—¿Estás enojado? —preguntó Diana, luego de haber asomado la cabeza a la oficina de su novio, luego de que este le viera y tan solo devolviera los ojos a la computadora en la que parecía trabajar. Diana no se detuvo por eso, respiró profundo, armándose de valor, y se adentró en la oficina de Caleb, sentándose frente a él, viéndolo trabajar. » Ayer me pasé un poquito de la raya —señaló la chica, mordisqueando un poco el interior de sus labios—. Me di cuenta tarde que exageré, y la verdad tenía mucha vergüenza, por eso ya no te llamé. Caleb no dijo nada, pues, para ser franco, si estaba un poco molesto con lo ocurrido, y su cabeza seguía siendo todo un lío, así que solo quería escucharla hasta encontrar una buena razón de lo ocurrido y así poder tranquilizarse también. » Anda, no te e

