiende si no te casas con Tom nuestra familia quedara en la ruina.
Así es, ella tenia que casarse con Tom Brown, uno de los empresarios más importantes de Brooklyn, de uno de los cinco distritos que conforman la ciudad de Nueva York, su padre se había endeuda haciendo algunos negocios que no le habían favorecido, provocando que la firma de la compañía Brown también se viera afectada, por lo tanto el padre de Ann acordó que unirían sus capitales para que los tomara el futuro yerno y asi saldar su deuda, y restablecer un poco el capital de los Jonhson.
—Pues nadie te pidió la ayuda Lauren— la menciona torció la nariz en señal de disgusto y mejor ser quedo callada.
—Pues aunque no lo quieras, en dos semanas se llevara acabo tu boda, ya esta todo arreglado, tienes que ir a probarte el vestido y ya.
—¡Los odio, los odio a todos, espero que nunca te vayas a arrepentir de esto padre!— dicho esto ella subió corriendo las escaleras para ir a su habitación, el único lugar que consideraba su refugio en momentos asi.
Después de llorar y sacar toda la impotencia que tenia adentro, se levanto, lavo la cara para salir a caminar, necesitaba despejar su mente, por lo tanto aprovechar el poco tiempo de libertad que le quedaba. Era a mediados de otoño el viento comenzaba a soplar, caminaba arrastrando los pies como si fueran de plomo por todo el dolor que sentía, mientras el viento jugaba con las hojas de los arboles que estaban en la banqueta, el frio hacia que se sonrojara mas sus mejillas, dándole un toque de porcelana a su blanca piel.
Se detuvo en una cafetería, que quedaba en el centro, a pesar de que podía tomar el carro que su padre le había regalado en su cumpleaños el año pasado, ella prefirió caminar, se puso enfrente de la puerta y la abrió con algo de timidez, pues era de vidrio y no quería dejar marcados sus dedos.
—Permiso— su voz era baja y algo deprimente
—Hola bienvenida a Cream Burlé, pase por favor— le respondió muy amablemente la persona que atendía el lugar.
El lugar no era muy grande, pero era cálido y acogedor, dándole un toque estilo vintage, había cinco mesas de madera oscura, dos de las cuales estaban ocupadas, la mas grandes ocupada por un grupo de chicas de su misma edad y la otra ocupada por dos apuestos jóvenes pero algo mayores, bien se podía ver que hablaban de negocios, por como estaban vestidos, con sus portafolios.
Ella se dirigió a una esquina, para tomar la mesa que estaba ahi en el rincón, al sentarse se quito el abrigo asi como la bufanda, la apoyo sobre la otra silla y esperar a que le viniesen a tomar la orden. El lugar olía a galletas recién horneadas y a el olor de un strudel de manzana, ella cerro los ojos y aspiro lentamente, quedándose asi por un tiempo con los ojos cerrados disfrutando el momento hasta que sintió que alguien la estaba observando, al abrir los ojos vio como unos pozos profundos en color gris la observaban detenidamente, al ver eso ella retiro abruptamente la mirada de la persona que estaba en esa mesa.
—¿Hay viento terrible afuera verdad?— la voz de la mesera hizo que saliera de su entumecimientos, afirmando Ann con la cabeza
—¡Ni que lo digas!— Ann le sonrió gentilmente
—¿Estas listo para ordenar?
—Si, quiero un chocolate caliente, con crema batida y canela en polvo, acompañado de unas galletas de miel— la mesera se fue y mientras esperaba escucho como el lugar donde estaban las chicas se reían estruendosamente y se podía escuchar sus conversaciones.
—¿Es cierto lo que dicen, que el magnate Tom Warren se va a casar?— dijo una de ellas mientras se limpiaba la boca con una servilleta
—Eso dicen, que en dos semanas se casa con una de las hijas de los Jonhson
—Pues que suerte tiene ella— dijo una de las chicas rubias de mala gana
—Lo más probable es que la haya embarazado— soltó una risita
—No lo creo dicen que esa chica es muy fea, lo más probables es que sea por negocios, mi padre dijo que esa familia esta en banca rota.
Las chicas de ahi pusieron mala cara, al igual que Ann cuando descubrió que estaban hablando mal de ella, dirigió su mirada hacia ellas con malestar, para despues mover la cabeza al cristal que tenia por ventana, que dirigía a la calle donde pasaban las personas despreocupadas, los ojos se le pusieron rojos, pero no le salieron las lagrima, ella trato de reprimirlas, prometió no volver a sentirse tan frustrada.
Por fin había llegado su pedido, mientras las habladurías sobre su próxima boda seguían con ímpetu en esa mesa, ella sorbio su chocolate haciendo que una ligera cobertura de crema batida le hiciera un bigote, ella sonrió al darse cuenta de eso y con la lengua se lo quito poco a poco en vez de tomar la servilleta, eso era algo que le gustaba hacer, disfrutar de su bebida aunque pareciera algo infantil. Volvió a tomar otro sorbo, al hacerlo sus ojos brillaron, haciéndolos mas hermosos de lo que ya eran. Su tono de ojos siempre eran llamativos por lo tanto su mirada no pasaba desapercibida por las personas, sus ojos en tono ámbar que parecían miel fundida por llamas, eran uno de sus atractivos aparte de unos labios gruesos y rosados, que no necesitaban de labiales.
Lo siguiente que hizo fue morder las galletas, de canela de miel, al saborearlas tenían el mismo sabor de las galletas que hacia su madre cuando era niña, una lagrima rodo por su mejilla, esos tiempos eran maravillosos pero que jamás volverían.
—¡Como hay gente arribista e interesada!— ahi estaban el grupo de chicas atacando de nuevo a la futura novia, ella trato de ignorarlas aunque las risas despreciativas estallaron una y otra vez.
Ella dio un gran suspiro —¡Bueno, dijera mi abuela!, las penas con pan son buenas!— ella soltó una leve risita y con toda la calma del mundo disfrutaba su chocolate caliente asi como las galletas, estaba tan ensimismada que no se daba cuenta que debes en cuando alguien le daba una mirada profunda.
Cuando por fin se había calentado un poco su corazón, su animo estaba mucho mejor que momentos antes, decidió que ya era tiempo de volver a casa, pidió la cuenta, se levanto y se puso su abrigo casi al acercarse a la caja para pagar la cuenta, se coloco apresuradamente la bufanda, pero para su mala o buena suerte al entrar otro grupo de personas a la cafetería el viento soplo fuerte e hizo que se le callera al suelo. Estaba a punto de recogerla cuando una mano algo grande y fuerte la recogió por ella.
—Creo que esto es tuyo— la persona que la recogió la miro con la misma intensidad que hace unos momentos
—¡Si!— su voz salió casi como un susurro ya que no sabia porque esos ojos la dejaron sin más palabras. Ella estaba a punto de tomarla pero la persona la detuvo en ese momento.
—Permíteme— con la otra mano libre el joven aparto su cabello y se la coloco gentilmente alrededor de su cuello, ella al ver tal evento se sobresalto un poco haciéndola sonrojar, retirando la mirada de esos pozos grises que no le quitaban la mirada.
—G-Gracias— no pudo evitar tartamudear, ella se volteo rápido hacia la recepcionista y al abrir la bolsa se dio cuenta que no estaba su cartera, maldiciéndose en su interior, revoloteo un poco más al fondo para ver si tenia dinero pero al ver que no tenia nada se mordió el labio inferior pensando ahora que haría, porque tenia tan mala suerte.
—Cargué la cuenta de la señorita también por favor— la voz salió de atrás, al alzar la vista se dio cuenta que era la misma persona que le dio la bufanda, el joven se acerco para entregar su tarjeta platinum.
—¡Rayos!— lo dijo en un susurro, pero que él pudo escucharlo perfectamente bien sonriendo de lado, cuando se acerco para volver a tomar la tarjeta se pego mas a la pobre Ann que si de por si ya estaba nerviosa ese contacto hizo que sus bellos de la espalda se le erizaran.
Alzo la mirada asi como su cabeza ya que este hombre bien podía sacarle por muchos centímetros de alto, aproximadamente dos cabezas mas, cuando vio el rostro del hombre ella lo detallo a toda la brevedad posible, cabello n***o como la noche, cejas tupidas y profundas, nariz respingada, pestañas afiladas, labios delgados pero no por eso no dejaban de ser tentadores, se podrían decir que eran labios expertos en besar y una ligera barba que apenas se le podía marcar ella trago saliva con dificultad, sobre todo cuando el olor de su perfume le llego de golpe a su nariz, haciendo que por instinto se recargara su espalda al pecho del joven.
Al sentirse él observado, dirigió la vista hacia abajo y la miro igual detalladamente, cabello castaño claro, con algunos tonos rojizos, ojos color ámbar claros, pestañas largas, nariz pequeña pero afilada, labios gruesos y rosados listos para besar, las mejillas se podía ver que eran tersas y suaves como para darle una mordida cual manzana. Los dos se quedaron mirando por unos segundos hasta que fueron interrumpidos.
—Joven su tarjeta
—Gracias— fue todo lo que dijo, pero cuando se quiso retirar y ella igual apartarse no pudo
—¡Auch!— a pesar de que fue un leve grito que dio fue suficiente para el tomarla de la cabeza y la cintura
—¡No te muevas!, yo lo resuelvo— el cabello se le había atorado en uno de los botones del abrigo del joven.
El con todo el cuidado del mundo libero el cabello acomodándoselo de nuevo, y alisándolo en su cabeza, ese acto fue tan gentil y delicado que parecía más como si la estuviera acariciando, ella estaba rojo completamente, no sabia donde meter su cara por la vergüenza que sentía.
Mientras el seguía alisándole el cabello a Ann un carraspeo llego de atrás, pues habían otras personas en la fila, no sabían en que momento ya se había llenado la cafetería, todo por estar en su mundo.
—¡Disculpe!— fue todo lo que dijo el joven a la fila para tomarla de la mano y conducirla a un lado de la puerta.
—Perdóneme— fue lo que dijo Ann cuando por fin su cerebro había conectado
—No tienes que pedir perdón, no fue nada
—No solo es por lo del cabello, si no por lo del pago
—¡Ah, eso!— el movió la cabeza restándole importancia — a la siguiente me invitas, no hay problema— ella asintió con la cabeza y le dio una sonrisa sincera, el al igual asintió y le sonrió devolviéndole el gesto, ella pensó que era una sonrisa más sexys que jamás había visto— por cierto te vez más bonita cuando sonríes que cuando lloras.
Ella se quedo petrificada en su lugar, sin saber que decir y preguntándose tantas cosas de como es que el le decía eso, ¿acaso el la había visto llorar hace unos momentos?. El teléfono de el comenzó a vibrar y se despidió de ella con la mano para salir afuera de la cafetería.
— ¿Quién es el?— pregunto Ann al aire, pues era la primera vez que alguien le había llamado tanto la atención, tal vez porque era un hombre guapo, algo mayor, un poco misterioso, no sabia la edad en si, pero bien sabia que podría pasar de los 29 años.
Mientras el otro estaba afuera con el teléfono en mano, con el ceño fruncido al parecer algun negocio no le había funcionado, o tal vez era una llamada familiar, de esas que últimamente su padre le daba para preguntarle si ya fijaría la fecha de matrimonio con su prometida.
— Dile al señor Simonetti que no estoy de acuerdo en el trato que por eso no firme, y si quiere que lo firme yo pondré unas clausulas y condiciones— dio un suspiro y colgó, apenas había colgado cuando entro otra de un numero desconocido.
Así que no le quedo de otra que tomar la llamada — Warren Brown.....