Capítulo 25

2158 Words
Narra Nahuel —¡¿Cómo?! —preguntó mamá. —Que dice que le gusta. Que ese hijo de puta le gusta —le repitió mi hermano. —No puede ser. Le habrá hecho la cabeza para que piense eso. Sabía que no era normal que un profesor haga eso —mamá me abrazó como si fuera un nene chiquito, pero me separé de ella. Me miró con lágrimas en los ojos. Parecía enojada, pero desde que Lean le dijo que nos vio besándonos no dejó de llorar. —¡Basta! Daniel me gusta, de verdad. —No sabés lo que decís Nahuel —dijo mi hermano acercándose a mí. —¡Sí sé lo que digo! Ya tengo veintitrés años, ¿no puede gustarme alguien? —P-pero esperábamos que fuera tu amiguita de la escuela, o alguien de tu edad... —Daniel es de mi edad, él tiene veintinueve. —¡Pero él no es retrasado! Es un hijo de puta que se aprovecha de vos, ¡¿no lo entendés?! —¿Soy un retrasado? —miré a mi hermano y después a mamá—. Soy un retrasado, pero no soy tan idiota como piensan todos —me fui a mi cuarto, cerré de un portazo y trabé la puerta; no quiero ver a nadie. Me senté en la cama, cubrí mi cara con mis manos y me largué a llorar. Escuché pasos afuera de mi cuarto, pero no dejé de llorar como había querido desde hacía rato, cuando Lean me trajo. Escuché que golpeaban la puerta y que hablaban afuera, pero no presté atención, solamente me quedé llorando. De repente, me acordé de que había dejado mi celular en la mochila en el living, seguramente van a borrar su número. —¡Nahuel abrí! —gritó mi hermano desde afuera—. ¡Nahuel! —escuché la voz de mamá, pero no entendí lo que le decía. Leandro dejó de golpear la puerta y se fue. Me acosté suspirando. Todavía tenía ganas de llorar, pero me dolía mucho la cabeza para seguir haciéndolo. Miré por la ventana desde mi cama, no podía ver mucho porque ya estaba oscuro, pero no tenía otra cosa para distraerme. Cerré los ojos sintiéndolos arder. Me desperté con la claridad que entraba por la ventana. Me giré cerrando los ojos con un poquito de fuerza. Me senté en la cama y miré mi cuarto. Después me di cuenta que me había dormido con la ropa que había usado para salir ayer y las zapatillas puestas, suspiré sintiendo un fuerte dolor de cabeza. Me levanté, me saqué las zapatillas y después la ropa, saqué una remera y un short del placar para vestirme. Volví a acostarme sin ganas de ver a nadie. Me tapé casi hasta la cabeza y cerré los ojos; todavía siento que me arden de tanto llorar. Pasó un rato hasta que alguien vino a tocar la puerta de mi cuarto. No contesté, simplemente me quedé acostado. Volvieron a tocar la puerta. —Nahu, abrí por favor —era Lean. No me moví. Después de lo que dijo ayer, no quiero verlo. No quiero ver a nadie. Hasta mi familia me ve solamente como un retrasado. Mi hermano volvió a tocar la puerta, después trató de abrirla. Escuché que bajaba el picaporte unas cuantas veces, pero como había cerrado la puerta con llave, no pudo abrirla. —¡Nahu! —¡Dejame en paz! —grité girándome a la puerta. Los golpes y el ruido de la puerta pararon. —Quiero hablar con vos. —¡Yo no quiero! —suspiré—. ¡No quiero ver a nadie! —escuché pasos yéndose. Supongo que por hoy no me van a molestar más, o al menos eso espero. Me puse boca arriba y miré el techo. Quiero hablar con Cami, pero si salgo van a atacarme a preguntas o, directamente, me castigarían. Por ser domingo, papá y mamá están en casa todo el día, así que me cruzaría con ellos aunque no quiera. Me hundí un poco en la cama y cerré los ojos. De repente, sentí en mis labios como si Daniel me estuviera besando. Apreté los labios; si no le hubiera pedido que me besara, seguramente no hubiéramos tenido problemas. Sentí de nuevo ganas de llorar; ¿por qué no puedo estar con él? Se supone que soy como todos los demás, que mi condición no me hace menos, pero esto no puedo porque soy un retrasado. —Nahu —escuché la voz de mamá mientras golpeaba la puerta—. ¿Puedo hablar con vos? —me quedé callado en la cama; no estoy seguro de dejarla entrar—. Nahu, por favor es importante —suspiré, me levanté de mala gana, me acerqué a la puerta y la abrí, mamá me sonrió, pero no le presté mucha atención, solamente volví a mi cama y me acosté. Ella entró, cerró la puerta y se sentó a los pies de mi cama. —¿Qué pasa? —dije con la voz ronca y cansada. —¿Qué te pasa a vos? Nunca fuiste así. —¿Así cómo? —Nunca fuiste así. Nunca te viste con hombres para hacer nada —la miré sin entender—. ¿Qué pasó con él? ¿Te dijo algo? —No me dijo nada —suspiré. —Necesito que me digas cómo terminaron en esa situación, si te dijo algo o te forzó. —Fue como cuando papá y vos empezaron a salir —se me quedó mirando. —No, lo que tu hermano vio no es como lo de nosotros. —¿Por qué no? —Porque es un hombre y vos tenés un trastorno, Nahuel, no es lo mismo. —¿No se supone que mi problema no debería afectar en mi vida diaria, que puedo hacer lo mismo que los demás un poco más tarde? —Nahuel, esto es más serio que cualquier estupidez de la que est... —No es una estupidez. Siento lo mismo por él que vos por papá. —¡No es lo mismo! No podés sentir lo mismo porque tenés un trastorno y porque sos un varón. ¡No quiero escucharte decir eso de nuevo! —Entonces, me voy a quedar acá sin hablar con nadie —me acomodé en la cama—. Si soy una persona como todas para ir a la escuela y hacer un deporte, puedo ser como todos en todo lo demás —le di la espalda y me tapé casi hasta la cabeza—. Dejame solo, ma. No quiero hablar con nadie y menos si es para que me digan lo anormal que soy por todo. Decile a mi hermano que tampoco quiero que me hable hasta que deje de pensar que soy un retrasado. —No voy a aguantar tus caprichos, Nahuel. Esto es importante y necesitamos que hables para hacer algo con ese depravado —me quedé callado—. ¡Nahuel! —mis ojos se llenaron de lágrimas; de verdad me pone triste que mi familia me trate así. Desde muy chico me dijeron que no tenía que hacer caso a los insultos, que yo soy tan capaz como los demás, pero parece que hasta mi familia piensa que soy un retrasado inútil. —¿Puedo hablar con mi hijo, Isabel? —escuché la voz de papá en la puerta. Sentí a mamá que se levantaba, después, sus pasos salir del cuarto. Me sequé las lágrimas y me giré para mirarlo, él cerró la puerta, se acercó a mi escritorio y me miró callado. Metió la mano en el bolsillo de su pantalón para sacar mi celular. Me lo mostró observándome. Suspiró y lo dejó arriba de la mesa. Sentí un poco de miedo cuando vi que estaba muy serio. —Tu madre me contó lo que pasó, pero quiero escucharlo de vos. Necesito saber tu versión. Me quedé callado un ratito. Después de que mi hermano y mamá me gritaran de esa manera, no estoy seguro de querer abrir la boca de nuevo. Papá me hizo una seña para que hablara mientras se acomodaba en la silla. Tomé aire y le conté lo que pasó en el café. Después le conté como me había tratado Lean y lo que me había dicho. Papá se quedó un rato callado cuando terminé de hablar. —¿Vos quisiste que te besara? —asentí—. ¿Él te gusta? —asentí de nuevo, él se quedó callado—. Tranquilo, hijo, no voy a gritarte ni nada, solamente quiero estar seguro de lo que me dijeron. Se pasó la mano por la cara, suspiró, se levantó y se sentó en el mismo lugar donde se sentó mamá. Me miró un ratito sin decir nada. —¿Estás nervioso? —Un poco. Nunca te vi así de serio —papá sonrió. —Perdón, Nahu, estaba pensando en esto —suspiró—. No estoy de acuerdo con tu madre ni tu hermano. —¿De verdad? —él asintió mientras sonreía. Sonreí también contento; al menos tengo a papá de mi lado. —Ya no sos un nene chiquito, ni física ni mentalmente. Solamente me molesta que no lo hayas dicho, aunque te entiendo, Lean y tu madre se pusieron como locos —asentí, saqué mi mano de debajo de las sábanas y se la mostré. —Lean me lastimó cuando me trajo —papá miró el moretón con la forma de la mano de mi hermano en mi muñeca y suspiró. —Tu hermano se altera muy rápido y muy fácil. Bueno, no tengo más nada que preguntarte —se levantó—. Tenés mi apoyo, Nahu. Yo no te voy a rechazar porque seas gay, ni por ese hombre. Solamente esperá un poco, necesito tiempo para convencer a tu madre de que ya sos un adulto y que vas a estar bien —no pude evitar sonreír—. Te traje tu celular, pero tu hermano se encargó de sacarte del grupo de fútbol y de bloquear a Daniel. No hables con él, ¿sí? Tu madre y tu hermano van a estar vigilándote y revisando tu celular —asentí. Cuando papá salió de mi cuarto, me levanté y agarré mi celular. Miré la pantalla, tenía unos cuantos mensajes y llamadas perdidas de Camila. Seguramente está preocupada por mí, desde ayer que no hablo con ella, ni le doy señales de vida. Decidí no hablarle ahora, prefiero dormir un poco más y evitar el mundo. Dejé mi celular en la mesa de luz y volví a acostarme. ----------------------------------------------------------------- Me desperté cuando escuché mi celular sonar. Busqué con la mano en la mesa de luz hasta que lo encontré. Lo agarré y miré la pantalla, era una llamada de Camila. Suspiré; no me molesta que me llame, seguramente esté preocupada, pero no tengo muchas ganas de hablar de todo lo que pasó ayer y hoy. —Hola —dije contestándole al final. —¿Estás bien? —sonaba preocupada— Ayer te desapareciste de la nada todo el día, ¿qué pasó? —Es una historia larga —suspiré. —Tengo todo el día, Nahu. —Bueno... —volví a suspirar. Le conté todo lo que pasó y como me sentí. Le conté que extrañaba a Daniel, pero que papá me había dicho que esperara, que él me apoyaba en esto y que iba a intentar convencer a mamá. —¿Estás mejor ahora? —Un poco —suspiré—. ¿Creés que Daniel deje de buscarme? —No creo, se la jugó por vos cuando empezaron, ¿no? Estoy segura de que va a buscarte e intentar convencer a tus padres. —¿Y si no lo hace? —Podes buscarlo vos entonces. Yo te ayudo —sonreí. —Me alegra que seas mi amiga. —Es porque soy la mejor —me reí; hasta puedo ver su cara ahora. Seguimos hablando un rato más. Me alegra poder hablar de nuevo con Cami, de verdad la extrañaba. Extrañaba poder distraerme con las estupideces que dice siempre para que me sienta mejor. Después de cortar la llamada, dejé el celular en la mesa de luz y me levanté. Fui hasta la cocina y me serví un poco de agua. Tomé un sorbo y miré a mamá que estaba sentada en el living mirando la tele. De vez en cuando, miraba su celular, escribía y volvía a mirar la tele. Es la primera vez que me ignora completamente cuando vengo. Saqué un paquete de galletitas de la alacena y volví a mi cuarto con el vaso en una mano y el paquete en la otra. Me encerré de nuevo y me senté en mi escritorio para comer. Prendí mi televisor y busqué algo para ver. Supongo que es todo lo que voy a poder hacer hoy además de dormir y llorar.
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