Lyssa Monrrou
—Estoy segura de que te sucede algo... —murmuró Anny y apoyó sus codos sobre la mesa.
Solté en leve suspiro y evité su mirada. El receso había iniciado hace cinco minutos y desde entonces ella no había parado de hacer preguntas. Gracias al cielo estábamos solo las dos sentadas en una de las mesas de esquina.
—¿Qué sucede? —insistió lanzándome una mirada acusadora—. Se supone que soy tu mejor amiga y deberías sentirte en confianza como para contarme tus líos, Lyssa.
—No pasa nada, Anny. Creo que debes relajarte un poco —mentí.
Tenía tanto por contarle que no sabía por donde iniciar y, a la vez, me sentía tan triste que no tenía el ánimo suficiente como para querer hablar de mis problemas familiares y sociales. Una pregunta llevaría a otra y no quería sentirme agobiada in
