—No debiste haber venido —reclamó Valerio, viendo a Caleb en su oficina cuando él entró al lugar a las diez de la mañana—. Ayer te casaste y no tuviste una luna de miel, por lo menos debiste tomarte el fin de semana para pasarlo con tu esposa. ¿Qué la dejaste haciendo? —La dejé durmiendo —respondió Caleb sin apartar los ojos del balance que tenía abierto en la computadora. Ahora que era el nuevo director necesitaba conocer su empresa un poco más, y a eso se había estado dedicando y se dedicaría por un buen tiempo. Y es que, cuando Caleb dijo a los socios que no trabajaría en nada nuevo no había sido una amenaza, había sido una promesa que el dolería a él más que a nadie, pues estar en una oficina no era lo que más disfrutaba de ese grupo que, para ser sincero, sí adoraba. » Además —a

