—¿De verdad vas a irte? —preguntó Antonio y Caleb asintió. —Ya pedí permiso y ya entregué los trabajos que se entregarían la próxima semana. Antonio, te juro que me muero por pisar México de nuevo —informó el castaño y su compañero, que lo escuchaba, asintió. Ese chico tenía más de un año sin pisar su país, así que entendía un poco su ansiedad. Le quedaba una semana a la escuela para terminar el semestre, la semana de entregar trabajos finales y recibir calificaciones, y al castaño le concedieron el permiso de irse advirtiéndole que, si había un error, no le aceptarían reclamaciones. Pero Caleb se moría por volver a México, sobre todo porque en Canadá ya habían terminado las clases y seguro Diana ya estaba ahí. Su dependencia a esa chica estaba en un nivel terrible, y algo en su int

