Capítulo 13

1931 Words
Narra Nahuel Hace un mes que Daniel y yo nos vemos los sábados. Me siento ansioso por que llegue el sábado desde que empezamos a juntarnos. Por alguna razón, me gusta poder estar solo con él, aunque me acompaña Lean, pareciera que él no estuviera ahí porque se la pasa mirando series o escuchando música mientras nosotros hablamos. Me siento distinto cuando lo veo fuera del entrenamiento, cuando no están mis compañeros ni los chicos chiquitos. Me puse las zapatillas y guardé mi cuaderno en la mochila con una lapicera. Después la llevé hasta el living, me senté en el sillón dejando la mochila al lado mío. Faltaba un rato para que mi hermano llegara para acompañarme. De repente, mi celular empezó a sonar, lo saqué y contesté. —Hola. —Hijo —era papá—, recién me llamó Lean, dijo que no puede acompañarte hoy, lo hicieron trabajar y Paloma está encerrada estudiando. —Puedo ir yo solo, pa. —¿Seguro que podés? —Sí, sé donde queda y pueden ir a buscarme si se desocupan. —No sé, Nahu. Ya sabés como es tu mamá con dejarte salir solo, y más si es ir con un hombre que no conocemos. —Voy a estar bien, pa. Dale, los chicos de mi edad salen solos —escuché que suspiraba. —Bueno, está bien. Pero dejá el celular prendido y con volumen, si necesitás que te pase a buscar, me doy una vuelta por el café. —Sí, pa, tranquilo, no me va a pasar nada. Prometo que no va a haber ningún problema. —crucé los dedos esperando que papá no dijera nada más. —Bueno, bueno, pero que no se te haga costumbre, que no me siento tranquilo dejándote salir así. —Sonreí contento—. Cuidate mucho, ¿sí, hijo? -Sí pa, tranquilo —me saludó y cortó la llamada. Separé el celular de mi oreja y miré la hora, falta más o menos media hora para que sea la hora de salir. Me moví un poco impaciente porque el tiempo pasara un poco más rápido. Desbloqueé mi celular y busqué videos para pasar el rato. Cuando al fin se hizo la hora, me levanté guardando mi celular en el bolsillo, me colgué la mochila en el hombro, fui hasta la puerta, al lado estaba mi llave colgada de un gancho, las agarré y salí cerrando la puerta con llave. Caminé hasta la esquina apurado y paré esperando a que el semáforo cambiara para que pudiera pasar; no quiero llegar tarde al café, pero mamá se enojaría mucho si se enterara que crucé mal la calle. De repente, sentí un tirón en mi mochila, me giré asustado. —Miren, es el mogólico que vive acá cerca —mi cuerpo empezó a temblar; era un chico que no conocía, seguramente me había visto antes, por eso sabe que vivo cerca—. Parece que además de mogólico es maricón —dos chicos que estaban al lado suyo se empezaron a reír. Uno se acercó a mi y empezó a empujarme. —¿Sabés cruzar la calle, mogólico? —di unos pasos atrás mientras el chico me seguía empujando. El tercer chico me tironeó la mochila y me la sacó, la abrió, después la puso boca abajo dejando que se cayera lo que había guardado ahí. —A ver si tenés algo interesante —dijo buscando entre las cosas. —P-por favor no me hagan nada... —sentí que estaba por llorar. El segundo chico volvió a empujarme, me tropecé con el cordón de la vereda y me caí. —Pensé que la gente como ustedes ya no existían. ¿Por qué no lo dejan en paz? Él no les está haciendo nada —levanté la mirada. —¿Y vos que te met...? —escuché un golpe, el chico que me había empezado a molestar cayó justo al lado mío. —Váyanse o llamo a la policía —era Daniel el que me estaba defendiendo. El chico que tenía mi mochila la soltó y se fue, el otro ayudó a su amigo a levantarse mientras lo amenazaban. Después, se fueron. Mi entrenador me miró ofreciéndome su mano, la agarré levantándome con su ayuda. —¿Estás bien? ¿Te pegaron, te robaron algo? —negué con la cabeza empezando a llorar—. Tranquilo, Nahu —me abrazó, sentí que la cara me ardía—. Juntemos tus cosas y vamos al café —se separó, agarró mi mochila, juntó mis cosas, para después guardarlas. Cuando terminó se la colgó en su hombro libre—. Vamos —me agarró de la muñeca y empezó a caminar al café. Lo seguí sintiendo que todavía me caían las lágrimas. Cuando llegamos al café, nos sentamos en la mesa de siempre, pero, en vez de sentarse adelante mío como antes, se sentó al lado. Después cruzó su brazo por mis hombros y me acarició el pelo. Sentí vergüenza y que mi cara ardía de nuevo. —¿Qué te gustaría pedir? —abrió el menú y lo puso entre los dos—. ¿Te gustaría una torta de chocolate y un café? —N-no traje tanto dinero... —me sentí tonto hablando así. —Por eso no te preocupes. —lo miré, él me sonrió—. ¿Querés? —lo miré un ratito, después asentí—. No llores, ¿sí? Estás bien ahora —pasó el pulgar por mi cachete—. Contame que pasó con esos chicos —dijo mientras hacía una seña con la mano para que el mozo se acercara. Después de pedir, volvió a mirarme, me sonrió mientras me acariciaba el pelo. —G-gracias... —dije con la voz temblorosa; todavía tenía un poco de miedo por lo que había pasado—. S-si no fuera por vos, seguramente me hubieran pegado o robado —le sonreí un poco avergonzado, Daniel negó con la cabeza sonriendo también. El mozo volvió con nosotros, dejó los pedidos adelante nuestro y se fue. Miré la porción de torta que Daniel había pedido. Sentí vergüenza de nuevo por tenerlo tan cerca, por llorar adelante suyo y por sentir su mano en mi hombro, abrazándome todavía. Lo miré mientras él tomaba un poco de café. Cuando dejó la taza en la mesa me miró sonriéndome. —¿Empezamos? —asentí sintiendo la cara arder de nuevo; estoy muy nervioso ahora. Agarré mi mochila y saqué mi cuaderno con la lapicera. Empezamos a planear lo que íbamos a hacer el viernes, pero no podía concentrarme demasiado; no puedo dejar de pensar en lo que había pasado y en como Daniel me había protegido de esos chicos. Mientras anotaba lo que mi entrenador me decía, decidí no contarle nada a mamá, si le cuento no me va a dejar salir de nuevo, menos a ver a Daniel. —Ey, Nahu, estás un poco distraído. ¿Seguís con miedo de esos chicos? —lo miré—. No te preocupes por ellos, voy a acompañarte a tu casa. —Gracias —le sonreí—, pero no quiero molestar. —No molestás, Nahu. No quiero que te vuelva a pasar algo así —me acarició el pelo—. Además, es mi deber cuidarte. —no pude seguir mirándolo a la cara, miré mi cuaderno avergonzado de nuevo—. No probaste tu café ni tu porción de torta —agarró la cucharita que había usado para revolver el café, cortó un pedacito y lo probó—. Deberías probarlo, está bastante rico. —asentí, agarré la cuchara que estaba en el plato y lo probé. —Es verdad —corté otro pedacito y lo comí, después tomé un sorbo de café. ---------------------------------------------- Terminamos bastante rápido de planificar, así que nos quedamos hablando hasta que se hizo un poco tarde. Cuando se dio cuenta, Daniel decidió acompañarme hasta mi casa, guardamos nuestras cosas y, después de que pagara, salimos. Me puse nervioso de nuevo, pero no por Daniel, sino porque no quería cruzarme con esos chicos de nuevo; ahora no estoy solo, pero no quiero que le hagan algo a mi entrenador por mi culpa. —¿Estás bien? —Sí... —No tengas miedo, Nahu, no te va a pasar nada; no voy a dejar que pase nada —puso su brazo encima de mis hombros y me acercó a él como abrazándome. —N-no tengo miedo —dije bajito, con un poco de vergüenza. Caminamos hasta mi casa casi sin hablar. No dejó de abrazarme en todo el camino; parecía que así se sentía seguro él también. Cuando llegamos a mi casa, me saludó en la puerta y me dijo que se iba cuando cerrara, para evitar que alguien llegara a hacerme algo. Después de cerrar, entré a mi casa y dejé mis llaves en los ganchos de la entrada. Mamá me saludó desde el sillón, estaba tomando mates mientras miraba la tele. Me preguntó como me había ido, me acerqué y me senté al lado suyo. Miré el programa que estaba mirando mamá y casi le cuento lo que pasó con esos chicos, pero me di cuenta antes de decir algo. Terminé contándole lo que íbamos a hacer el viernes en la clase de los chicos, nada más. Después, le dije que estaba un poco cansado, me levanté, agarré mi mochila y me fui a mi cuarto. Puse mi mochila en la silla de mi escritorio, saque mi celular y me tiré en la cama; le quiero contar a Cami lo que paso hoy. Escribí todo lo que pasó sin decirle "hola", le conté lo de los chicos que me molestaron y que, por suerte, Daniel había llegado para ayudarme. Se lo mandé, cerré la app y esperé a que lo mirara. No tuve que esperar mucho, en un ratito, mi celular sonó de nuevo. —"Decime que estás encerrado en tu cuarto con cuarenta llaves. ¡Necesito llamarte!" —sonreí, sabía que iba a querer saber más. —"Encerrado estoy, mamá está en el living mirando la tele. ¿Vas a hacer una videollamada?" —apenas le envié el mensaje, ella comenzó la videollamada. Acepté la llamada rápidamente. —Necesito que me cuentes todo —sonreí—. No, mejor decime como estás primero, ¿te pegaron o algo? —No, no me hicieron nada, tranquila. —Menos mal, sino iba a pegarles yo —me reí—. Bueno, da igual, cuidate y contame que pasó. —Volví a contarle todo lo que pasó y como Daniel actuó conmigo—. ¿Ves? Es tu futuro novio. Te protege. —No creo que sea porque le gusto o algo así. Dijo que es su deber cuidarme. —¿Y a vos te gusta? —la miré un ratito. Después de como se comportó hoy conmigo, me sentí raro y nervioso todo el tiempo. —No sé... —dije bajito—. Creo... —¿No era que no te iba a gustar? —se burló de mí. —No te burles, no dije que sí —suspiré—. En ese momento parecía un héroe. —la miré, ella sonreía de otra manera, ya no tenía la cara burlona de siempre—. ¿Por qué me mirás así? —Porque estoy contenta... —nos quedamos en silencio un ratito—. Quiero que me invites a tu casamiento —me empecé a reír; a veces es bastante tonta. Decidí cambiar de tema, aunque solo podía pensar en Daniel y en lo que pasó.
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