Introducción

495 Words
"Siempre me vas a querer. Yo represento para ti todos los pecados que nunca has tenido el coraje de cometer". —Oscar Wilde *** INTRODUCCIÓN La lluvia caía con violencia y chocaba contra el suelo duro bajo mis pies. Tengo un paraguas sostenido por mi mano izquierda y un cigarro entre mis dedos, de mi mano derecha. No puedo dejar de mover mi pie, en un claro gesto de ansiedad, causada por la anticipación de las cosas que podrían pasar a continuación. Todo esto podría ser un perfecto desastre. O el inicio de algo grande y maravilloso. Tal vez me enloquecí. Quizás debería de reconsiderar mis decisiones y pensar mejor si esto es lo que quiero... ¿Estoy completamente seguro de lo que haré? ¿O solo es un capricho? Tal vez solo me encuentro confundido. ¿Debería regresar con Elisa? Y, entonces, de golpe aparece su imagen en mi cabeza: la sonrisa —sin mostrar los dientes—, las mejillas sonrojadas. El cabello rojo como el fuego, largo y brillante cayéndole a ambos lados de los hombros. Sus ojos color miel y expresivos, y esa aura de tentaciones y lujuria que siempre lleva consigo. Sí, ella es espectacular. Una de las personas más interesantes que he conocido en mi vida. Ardiente y seductora pero, lamentablemente, ya no estoy enamorado de ella. Hace mucho que ese hechizo se hizo pedazos. Y no puedo revocar el momento exacto en que todo se fue al carajo para mí. Para bien o para mal; esto pudo haber sido alguna especie de liberación. Y con Charlotte también. Al principio era la tentación en persona y esa chica por la que me derretía; era tan dulce y embriagante que me traía loco, a sus pies. Pero ya no más. Aquella emoción —al igual que con Elisa— murió. Un auto aparca delante mí. Sin tener que levantar mucho la mirada, sé de quién se trata mucho antes de mirarlo: Stefan Clarck. Por quien sí siento y mucho, más de lo que debería, más de lo que quiero. Más de lo que podemos y nos está permitido. Y sé, por sobre todas las cosas, que lo que hacemos es poco profesional. Que no debimos empezar con esto, porque yo soy su alumno y él mi profesor... Que estamos rozando la fina línea entre lo permitido y lo prohibido. Y a pesar de saber todo eso, tiro el cigarrillo en el suelo. Lo apago aplastándolo con la suela de mi zapato y, acto seguido, guío mi camino hasta la puerta para abrirla e introducirme en el vehículo. —Te llevaré a casa, Demian —dice, y es todo lo que necesito para saber que estoy a salvo. Que es aquí donde quiero estar, a pesar de todo lo erróneo e incorrecto que se siente esto, este es el sitio donde me siento seguro; a su lado. Ojalá nos hubiéramos conocido en otro tiempo, en otras circunstancias o en otra vida.
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