CAPÍTULO 6

1957 Words
—Lindo auto —dijo alguien, acercándose a Caleb, que miraba embobado el edificio principal del campus—. Tengo el mismo, pero en otro color. El joven, que había sido sacado de sus pensamientos, miró a una chica, muy confiada en sí misma, sonriéndole mientras señalaba con la palma entera a un auto, tal como ella dijo, igual que el de él, pero en color rojo. —Lindo color —respondió el joven, devolviéndole la sonrisa cuando de nuevo miró a la chica que caminaba hacia él tras conocer su auto. No sabía qué era, pero lo había estado sintiendo desde que el guardia le habló tan respetuosamente, y se reforzaba ahora que una chica de clase alta le hablaba de la nada con total amabilidad. —No me digas —pidió la joven, deteniéndose frente a él—. ¿Regalo de graduación del bachillerato? Eso es el mío. —En realidad —habló Caleb, caminando hasta una de las puertas traseras de su coche para tomar su mochila—, es regalo por el ingreso a la universidad. —Uy, a mí por eso no me regalaron nada —declaró la joven haciendo una expresión divertida, que le provocó sonreír al castaño de ojos cafés—. Soy Diana Montesinos Lucio —se presentó la joven extendiendo una mano al frente de sí—, hoy ingreso a administración de empresas internacionales e idiomas... Ay, ¿por qué le habrán puesto un nombre tan largo a esa licenciatura? Caleb sonrió, la chica parecía bastante divertida y, por alguna razón, no se sentía cohibido a su lado a pesar de que ese tonito al hablar delataba que era una niña de familia acomodada. —Caleb Cipriano Paramo —informó el joven extendiendo la mano para aceptar el saludo que la chica le ofrecía—, y no solo tenemos un auto igual, también estudiaremos la misma carrera. —Oh my god —hizo la joven y Caleb asintió, sin poder dejar de sonreír. Sería porque su nuevo apellido respaldaba perfectamente su preparación de cinco meses para ser de la muy alta sociedad, pero se sentía en paz consigo mismo, como si de verdad fuera parte de ese nuevo mundo o, tal vez, como si ahora fuera alguien diferente al Caleb que fue meses atrás. —¿Sabes a dónde debemos ir? —preguntó el joven y la chica asintió, comenzando a caminar cuando el joven le indicó con una mano que ella pasara primero. —Conozco bien el campus —informó Diana—, mis hermanos estudian ingeniería industrial, ellos pasaron a quinto semestre, creo. ¿No habías venido antes? —cuestionó y el joven negó con la cabeza—, ¿ni a la inscripción? —Creo que mi inscripción fue por teléfono —informó el joven, que recordaba a Valerio saludando a un profesor por teléfono—, porque no sé que tan diestro sea el asistente personal de mi abuelo para los tramites por internet. Diana sonrió. Si el ingreso a la universidad de ese joven había sido por su contacto familiar, creía poder imaginar qué debía esperar de ese chico, y eso le decepcionó un poco. Sin embargo, la amabilidad y educación del joven le hacía no querer salir corriendo, como su cabeza le sugería. Juntos caminaron hasta la oficina de información académica, donde les informaron cuál sería su aula y hasta ella llegaron comentando montón de cosa sobre el lugar que cruzaban. —Mi mamá diseñó este campus —dijo la joven, orgullosa luego de escuchar de parte de su nuevo compañero de clases que le parecía verdaderamente hermoso el lugar. —¿De verdad? —preguntó el joven, interesado en el tema; sobre todo por lo orgullosa que se había mostrado la chica al informarlo. —Sí —dijo la joven tomando asiento junto al chico que le daba toda su atención mientras ella hablaba—, mi padre es dueño de una constructora que es muy famosa gracias a mi madre. Tiene un talento excepcional con la construcción y la decoración, así que es muy famosa, igual que mi tía Daniela. ¿Nunca has oído hablar de ellas? —Si te soy sincero, no, pero no es porque ellas no sean famosas, es porque mi historia es complicada —explicó el chico sin saber qué tanto debía decir o qué tanto debía callar. —Ay, por Dios, ¿qué tan complicada... La frase de Diana Montesinos fue interrumpida por el profesor de la primera clase entrando al aula, entonces los escasos doce estudiantes de esa aula le correspondieron el saludo. El profesor se presentó, presentó el curso y les pidió que se presentaran, entonces, uno a uno, todos se fueron poniendo de pie para que sus compañeros de licenciatura los conocieran. —Soy Diana Montesinos Lucio —dijo una joven de cabello castaño oscuro y ojos de un profundo color azul, sonriendo a todos los que la miraban—. Mi papá es el dueño de DeCoMont, y, como mis hermanos David y Daniel serán ingenieros, pues me tocó la administración; mi prima Denisse estudiará decoración y diseño, y nosotros seremos la próxima generación de DeCoMont. Los cuchicheos, que gracias al cielo no parecían maliciosos, no se hicieron esperar, y todos le sonrieron a esa joven que, al parecer, tenía bien claro su futuro, como todos en ese lugar pues, al parecer, incluyendo a Caleb, todos eran herederos de diversas compañías y grupos, y eso era algo que todos habían presumido. Caleb respiró profundo y se puso en pie para cerrar la ronda de presentaciones. Estaba ligeramente nervioso, pues la verdad no se había esperado tener que mostrar tan pronto sus cartas, así que aclaró la garganta en un par de ocasiones y sonrió lo mejor que pudo. —Mi nombre es Caleb Cipriano Paramo, tengo dieciocho años y, como la mayoría, elegí esta carrera para suceder el negocio de mi abuelo —explicó Caleb y buscó su asiento con la mirada para escudarse en él y no decir nada más. Pero su nueva casi amiga, de la que no debía hacerse amigo, le miró curiosa y, casi sin darse cuenta, porque así era Diana Montesinos: bastante curiosa, le preguntó por el negocio de su familia. » Oh —hizo el joven que perdió su oportunidad de sentarse y callar—, mi abuelo es el dueño de Paramount Group —dijo y todos hicieron notable el sonido de su respiración mientras le miraban con la boca abierta—, tenemos varios resorts por aquí y por allá, nos dedicamos a la hotelería, restaurantería y la buena atención al cliente. Es frase era una que le había escuchado a Valerio, así que Caleb creyó que no sería imprudente el usarla. Gracias al cielo un timbre sonó de la nada, anunciando el final de la primera clase, entonces el chico pudo sentarse sin recibir más preguntas de parte de su compañera de asiento, que le seguía mirando entre emocionada y perpleja. —Mi tía Diana y mi madre hicieron Supreme —informó la joven de ojos azules, acortando la distancia con ese joven—, ¿de verdad no nos conoces? —Ya te dije que mi historia es complicada —repitió el joven, haciendo un poco atrás su cuerpo para mantener la distancia de esa chica que parecía querer subírsele encima. —¿Qué tan complicada puede ser? —preguntó Diana, enderezándose y poniendo sus puños en su cintura—. Somos una corporación internacional, famosa, que hizo uno muchos de tus resorts, incluyendo el mejor de todos: “Supreme”. ¿Cómo es que no nos conoces? Caleb encogió los hombros y agradeció que el siguiente profesor estuviera entrando al aula, esperando no tener qué decir más de sí mismo, pero eso no le resultó. Por alguna muy idiota razón, todos los profesores pidieron que se presentaran, y algunos eran tan creativos que los hacían decir idioteces. De esa manera, Caleb terminó revelando sus comidas favoritas, su color preferido, su deporte más disfrutado y hasta su rutina de ejercicio. Eso había sido demasiado para él, pero también le sirvió para conocer a todos los jóvenes con quienes pasaría alrededor de dos años de su vida, pues en su programa estaba la obligatoriedad de estudiar dos años en el extranjero, en cuatro países diferentes, para perfeccionar los idiomas que eligieran estudiar. En los recesos, él había hablado con muchos chicos porque, al parecer, todos conocían su grupo empresarial, aunque él no supiera nada de los de ellos. Eso era algo malo, porque, también al parecer, todos ellos estaban relacionados, de una u otra manera, con Paramount Group. » Comienzo a creer que vivías debajo de una piedra —resopló Diana, que ya no parecía tan molesta porque ese chico no supiera nada de su compañía constructora. Caleb sonrió y perdió su oportunidad de disculparse por cuadragésima vez cuando un joven de cabello oscuro y ojos azules, también, llegó hasta ellos junto a su réplica exacta. —Hola enana —dijeron ambos a unísono—, ¿quién es este? Diana los miró fastidiada y Caleb asustados, pues cuando dijeron “este”, refiriéndose a él, se habían tronado los nudillos y le habían escaneado de arriba abajo y de abajo a arriba. —No les importa —declaró la joven, colgándose del brazo del joven de ojos cafés que le miró aterrado cuando sus pulmones decidieron dejar de funcionar por la sorpresa de lo que ella hacía—, ¿qué quieren? —Pues vigilarte —obvió uno de los gemelos, dejando de fulminar a Caleb con la mirada para responderle a su hermana menor. —Además, queremos saber si ya conociste al joven Paramo —dijo el otro, sin quitarle la vista de encima a un nervioso joven que se notaba a leguas quería deshacerse del agarre de esa chica que no lo soltaba aunque él se jalaba suavemente—. Nos dijeron que estaba en tu clase, así que queremos saludar. —Pues salúdalo —dijo la chica, aferrándose un poco más al chico que sostenía del brazo—, y deja de mirarle así de feo. Ambos chicos clavaron de nuevo sus azules ojos en el joven, pero esta vez sin sed de sangre. —¿Eres de Paramount Group? —preguntaron a unísono, también acercándose a un joven que, por instinto de protección, tal vez, retrocedió un poco. Al parecer, la invasión al espacio vital era cosa de familia. —Soy Caleb Cipriano Paramo —dijo el castaño para un par de azabaches de ojos claros, que le sonrieron sospechosamente amables—, y sí, soy de Paramount Group. —¡Genial! —dijeron de nuevo a una voz los gemelos—, somos David y Daniel Montesinos Lucio, de DeCoMont, es un placer conocerte y será un placer seguir haciendo negocios contigo. Caleb asintió zafando al fin su brazo del agarre de la chica para poder extender el brazo y aceptar los apretones de manos de esos chicos que le jalaron hacia ellos invitándole a comer. Se iba a negar, no quería que entre tres se lo comieran vivo por no conocer su empresa, su trabajo o el trabajo que había hecho su empresa para su grupo; pero ellos fueron tan insistentes que no le quedó más que aceptar, siempre y cuando fuera en Supreme, donde se encontraría con su abuelo para comer luego de su primer día de clases. Los hermanos Montesinos Lucio aceptaron encantados, ese era el mejor restaurante de la ciudad, y posiblemente del estado; además de que conocerían a un hombre que sus padres admiraban demasiado, así que estaban complacidos.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD