Capítulo 1

914 Words
Mis manos se deslizan por las suaves curvas de la chica que sostengo, al tiempo que la embisto con fuerza. Una, dos, tres veces... La segunda chica —Andrea, creo que se llama— se acerca a mí de manera seductora y me besa. Sus labios abren los míos y su lengua se introduce dentro de mi boca buscando la mía. Por supuesto que le regreso la caricia con el mismo deseo y lujuria que ella implica en el beso. Por supuesto que sigo atendiendo a Elisa —la chica a la que sigo embistiendo ferozmente y que es mi novia—, y claro que disfruto un poco del momento. Pero, al mismo tiempo, me siento vacío. Como si algo me faltara. La habitación se llena de gemidos y respiración agitadas. Todo se reduce a jadeos, cambios de posición, una chica, luego la otra y, finalmente, solo dos de nosotros llega al clímax esperado; sólo Andrea y Elisa lo han logrado. Yo no. Me recuesto sobre el colchón blando pensativo —aún sin retirarme el condón—, con la mirada perdida en un punto en el techo y con la misma sensación de desazón. —¿Qué ocurre? —pregunta Elisa, mi novia, una vez que estamos solos en la habitación porque su mejor amiga, Andrea, ha entrado al baño. —Estoy agotado. —Me limito a responder. —Estás extraño —dice, al tiempo que coloca sus manos sobre mi m*****o y retira el condón de ahí; le hace un nudo, lo envuelve en papel higiénico y lo tira en el cesto de basura. Al regresar puedo notar la molestia en sus ojos. Sé que está furiosa por la manera en que cruza los brazos sobre su pecho —aún desnuda— y frunce el entrecejo. —Ya dime qué pasa —insiste—. ¿No te gustó el trío? Creí que... —No es eso. Simplemente estoy agotado. Un suspiro escapa de mis labios y procedo a tomar mi teléfono, solo para ver la hora, el cual permanece sobre la mesita de noche. Sin embargo, no me da tiempo de nada, ya que Elisa me arrebata con violencia el aparato y lo tira a un lado de la cama. La miro entre asombrado y confundido por su acción. —¿Qué ocurre, Demian? Has estado así toda la jodida semana: pensativo. —Ya te dije que no me pasa nada —respondo, ya cansado. Y es que es verdad, ni siquiera yo sé qué me ocurre. No logro comprender por qué me siento de esta manera tan extraña. Cualquier otro hombre se sentiría en el paraíso si su novia, por mera voluntad propia, le propone a ser un trío con otra mujer. Cualquier otro hombre estaría muerto de felicidad, estaría encantado, maravillado... Pero yo no soy cualquier otro hombre. No puedo sentir felicidad alguna. Tampoco emoción. ¡Ni siquiera pude terminar! «¿Qué mierda te ocurre?». Me pregunta mi subconsciente pero, lamentablemente, no tengo esa respuesta. Solo sé que me siento frustrado, agotado... Todo en partes iguales. Escucho la llave del baño siendo abierta. Probablemente Andrea se esté dando un baño. —Demian... —pronuncia Elisa, lo cual indica que va a empezar con alguna de sus rabietas o charlas kilométricas y cansantes. Por eso, y aunque no quiera, me incorporo de la posición en la que estaba y acorto la poca distancia que nos separa. Entonces, mi mano derecha se cierra alrededor de su cuello, pero sin hacerle daño, y mis labios se estampa contra los suyos. El sabor que me recibe es dulce y embriagante. La beso con fuerza, urgencia y de la forma más lujuriosa posible. Tal y como le gusta a ella. Siempre le ha gustado que sea rudo y posesivo en cuanto al sexo. Y también le gusta que le hable de una forma algo sugerente cuando follamos. —¿Quieres que te folle de nuevo, zorra? —le pregunto, una vez que nos separamos, y le hablo tal y como a ella le excita que le diga. Apenas ver sus pupilas dilatadas y su boca jadeante, sé que le ha gustado. La vuelve loca, y he de admitir que también me gusta decirle de esa forma porque hace más interesante nuestro juego. Al menos así, olvido por un momento la desazón que me ha dejado el encuentro con su mejor amiga. —Sí, por favor —pronuncia. Y es todo lo que necesito para empujarla sobre la cama y hacerla acostar de nuevo, de golpe. Quiero deshacerme de una duda. Quiero profundizar más en saber qué es eso que me ha incomodado. Dudo mucho que sea el hecho de haber hecho un trío porque, en anteriores ocasiones, siempre había pasado. Elisa era la primera en proponerlo. También es quien más insiste a la hora de hacerlo. Y, debo añadir, que fue la idea de ella de iniciar esta tipo de relación abierta. Cosa que no me molesta. No me importa si ella sale con otros chicos; se encuentra con ellos o hasta follan. Lo único que le pedí —cuando ella insistió en tener una relación abierta— que me contara todo y que se cuidara, claramente. Jamás me molestó porque ella también me da esa misma libertad a mí, pero... Ahora me siento diferente. Con cuidado me coloco encima de ella —poniendo cada mano alrededor de su cara, para no aplastarla con mi peso— y la beso de nuevo.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD