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1731 Words
Sujetaba en mis manos temblorosas la prueba de embarazo, dos rayitas mostraban lo que más temía. La guardé y salí del baño, las dudas venían a mí una tras otra, no esperaba salir embarazada y menos en este momento que apenas estaba por finalizar la preparatoria. — Oliver, me gustaría hablar contigo — él se despidió de sus amigos y se acercó a mí — me encuentro embarazada, ¿Qué vamos a hacer? — ¿Cómo es eso de qué vamos a hacer? A ver, a mí no me quieras colgar tus milagritos porque bien sabes que no soy ningún tonto que se deja engatusar tan fácilmente. Esa es tu bronca, yo no sé qué tan hijo mío sea ese bebé que cargas. — Bien sabes que solo he estado contigo — bajé la voz y lo tomé del brazo — a ti te di mi virginidad, no puedes ser tan infeliz. — Por lo mismo, me diste tu virginidad y solamente esa ocasión tuvimos relaciones; es obvio que no puedes salir embarazada en tu primera vez. — Si se puede, solo a mí se me ocurre tener relaciones con un tipo que evidentemente no sabe nada de educación s****l; este bebé es tuyo y te informo que si no te quieres hacer cargo voy a hacer un escándalo tan grande que todo el pueblo se va a dar cuenta de lo que eres. — No empieces con tus cosas — él me empujó y se soltó de mi agarre — te recuerdo que soy el hijo del alcalde y nadie te va a creer, además quien te manda a ser tan pierna suelta, solamente eres una zorra con aires de pureza; en ningún momento te obligue a que tuvieras sexo conmigo y lo sabes bien. Salí del colegio y fui donde mi madre, la comida era exactamente la misma de siempre, frijoles con tortillas; no había nada más en esta casa que eso y aunque no me quejaba, tenía esas náuseas que me revolvían hasta lo que no tenía en el estómago. — Lo siento mamá, pero… Salí corriendo hacia el baño y vomité, mi mamá me esperaba en el umbral de la puerta mientras tenía sus brazos cruzados; esa mirada la reconocía tan bien que sin necesidad de que me dijera algo sabía a la perfección lo que vendría con esto. — ¿Cuántos meses tienes y de quién es la criatura? No me quieras ver la cara porque sé muy bien que estás embarazada — me vine de rodillas y junté las manos para pedirle perdón — mírame de una vez. — Lo siento mamá, te he fallado — empecé a llorar y me sujeté a su falda — tengo tres meses de embarazo y la criatura es de Oliver, él no se quiere hacer cargo del bebé y dice que no es suyo. — En este preciso momento vamos a arreglar eso — mi mamá me tomó del brazo y me levantó — nadie se atreve a decir tal cosa de ti y queda de pie, mi hija no va a ser la burla de nadie. Miré que mi mamá tomó el rifle que teníamos y salió mientras me tomaba de la mano, llegamos a la casa del alcalde y golpeó la puerta tan fuerte que todos los vecinos salieron de sus casas; ella gritaba a todo pulmón el nombre de este señor y la puerta fue abierta por él. — ¿Qué es ese escándalo? No puedo creer que aparte de la moral perdieras la cordura, vete a tu casa si no quieres que te mandé a la comisaría por una noche para que reflexiones sobre tu comportamiento. — A quien deberías decirle eso es al bastardo de tu hijo, él embarazó a mi muchacha y ahora no quiere hacerse cargo. — ¿Y qué quieres que haga? ¿Que mi hijo se case con la zorra de tu hija? Esa criatura bien puede ser de otro hombre y lo único que ustedes desean es salir de aquella choza que llaman casa, entonces se valen de un embarazo que seguramente no es de Oliver, ni siquiera porque se encuentran lejos del pueblo, dejan de hacer tanto escándalo. — No espero que se case, sino que al menos se haga cargo de la criatura, es su responsabilidad después de todo. Bien le dije a esta chiquilla que no se dejará endulzar el oído del descarado ese, pero claro, los padres somos unos exagerados que no queremos ver felices a los hijos y que solamente sabemos fastidiar con tantas prohibiciones. — Escucha bien, mi hijo no se va a casar o a responder por el chiquillo de tu hija. Si ella abrió las piernas tan fácil, pues que asuma las responsabilidades de sus actos y ya deja de fastidiar porque solamente estás buscando que… — Sí, que me metan presa — mi mamá me tomó del brazo — vámonos hija, eres muy valiosa para estar involucrada con estas personas; en la casa hablamos. — Mi hijo está conociendo a una verdadera mujer desde hace mucho tiempo, tu hija vale menos que el cobre en comparación con esa bella dama que si es de sociedad y no de la suciedad de la que ustedes vienen, no te atrevas a acercarte a mi hijo o a mi familia. — Ni que estuviera tan interesada en acercarme a semejante porquería — mi mamá escupió en los pies del alcalde — vergüenza me daría que me vieran con ustedes. Nosotras nos fuimos de ahí, al entrar en la casa mi mamá me empezó a dar palmadas mientras lloraba por esto. Se vino completamente al suelo y sus manos golpeaban este sitio. — ¿Acaso no aprendes de los errores que yo cometí? Bien sabes que mi historia es la misma que la tuya, un hombre me vino a endulzar el oído y salí embarazada de ti, entonces comencé a ser señalada en este pueblo, nadie me bajaba de ramera por haberme entregado a un hombre que me habló bonito y ahora va a pasar exactamente lo mismo contigo. — Lo siento por fallarte mamá — me vine al suelo y tomé sus manos entonces las besé — no se lastime más, no soy digna de eso. — Escucha bien mis palabras, hija, claro que eres digna de muchas cosas buenas. Todo lo bueno que te pase ten por seguro que es la recompensa de Dios, pero todo camino se encuentra con espinas, así que ten mucho cuidado — ella se levantó e hizo lo mismo conmigo — por el bebé ni tengas cuidado, no pienso darte la calle como lo hizo mi padre cuando salí embarazada de ti, aquí tienes techo y aunque sea tres platos al día de frijoles con tortillas. Mi mamá me apoyó en todo momento y quien me acompañaba a los chequeos médicos era ella, todo mundo me señalaba y murmuraba mientras veían mi barriga. Con el tiempo me acostumbré a esas cosas y mi coraza se fue haciendo de titanio, no dejaría que las habladurías de las personas me afectara en mi embarazo, amaba a mi hijo y nada ni nadie iba a cambiar eso. — ¡Quiero que pujes, Sariah! — el doctor gritó — tu hijo ya viene en camino, si no te apresuras puede morir ahogado dentro de ti. Puje lo más fuerte que pude y mi mamá me ayudó, mi grito resonó en toda la sala y después de unos segundos fue el de mi criatura que lloraba a todo pulmón; el doctor puso a mi bebé en mi barriga que ya no existía, él tenía una mancha de nacimiento en su espalda y con forma de medialuna. — Tu abuelo tenía esa mancha — mi mamá sonrió — es precioso, hija, bienvenido a este mundo mi querido nieto. La esposa del doctor que me atendió nos dio varias cosas para que le diéramos la bienvenida, ella era una mujer muy noble y con unos pensamientos que iban en contra de las creencias de los del pueblo, sin embargo, nadie se atrevía a decirle nada, ya que sabían a la perfección de quién se trataba. — Doctora, quiero que le ponga nombre — le sonreí y ella se sorprendió — yo soy mala para esas cosas, usted, en cambio, pone unos nombres muy bonitos y todos sabemos eso. — Ay muchacha, bueno, estuve pensando en uno, pero no sé si te vaya a gustar — ella miró a mi hijo y acarició su cabeza — Nevan, significa pequeño santo. — Muy bien — le di un beso en su cabeza — bienvenido al mundo mi pequeño Nevan, te amo con toda el alma y juro que haré lo que sea necesario para hacerte un hombre de bien. Gracias a la doctora fue que mi mamá tuvo siempre trabajo, muchas personas le cerraron las puertas cuando se dieron cuenta de mi embarazo. Los meses transcurrían y la situación se puso muy difícil, mi bebé tenía una alergia muy rara y la medicina era bastante costosa. — Mamá, encontré este anuncio de trabajo en la capital. Tendré que irme a trabajar hasta allá y espero que todo salga bien, el niño necesita las medicinas y con lo que usted gana de la lavada junto con lo que sacó haciendo mandados en el mercado, pues no alcanza. — Ay hija, no quisiera que te fueras, pero soy consciente que la situación ya la estamos mirando color de hormiga. No tienes idea la rabia que me da ver al tal Oliver andando de un lado para el otro con la camioneta que le dieron cuando salió de la preparatoria y tú ni siquiera la terminaste por estar trabajando como una burra para mantener a mi nieto. — No se preocupe, mamá, que de alguna forma me voy a cobrar algún día todo esto. No me importa que se metan conmigo, pero con usted o mi hijo en definitiva no lo voy a permitir. — Hija, no me gusta la idea que te vayas a trabajar a la capital — ella se mostró angustiada — eso es muy lejos de aquí, pero como te dije al inicio, se necesitan las medicinas del niño. — Le prometo que estaré en contacto con usted, el primer pago de mi quincena se lo enviaré completito para qué compré todo lo necesario…
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