Bryan Bennet

3920 Words
Sostuve el papel blanco sobre mis manos; ese papel que no tenía ningún sentido. Yohanna tenía que esforzarse más en elaborar una lista, o mejor, elaborar una lista para desenamorarme.  Sí, eso es lo que tenía que hacer. No podía llevar la lista acabo porque sabía que no iría bien. Aún me quedaban unas cuantas clases con él y no iba a hacer ningún movimiento—como me animaba mi amiga— ya que seguramente saldría mal. Muy mal viniendo de mí. Seguramente nos pondría en una situación incómoda y tendría que esconder la cabeza bajo tierra como un avestruz. Necesitaba a Ed Sheeran para poder ponerle banda sonara a este momento de mi vida en el que estaba muy perdida. Me incorporé para buscar mi Ipod. Busqué en mi bolso, no estaba. Busqué en la maleta del instituto, pero lo único que encontré fue una máscara de pestañas que pensaba haber perdido. Me levanté, ya que estaba de cuclillas frente a la mochila, y puse las manos en mi cintura. Aaron. Salí de la habitación molesta y entré en la suya. —Llama la próxima vez —él estaba de espaldas, estudiando. —    Mi Ipod. —    No lo tengo —me quedé callada—. En serio, Ella, no lo tengo. —    Está bien Salí de la habitación cerrando la puerta y recordé el incidente que tuve cuando salí a correr. Taylor. Entré de nuevo en mi habitación y cogí mi móvil. Entré en la conversación de Taylor, la cual no borraba desde que habíamos hablado por primera vez.   Stella Bennet: Hola, siento molestarte. ¿Tienes mi Ipod por casualidad?     Me desconecté y esperé mirando a la pantalla impaciente. Cuando vi que pasaron varios minutos y no me había contestado, me mentalicé que tenía que dejar de mirar el móvil.   Me levanté de la cama y bajé al salón, donde papá estaba mirando algo en su portátil. Desde que mamá se fue al retiro espiritual hacía unos cuatro meses, papá estaba muy aburrido. Tan aburrido que cuando me acerqué vi que estaba buscando recetas.   Recordaba perfectamente cuando mamá nos reunió a todos en el salón para decirnos que un día encontró un folleto de publicidad de un retiro espiritual, estaba en medio del campo, sin comunicación. Decidió entonces que necesitaba un respiro y así nos lo hizo saber. Después de mirarnos todos unos momentos, aceptamos su decisión. No éramos nadie para obligarle a quedarse, si ella necesitaba retirarse al campo, que lo hiciera. Aunque yo no podría vivir sin internet, un problema que tenía que solucionar. Me senté en unos de los sofás y miré la televisión, que estaba con un volumen tan bajo que no era capaz de escuchar nada. —    ¿Cómo tienes el chichón? —    Me duele a veces. Pero bien. —    ¿Estás aburrida? Podrías limpiar tu cuarto. Rodé los ojos. — No estoy tan aburrida. Estoy cansada. —    Eso es porque te llevas todo el día tirada en la cama —Podría ser—. ¿Me ayudas después a hacer la cena? —    Vale. Cuando papá hacía la comida y me tenía a mí de ayudante mi hermano siempre aparecía para ver el espectáculo. —    No me gusta la cebolla —mi progenitor arrugó la nariz, no muy convencido. —    Vale, pero tenemos que echarle cebolla para refreír la carne, no se notará. —    Se va a notar —mi padre me quitó la cebolla de las manos—. Lo haremos solo con aceite. —    No podemos hacerlo solo con aceite, papá. ¿Puedes echarme cuenta una vez? me alteré y Aaron rio. —    De acuerdo, de acuerdo —mi padre levantó las manos en son de paz—. Hazlo como quieras, pero que no se note la cebolla. Rodé los ojos y me puse a hacerlo.   Al final, la cebolla no se notó y pudimos disfrutar de una rica cena mientras veíamos una película de acción.   Cuando llegué a la habitación vi que tenía varios mensajes, Yohanna, Kathy y Taylor.   Taylor Smith: Sí, si lo tengo. Te lo llevo el próximo día.   Sonreí y no supe por qué. Era porque mi Ipod estaba a salvo, seguramente era eso. El chico no me había escrito nada para que yo sonriera como una tonta a la pantalla del móvil.   El profesor de Español entró y dejé de mirar mi móvil. Lo guardé en el bolsillo pequeño de la maleta y miré a Yohanna, que aún seguía concentrada mirando la pantalla. Le di un codazo y esta miró al profesor. Guardó su móvil y se recostó en la silla desanimada. Robert, Robert y Robert. Eso era en lo único que mi amiga pensaba día y noche. No podía burlarme de ella ya que yo tenía otro nombre en mi cabeza. Hoy tocaba clase y Yohanna me había estado animando todo el día de que tenía que empezar con el plan. Me había negado. No sabía cómo hacerlo. Bueno, me daba vergüenza.     Salimos del instituto y Yohanna sonrió abiertamente a Robert. Que estaba apoyado en su coche, esperándola. Sus ojos miraron con brillo a los de mi amiga. He de decir que alegraba las vistas de todas. Su pelo castaño peinado hacia arriba y su chaqueta de cuero marrón lo hacían verse muy bien. —    Hola —ellos se besaron y se sonrieron. Después Robert dirigió su mirada a mí. — ¿Cómo está la enamorada? —pellizcó mi mejilla. —    Oh, aquí no se puede tener un secreto —me quité su mano de la mejilla, ya que estaba pellizcando con efusividad. —    Lo siento —Yohanna se encogió de hombros—. Necesitaba ayuda para elaborar la lista de Como conquistar a un chico. Me golpeé mentalmente y me ruboricé, por lo que subí al asiento trasero murmurando cosas incoherentes hacia mi amiga. Lo mejor era que ella ya había pensado en hacer esa lista para mí. ¿Alguien más sabía que era una negada a la hora de relacionarme con los chicos? Robert me llevó a casa ya que Yohanna no tenía ese día coche. —    ¿Vendrás? ¿Ella? —Robert llamó mi atención. —    Sí, claro —dije—. ¿Donde? Robert volvió a repetírmelo. — Este fin de semana, a un club, con mis amigos. —    Ah, vale. Sus amigos. ¿Cómo serían sus amigos? ¿Me dejaría Yohanna sola ante esos chicos que no conocía? —    Recuerda coquetear hoy —dijo Yohanna. Me ruboricé ante la carcajada de Robert. —    No se coquetear —dije con la boca pequeña. —    Oh vamos, Ella, saca tus armas de mujer —animó Robert. —    Él acaba de terminar con la chica, no voy a hacer nada. Robert paró frente a mi casa. —    Bueno, pues dedícate a lucir bien para él. Y de nuevo, estaba lista esperándole. Me había maquillado, base y delineado. Había estado enviándole a Yohanna fotos sobre la ropa que podía ponerme y ahora me encontraba vestida con unos jeans ajustados, mis converses y una camiseta azul ajustada con una frase en medio. Nada del otro mundo. El timbre sonó y me levanté de la cama. La puse bien y bajé. Respiré hondo y abrí la puerta, sonriéndole. Taylor me sonrió y nos saludamos como siempre "Hola". Entró y cerré la puerta. Lo seguí por las escaleras y me tropecé al no levantar el pie lo suficiente. Mi cuerpo perdió el equilibrio hacia delante y con mis manos intenté agarrarme de algo. Rozando los pantalones de Taylor. Mis manos dieron en el suelo haciendo ruido para evitar que mi cabeza diera con el escalón. Mi rodilla se clavó con fuerza en el escalón y mi otra pierna fue por libre. Jadeé ante el dolor y unas manos se pusieron frente a mí, cerca de mis brazos. —     ¿Estás bien? —    Sí. Taylor me cogió de los brazos para ayudarme a levantarme.  Cuando me puse de pie miré mis manos rojas. —    Vaya, te has dado un buen golpe —lo miré. Él estaba sonriendo muy abiertamente. —    Puedes reírte, te doy permiso —entonces Taylor soltó una carcajada. —    Anda, vamos —puso su mano en mi codo y me guio por las escaleras. Cuando llegamos arriba me soltó y ambos entramos en mi habitación. Me senté no pude evitar tocar mi rodilla. Me dolía. Estaba deseando quitarme los pantalones para ver qué me había hecho. Vaya manera de empezar a coquetear. —    Casi me quitas los pantalones —dijo divertido cuando se sentó  a mi lado. Sentí mis mejillas arder y Taylor rio entre dientes. — Lo siento. —    Me hace gracia cuando te sonrojas. Bien, empecemos. Le hacía gracia cuando me sonrojaba. ¿Eso era bueno o malo? No lo sabía, pero podría derretirme en la silla ahora mismo. Taylor empezó a corregirme las actividades y a explicarme los fallos. —    ¿Tienes alguna duda para el examen de mañana? —    No, lo llevo bien salvo por el fallo que tuve aquí —señalé la actividad. —    Bien. ¿Qué quieres que repasemos para mañana? Busqué en mi cuaderno lo que quería repasar. Mientras él hablaba sus ojos iban de mí al cuaderno. No me miraba más de tres segundos a los ojos. —    Mucha suerte mañana —dijo guardando su estuche en la maleta. —    Gracias, espero que me salga bien. —    Te saldrá bien, te preguntaré mañana cómo te ha ido —me sonrió y le sonreí de vuelta. – Ah, por cierto – dijo sacando algo de su maleta.  Mi Ipod. —    Gracias, no sabes lo difícil que ha sido sobrevivir sin él –Taylor me miró y sonrió. Cuando bajamos las escaleras papá estaba entrando en casa y Aaron estaba apoyado en la puerta de la cocina. — Hola —saludó mi padre— ¿Eres el chico que le da física? —    Si —dijo Taylor. Me puse a su lado. —    ¿Cómo lo lleva? —preguntó papá. —    Lo lleva bien, va muy bien. Aprobará si sigue así —sonrió. Papá también sonrió, pero esta vez mirándome. — Más le vale —rodé los ojos y Taylor me miró sonriendo. Papá se quitó de la puerta para que pudiera salir y Taylor la abrió. —Suerte, Stella —dijo Taylor mirándome una última vez. —    Gracias, adiós —lo despedí animadamente. De un coche que había parado detrás del de Taylor salió un chico con el uniforme verde militar. Mi corazón se paró y después de que ese chico cogiera la gran mochila, se giró. Bryan. Mis ojos se aguaron y tapé mi boca. —    Oh dios mío —sollocé. Taylor se giró y corrí hacia mi hermano. Tropezándome con mis pies en el camino. Cuando llegué a él salté a su cuello y me sentí realmente bien. —    Hola pequeña —Bryan dejó un beso en mi pelo—. Te he echado de menos. —    Yo también —lloré. Bryan me abrazó fuerte y se movió de un lado a otro sin soltarme. —    Tu novio nos mira. ¿No eres muy pequeña para tener novio? —reí entre las lágrimas y Bryan me soltó. —    No es mi novio —limpié mis lágrimas. —    Eso está mucho mejor —puso su brazo alrededor de mis hombros y me estrechó contra él cuando cogió su maleta, o mejor dicho, su saco. Cuando miré, el coche de Taylor ya se alejaba. Papá salió de casa junto a Aaron y ambos recibieron entre lágrimas y sonrisas a Bryan. Por fin en casa.       Ese día, papá le envió un mensaje a mamá diciéndole que Bryan había vuelto. Ella no tardó en contestar diciendo que haría las maletas y vendría. Eso era una buena noticia, la echaba de menos. Mientras que Bryan se duchaba, papá pidió comida China, la favorita de mi hermano. Estaba tan ilusionada por tenerlo de vuelta que me dedicaba a saltar de un lado a otro de la casa. Me senté en el sofá y miré a Aaron. — ¿Crees que Bryan seguirá con Sofía? —    Ni idea. Si es así, no lo tendremos mucho tiempo en casa. Bryan bajó y preguntó. — ¿Y mamá? Aaron y yo nos miramos y papá apareció para contestarle. — Se fue a un retiro espiritual, decía que estaba muy estresada. Bryan rio y negó con la cabeza. — No me extraña en mamá —se sentó a mi lado—. ¿Y ustedes qué? —nos miró—. ¿Cómo te va la universidad? —le preguntó a Aaron. —    Muy bien —dijo este dejando su móvil a un lado—. Todo por aquí va perfecto. Sobre todo ahora que Ella se ha enamorado. Me puse roja y quise que la tierra me tragara cuando todos me miraron. Papá rio. —    Ya sé por qué estaba tan feliz cuando ese chico venía. ¿No existía la posibilidad de hacerme más pequeña? —    ¿Qué chico? ¿El que estaba fuera? —    El mismo —dijo Aaron—. Le da clases de física. Bryan me miró alzando una ceja. — No estoy enamorada, solo pienso que el chico es guapo —me encogí de hombros.  —    Sonríe como una tonta la mayor parte del tiempo —rio Aaron. Lo miré mal y después miré a Bryan, que me miraba sonriente.         Me moví nerviosa, mis tacones resonando en la acera cada vez que me movía. Esa noche habíamos quedado con Robert y sus amigos y mi corazón se me iba a salir del pecho en cualquier momento. —    Tranquilízate, cualquiera diría que tienes dieciocho años, pareces una de quince. Yohanna siguió mirando su teléfono después de decirme eso. —    Ya sabes que no soy muy social con los chicos —jugué con mis manos, nerviosa. —    Lo sé, y tenemos que cambiar eso. Los amigos de Robert son muy simpáticos. —    ¿Cuántos son? —    Cinco. ¡Cinco! Me esperaba dos, no cinco. Bueno, cuatro, a Robert ya lo conocía. ¿Cómo serían? —    Ahí vienen. Miré a mi amiga que sonreía abiertamente. Ella llevaba un bonito vestido mientras que yo había optado por unos jeans y una camiseta. Esperé a que ellos se acercaran y Yohanna fue a besar a Robert mientras que los amigos de él se quedaban detrás esperando. Robert nos los presentó. El pelirrojo se llamaba Jack, el castaño Tom, el moreno Liam y el castaño de los ojos grises era Mike. Nunca había conocido a alguien con los ojos grises. Entramos en el club y nos dimos cuenta de que no había ningún sitio libre. Así que nos fuimos a la barra. No era la primera vez que iba a beber alcohol. Había bebido antes ilegalmente. La mayoría de los adolescentes no esperaba a los veintiuno para hacerlo, yo no era la excepción. Me sentí tímida y cohibida esa noche. Al principio no hablé mucho, ni al final tampoco. Los chicos hablaban entre sí, con Yohanna, y yo me quedaba allí, escuchándolos y riéndome cuando decían alguna estupidez graciosa. —    ¿Y esta chica no habla? —dijo el pelirrojo sonriendo. —    Claro que hablo solo que— Yohanna me interrumpió — Es tímida. —dijo evitando que yo dijera algo sarcástico. —    Ya lo vemos —dijo Tom bebiendo de su vaso—. No tienes por qué ser tímida, princesa. Odiaba que me llamaran princesa. Sonreí forzosa —    Creo que no le ha gustado el mote de princesa —dijo Mike. —    Lo de princesa está muy quemado, lo decís para que nos sintamos especial pero no es así. —    ¿Y por qué no? —me preguntó Tom. —    Porque siempre decís lo mismo. Princesa, que el físico no importa, y que queréis una relación seria. Jack, Robert y Mike soltaron una carcajada mientras Tom me miraba haciéndose el ofendido. —    Yo no soy así. Por cierto, ¿Te han dicho que tienes unos ojos muy bonitos, reina? Esta vez no pude aguantar y solté una carcajada con todos.   Me dejé llevar por la música, moviendo mis caderas y mis manos al ritmo. Kathy, que había hecho acto de presencia, bailaba a mi lado, todos bailábamos con todos, y eso me gustaba. Jack tenía una forma rara de bailar que me hacía reír. Jamás había visto a un chico mover tanto las caderas.   Me lo estaba pasando bien. Avisé a Kathy de que iba a ir a la barra a por una botella de agua, estaba al borde de la deshidratación. Esperé a que una pareja se quitara y me puse a esperar que me atendieran. Tiraron de mi pelo y me giré, el chico que estaba detrás de mí miró hacia otro lado. Fruncí el ceño y volví a mirar hacia delante. Volvió a tirar del pelo, esta vez no miré hacia atrás, si lo ignoraba quizás me dejaría tranquila. Volvió a tirar. Apreté mi mandíbula. Otra vez. Me giré levantando la mano dispuesta a plantarla en su mejilla lo más fuerte que pudiera. Pero alguien la paró. —    ¿Te está molestando? —Taylor soltó mi muñeca y puso su brazo alrededor de mis hombros.  Mi corazón bombeó con fuerza y me entró calor ante su cercanía. —    Oh, lo siento —el chico levantó sus manos—. No sabía que tenía novio. Novio. Ojalá. Pero no. Lo que tenía era elefantes en mi estómago ahora mismo. Vi al chico alejarse y Taylor me quitó el brazo de los hombros como si tuviera una enfermedad contagiosa terminal. —    Gracias. —    No hay de qué. Te he librado de una pelea —miró a su alrededor. —    Se defenderme sola —Taylor lo escuchó y me miró. Sonrió. — Claro. Me giré para ver si podía pedir mi botella de agua pero Taylor llamó a la chica y se me adelantó. —    Ponme un vodka con lima —me miró—. ¿Qué quieres tú? —    Una botella de agua. Taylor sonrió. — Y una botella de agua. Ambos observamos como la chica se movía echando la copa y sacando la botella del congelador. Ella puso la botella de agua en la barra y puse el dinero encima. —    Adiós —me despedí de mi salvador. Escuché un adiós por su parte y fui a donde estaban todos. —    ¿Ese es? —Yohanna cogió mi brazo. —    Sí. —    Dios mío, que guapo es. ¿Lo has dejado solo en la barra? Miré hacia la barra, donde Taylor se estaba tomando su copa mirando a la nada. —    Sí. Un chico no dejaba de tirarme del pelo y él me ha ayudado, bueno, me ha parado ya que iba a pegarle. Después ha puesto su brazo sobre mis hombros —mi amiga me miró emocionada—. Pero cuando el chico se fue, él me quitó el brazo como si le diera asco o algo así. —    Tonterías. No seas dramática —movió la mano con desdén—. Lo que hizo fue Tierno, deja de darle vueltas. No era dramática, él se había apartado de mí como si tuviera la lepra o algo parecido. No pude concentrarme en todo lo que quedó de noche, y eso me molestaba. Miré el examen concentrada. Todo lo que Taylor me había explicado vino a mi cabeza cuando leía cada ejercicio, sin perder el tiempo me puse a hacerlo. Cuando terminé el examen, lo repasé y me levanté decidida a entregarlo. El señor Thompson miró mi examen por encima y yo fui a recoger mis cosas antes de que viera algún fallo. Me colgué mi mochila y salí de la clase sin hacer ruido. Yohanna seguía dentro así que decidí esperarla fuera, ya que era última hora. Mi amiga leía su examen unas cincuenta veces antes de entregarlo, quizás por eso le iba mejor que a mí. Hoy hacía un buen día. El cielo estaba despejado, el sol calentaba pero no demasiado y yo estaba sentada en el césped escuchando música. Mi móvil vibró en mi mano. Un mensaje de Taylor.   Taylor Smith: No es de buena chica saltarse la última hora. ¿Cómo fue el examen?   Miré a mí alrededor a ver si lo veía.   Stella Bennet: ¿Me estás espiando? Fue bien, ¡aprobado seguro!     Taylor Smith: ¿Por qué piensas que te estoy espiando? Te he visto en línea. ¿Qué te pusieron en el examen?   Uní mis labios en una fina línea y volví a mirar a mí alrededor, por si acaso. Llamé a Bryan para que viniera a recogernos, ya que él había insistido. Después de Yohanna confesar un amor platónico por mis dos hermanos, nos montamos en el coche. —    ¿Cómo te va, Yohanna? —    Muy bien, ¿y a ti? —    Bien, no puedo quejarme. Contento de estar en casa. —    Es normal. ¿Deseoso de comer comida basura, no? Bryan rio. — ¿Cómo lo has adivinado? Miré a mi hermano y sonreí. Era increíble verlo aquí de nuevo. Cuando dejamos a Yohanna, mi hermano tiró por el camino opuesto a nuestro destino. —    ¿Dónde vamos? —    Vamos a recoger al sexymbol de nuestro hermano. Os invitaré a almorzar — sonreí. Cómo en los viejos tiempos—. ¿Cómo te fue en el club el otro día? —    Bien, me fue bien. —    No pareces una persona a la que le gusten esos lugares. Miré a Bryan, que hablaba sin apartar la vista de la carretera. —    ¿No? ¿Por qué no? —    No lo sé —Bryan se encogió de hombros—. Eres tan reservada, tan... —    ¿Tan...? —alcé una ceja—. Me gusta salir de fiesta, bailar y beber hasta quedarme inconsciente, solo que rara vez puedo hacerlo porque— —    Eres responsable —me interrumpió—. No pretendía ofenderte, Ella. Es solo que sigues siendo mi hermana pequeña y no me creo que hayas crecido y salgas a clubs. —    Va siendo hora de que la gente me tome en serio —me crucé de brazos. —    Oh vamos, nadie te puede tomar en serio con esa cara de niña. —    Querrás decir con esta baja estatura. Bryan rió. — No tengas prisa por crecer. —    No la tengo. Bryan me miró de reojo sonriente.   Cuando llegamos a los aparcamientos de la Universidad de Aaron, Bryan le envió un mensaje indicándole donde estábamos. Aaron salió a los aparcamientos hablando con una chica y Bryan y yo miramos realmente interesados esa escena. Aaron había tenido quizás una o dos novias serias. Un día me confesó que se había cansado, todas éramos iguales —menos yo— y él iba a disfrutar. Y a disfrutar no se refería a salir solo con sus amigos. Aaron podía permitirse tirarse a la chica que quisiera. Mi hermano se despidió de la chica y me señaló a los asientos traseros. Negué con la cabeza y lo señalé a él para después señalar a los asientos traseros. —    Soy mayor que tú, debería ir delante —dijo cuando entró. —    Esa excusa quedó omitida cuando cumplí los dieciocho. De todos modos, no es tan malo ir atrás. Tienes sitio suficiente para ti y tu ego. Bryan soltó una carcajada y Aaron sonrió de lado poniéndose el cinturón. —    ¿Dónde vamos? —    ¿Pizza? —nos miró Bryan. —    ¿De verdad lo preguntas? —encendí la radio. Dark Horse de Katy Perry estaba sonando. Mis hermanos y yo nos miramos y empezamos a cantarla. Los tres empezamos a bailar y reí. A pesar de que mis hermanos solían ser bastante protectores conmigo, tenía los mejores hermanos del mundo. Sinceramente, me encantaba ser la pequeña.      Nos sentamos en una mesa y cuando el camarero vino a atendernos, Aaron se apoyó en el respaldar de la silla y miró a Bryan. Bebí de mi Coca-Cola observando la escena. —    ¿Sigues saliendo con Sofía? Bryan lo miró con una ceja alzada. — Sí. ¿Por qué? —    Curiosidad —Aaron se encogió de hombros. Aaron sabía algo que no me había contado. Sofía había estado mucho en mi casa, siempre se ponían a ver películas en el salón cuando nuestros padres no estaban y Aaron y yo estábamos incluidos siempre en esas noches. Pizza y palomitas incluidas. Ella siempre me había ayudado cuando tenía algún problema. —    Bueno, he encontrado esto en tu cajón —dijo Bryan. Dejó un papel arrugado encima de la mesa y fruncí el ceño. Aaron lo cogió antes que yo y lo abrió. —    Como conquistar a un chico —leyó. Soltó una sonora carcajada haciendo que varias personas se le quedaran mirando—. No puede ser, Ella. Te creía más madura. Tierra trágame. Intenté quitarle el papel pero él me lo impidió. — Uno. Tu actitud. —    Para, Aaron, no tiene gracia —me enfadé. —    Dos. Mostrar interés por él y las cosas que le rodean. Miré a Bryan y este le quitó el papel. — ¿Por qué no nos preguntaste a nosotros? Podríamos haberte aconsejado —me dijo mi hermano mayor. —    No quiero consejo de nadie. —    Stella está enamorada —canturreó Aaron. —    No estoy enamorada —dije mirando mi Coca-Cola. —    Pensé que no creías en el amor. —    No creo. Me parece una estupidez el amor y todo lo relacionado con él. Odio tener que estar hablando con una persona 24/7 y prestarle toda mi atención a ella. Odio las cosas cursis y no me gustan las rosas ni los corazones y— —    Pero si es Taylor quien te habla 24/7 no te importaría ¿Verdad? Junté mis labios en una fina línea. —Solo me gusta, no estoy enamorada. Fin. —    De acuerdo —dijo Bryan—. ¿Hablas con ese chico solo de física o sabes algo de su vida? Suspiré y empecé a contarles a mis dos hermanos, todo.     
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