Capítulo 8

1802 Words
Narra Daniel Agarré mi celular apenas lo escuché sonar, lo desbloqueé y abrí w******p buscando entre los mensajes sin abrir el nombre que me interesaba. Deslicé el pulgar lentamente observando los nombres, pero el de Nahuel aparecía como uno de los últimos que había visto. Busqué el mensaje nuevo que me había llegado. Era de Lucas, el vigésimo segundo mensaje que me manda intentando hablar conmigo, pero ni siquiera voy a abrirlo; desde el fin de semana que no deja de molestarme con mensajes y algunas llamadas para que hablemos, pero no quiero saber nada al menos hasta después. —Tal vez el sábado me digne a responderle —pensé bloqueando el celular nuevamente, dejándolo en la mesa. Volví a prestar atención a mi computadora mientras buscaba ejercicios para los chicos. Mi celular sonó de nuevo, lo miré pensando si sería Lucas o Nahuel. Suspiré, desbloqueé el celular y entré a ver el mensaje que acaba de llegarme. Era de Nahuel, lo abrí rápidamente y lo leí. —"Perdón por tardar en confirmar lo de los sábados." —decía el primer mensaje; en realidad no considero que haya tardado demasiado, le hablé el lunes y apenas es miércoles—"Mi hermano o su novia van a acompañarme, pero mi mamá quiere saber dónde nos vamos a ver." —no había pensado en eso, asumí que, como con Lucas, nos reuniríamos acá cerca, pero no creo que vivamos en el mismo barrio. —"En algún café que te quede cerca, mandame la dirección y nos vemos ahí el sábado a la hora que te convenga." —tecleé rápidamente y se lo mandé. Lo vio al instante, pero me dejó esperando un rato por su respuesta. Un par de minutos después me envió una ubicación seguido de un mensaje: —"Ese lugar está cerca de donde vivo. Puedo a las cuatro, ¿está bien?" —"Perfecto, nos vemos a las cuatro entonces." Sonreí, no estoy muy seguro porqué, pero sonreí luego de la breve conversación. Volví a centrarme en la computadora; ya tuve la respuesta que estuve esperando estos días. Al menos lo dejaron verme con supervisión de su hermano. Seguramente creen que le podría hacer algo a Nahuel, aunque realmente no sea mi intención, pero no me molesta tener vigilancia, después de todo, no tengo nada que esconder. De repente, mi celular empezó a sonar, miré la pantalla encontrándome con un número desconocido. Contesté la llamada preguntándome si era Manuel queriendo saber si iba a salir con él o no. —¿Hola? —dije esperando que, del otro lado de la línea, emergiera la voz de Manuel. —Hola, ¿el señor Daniel? —me quedé mudo al escuchar la voz de una mujer—. ¿Hola? —Sí, disculpe —dije desorientado—. ¿Quién habla? —Soy Isabel, la mamá de Nahuel Albarrán, su ayudante en el club. —Ah, hola, señora —contesté un poco más relajado—. ¿Precisa peguntarme algo? —Quería preguntar... ¿por qué decidió reunirse con mi hijo fuera del club? —Esperaba su llamado señora —sonreí sabiendo que no me veía—. Puede quedarse tranquila, no planeo hacerle daño a Nahuel en ningún sentido. Solamente quiero organizar las clases de los chicos y Nahu es quien los conoce mejor. Puede venir usted, o alguien para que me conozcan y sepan que es lo que vamos a hacer. —Van a ir su hermano o su padre para llevarlo y estar ahí. —No hay problema —me recliné en la silla—. Puede estar tranquila señora, no tengo ninguna doble intención con Nahuel. El silencio reinó en la llamada haciéndome pensar que se había cortado. —Le pedí a Nahuel que nos viéramos cerca de su casa, para que no tuviera que viajar y usted estuviera más tranquila —dije disipando el silencio que se había formado. —Sí, me dijo —suspiró—. Bueno, creo que puedo quedarme tranquila. Igual va a ir acompañado —escuché una voz en el fondo que, imagino, era de Nahuel. —No hay problema, señora. —Hasta luego, señor Daniel. —Hasta luego, señora —sonreí nuevamente como si me viera—. Saludos a Nahuel —apenas terminé de decir aquello, colgó. Aparté el celular de mi oreja y lo dejé en el escritorio, suspiré mientras me giraba a la ventana. ------------------------------------------------- Eran cerca de las ocho cuando el timbre del portero eléctrico sonó. Miré el telefonillo; normalmente, mis conocidos me envían un mensaje en lugar de tocar. Me levanté cuando el timbre volvió a sonar, levanté el tubo y lo coloqué en mi oreja. —¿Hola? —contesté. —Dani, soy Lucas —solté un suspiro instintivamente. —No voy a bajar. —Por favor Dani, quiero que hablemos... —Dejá que pase Lucas. Necesito descansar un poco de vos —dicho esto, colgué el telefonillo. Apenas di un paso, cuando el timbre volvió a sonar. Bufé molesto; tengo muy claro que no le voy a abrir por mucho que insista. Caminé hasta la computadora, la apagué y, después, fui a mi cuarto para acostarme con el chirrido del timbre de fondo. Prendí el televisor, esperando a que Lucas se cansara rápido. Busqué algo para ver y distraerme, más que nada, del sonido del dichoso timbre. Pasaron unos cuantos minutos antes de que Lucas se cansara y dejara de tocar el timbre. Apenas cesó el sonido, recibí unos cuantos mensajes que no revisé suponiendo que eran de él; no va a dejarme en paz hasta que le hable de nuevo al parecer. Miré la tele sin prestarle mucha atención, mi mente solo daba vueltas por lo que haría para mi trabajo con los chicos; esto sigue siendo nuevo para mí, necesito aprender todo lo que pueda. De repente, la mirada de Nahuel apareció en mi cabeza, seguido, apareció su sonrisa, haciéndome sonreír como si lo tuviera en frente. Cerré los ojos aún con su imagen en mi cabeza. Desperté cuando el sol empezó a darme en la cara. Abrí los ojos con dificultad por culpa de la luz que entraba por la ventana. Me senté en la cama restregándome los ojos, dándome cuenta de que había dejado el televisor prendido; me quedé dormido sin darme cuenta. Solté un bostezo mientras me levantaba. Caminé hasta el placar, saqué ropa para cambiarme, después fui hasta el baño y me alisté. Unos minutos después, volví a mi habitación, agarré mi celular y me dirigí a la cocina. Mientras esperaba a que el agua se calentara, revisé los mensajes que tenía; ninguno era importante, los grupos de los chicos del club estaban en completo silencio y los demás eran de conocidos, excompañeros de trabajo y Lucas. Ninguno me interesaba. Dejé el celular en la mesada, apagué la hornalla y saqué la pava para verter el agua en la taza en la que había puesto el café instantáneo. Dejé la pava cuando la taza estuvo llena, la agarré y tomé un sorbo. —Debería hablarle... —pensé de repente recordando la cantidad de mensajes que me había dejado Lucas—. Es pesado y un boludo la mayoría de veces, pero no quita que es mi amigo —tomé otro sorbo, girándome hacia mi celular—. Si no le hablo va a seguir molestando como ayer —agarré mi celular, miré la hora y lo guardé en mi bolsillo. En una hora él estaría entrando al trabajo, me da tiempo para desayunar tranquilo. Salí de mi casa casi cerca de las diez y media, una hora después. Caminé tranquilo, sintiendo como mi celular vibraba en mi bolsillo; seguramente era Lucas aún intentando hablar conmigo. Llegué al gimnasio unos minutos después. Las chicas de la recepción me saludaron con una sonrisa como siempre lo hacían cuando trabajaba con ellas. Parado frente al escritorio, busqué con la mirada a mi amigo, pero no parecía estar en ese piso. —¿A qué se debe la visita, Dani? —me preguntó Mónica. —Vengo a ver a Lucas y a entrenar —contesté sonriendo—. ¿Él vino? —Sí, está arriba —se inclinó un poco sobre el escritorio acercándose un poco a mi—. ¿Sabés que le pasa? Estos días es como si no estuviera. —Larga historia... —suspiré sacando la billetera—. Anotame, voy a venir los jueves por ahora para vigilarlos —Mónica sonrió tecleando en la computadora. Le pagué la membrecía mientras ella me entregaba mi carnet. —Después de que hablen, contame que pasó —asentí sonriéndole, aunque sabía perfectamente que no iba a decirle nada. Dejé mis cosas en el casillero, fui hasta las escaleras y subí al segundo piso, donde estaba Lucas ayudando a uno de sus clientes con una de las máquinas. Comencé a estirar un poco mis brazos en una suerte de calentamiento haciendo tiempo hasta que mi amigo se desocupara. Para mi suerte, no me dejó esperando mucho tiempo, apenas me vio, le dijo algo a su cliente y se acercó a mí con su típica cara de cachorro mojado. —Hola... —¿Tenés tiempo? —se giró hacia su cliente, lo miró unos instantes y volvió a mirarme. —Sí, veinte minutos, o un poco más... siempre se tarda con los ejercicios —me agarró de la muñeca y me llevó a la parte de atrás, cerca del cuarto donde guardan los artículos de limpieza—. Perdón por lo del viernes, sentí el impulso de besarte y no pude controlarme —suspiró—. Sos el único hombre con el que no logro llegar más lejos. —Es que no me gustás Lucas, no voy a caer en ese juego si no siento nada por vos. Solo somos amigos y nada más —me miró de nuevo con la misma expresión que antes—. Perdón, pero solamente te quiero como un amigo. —Bueno... —No me beses de nuevo, o la próxima no voy a hablarte por un mes por mucho que insistas —hizo pucheros. —Dijiste que me querías, no seas tan malo —solté una risa—. Bueno, voy a intentar controlarme, aunque no prometo nada... sos demasiado lindo como para aguantarse. —No empieces o dejo de hablarte desde ahora —hizo un gesto sobre su boca como si la cerrara con un cierre, le sonreí satisfecho; espero que las cosas sean más tranquilas ahora, no quiero volver a enojarme con él. Mientras volvíamos a donde nos encontramos, le comenté que iría los jueves por la mañana y que él podía ayudarme a entrenar. Evidentemente no necesitaba ayuda con mi entrenamiento, yo también soy entrenador, pero así podíamos hablar un poco mientras me ejercitaba.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD