+ALEJO+ Salí de mi habitación. La dejé durmiendo en mi cama, mi Luna, agotada. Entré a mi despacho. La rabia y la excitación todavía me quemaban. Me acerqué al escritorio y empecé a golpear la superficie de caoba, sintiendo el dolor en mis nudillos. —¡Aaaah! ¿Qué me pasa? —gruñí. Perdía el control cada vez que la tocaba, cada vez que la veía. Necesitaba un ancla. Marqué el número de Marcus. Él contestó al instante. —¿Qué pasa? —dijo, notando mi tono. —No sé qué hacer, Marcus. Estoy a punto de cometer una locura. —¿Qué hiciste? —dijo, preocupado. —Es que… la traje a mi casa. —¡¿Quééé?! —gritó Marcus. —No hay necesidad de que me digas bonete, ya lo sé —solté, anticipando su regaño. Caminé hacia la ventana, mi voz cargada de confesión. —Cuando hablaba por teléfono, la vi hablando c

