Mis ojos se abrieron, intentando negociar la única parte de mi vida que aún no le había entregado. —El fin de semana hay una fiesta de disfraces. Debo ir con mis amigas. —¡No! —dijo, la palabra fue un corte seco. Su expresión se endureció—. Tú estarás conmigo. —Pero... —Empecé, sintiendo la desesperación. Era la única noche de verdadera libertad que tenía—. No puedo cancelarles. —Ven —ordenó, levantándose ligeramente y palmeando su regazo. Me levanté y, con la sumisión ya implantada, me senté en sus piernas. Estaba tan cerca de él, sintiendo el calor de su cuerpo a través de la tela de su traje. Me besó. Un beso profundo, que me recordó quién era el dueño de la conversación. Luego, me mordió suavemente el labio inferior. —Pero yo quiero estar contigo —susurró, su voz cargada de una

