Nuevas sensaciones

4763 Words
Era una sensación extraña que no podía describir. Me sentía volando y la sensación de felicidad no desaparecía. Eso me gustaba y a la vez me asustaba. Él hacía que me comportara extraño, que no pudiera pensar con coherencia a su lado y dijera cosas estúpidas debido a los nervios.   Me duché corriendo antes de que Taylor llegara. Me sequé el pelo con el secador y me miré en el espejo. Vi mi pelo ondulado un poco revuelto, mi rostro blanco y mis ojos estaban raros debido a que no los había delineado aún. Fui rodeada con la toalla a mi habitación y me la quité tirándola a la cama después de cerrar la puerta. Tarareé una canción de Taylor Swift mientras me ponía la ropa interior. Abrí el armario y miré la ropa sin saber que ponerme. Cogí unos pantalones vaqueros y una camiseta de mangas largas fina. Me miré al espejo no muy convencida con esos pantalones vaqueros. Fruncí el ceño y me dirigí de nuevo al armario, cogiendo unos más ajustados. Cuando me miré al espejo de nuevo me puse de lado para ver cómo me quedaban los pantalones.   Un momento.   Me puse de frente y levanté mis manos ante mi reflejo. ¿Estaba vistiéndome bien para él? ¿Qué iba mal conmigo? Pasé mis manos por los pantalones y respiré hondo. Una parte de mi cerebro exigía que me vistiera como una indigente para demostrarme a mí misma que no me gustaba. La otra parte me ordenaba que fuera al baño a arreglar mi cara de zombi para no asustarlo. Junté mis labios en una fina línea y cogiendo mi toalla salí de la habitación para dirigirme al baño.   Había que decir que Taylor era muy puntual. Así que cuando fueron las cinco y media mi estómago tiraba en todas las direcciones y mis ojos miraban mi habitación revisando que estaba todo en orden. El timbre sonó y bajé lentamente. Abrí y Taylor me sonrió. A lo que, sin duda, sonreí de vuelta saludándolo. Él subió por las escaleras y lo seguí. Entramos en mi habitación y dejé la puerta abierta, ya que no había nadie en casa. Taylor puso la maleta a los pies de mi cama, como ya era costumbre y sacó las cosas dejando la mochila allí. Me senté y abrí el cuaderno. Esperé a que él sacara su bolígrafo y entonces hablé. —    Tengo dudas. Después de preguntárselas y que él, pacientemente, me las aclarara, empezamos la clase. —    .... el siguiente paso es descomponer aquellas fuerzas cuya dirección no coincida con alguno de los ejes de coordenadas en sus componentes cartesianas —dijo. Asentí lentamente intentando captar lo que me decía—. En este caso, la única fuerza que no coincide es la fuerza F —señaló el dibujo que había hecho—, por lo que procedemos a descomponerla en sus componentes Fx y Fy. ¿Puedes descomponerla? Dejé de mirar su cuaderno para mirarlo con los ojos muy abiertos. Un sudor frío recorrió mi nuca cuando él se echó hacia atrás en la silla, alzando sus cejas y sonriéndome de forma matadora. Su rodilla daba con la mía y yo sonreí abiertamente, incómoda. —    No sé por qué me preguntas eso si sabes que no lo sé. —    Me gusta ver la cara que pones —sonrió enseñando sus dientes y mi corazón latió desbocado. Ni siquiera pude contestar. —    ¡Ya estoy aquí! —gritó Aaron desde el pasillo. Ni siquiera pude contestar porque él siguió hablando— He estado pensando en lo que te dije de jugar en ligas superiores, eso es una tontería, pequeña, no quiero que te sientas… —entró en mi habitación y nos miró— No sabía que tenías clase hoy. No será porque no se lo dije. —    Sí. —    Siento interrumpir, hablamos después. —Aaron salió y ambos nos quedamos mirando a la puerta, para después mirarnos y continuar.     Taylor estaba recogiendo las cosas y yo esperaba a que él lo hiciera. — ¿Liga superior? —preguntó Taylor. —    Oh sí, bueno, mi hermano es un... ¿ligón? —sonreí— Liga demasiado. —    ¿Y ligar demasiado es malo? —Taylor se colgó la mochila y me miró sonriendo. —    Bueno, no, o sí. No lo sé, es decir —me puse nerviosa al intentar encontrar las palabras adecuadas— Yo estaría agobiada si muchos chicos fueran detrás de mí. Cerré la boca cuando Taylor rió por lo bajo y me di cuenta que estaba liándola. Caminó hacia la puerta. —    No creo que sea agobiante. Gusta cuando lo pruebas —se giró y me guiñó un ojo antes de empezar a bajar las escaleras. Lo seguí y él abrió la puerta. — Nos vemos el viernes, Stella. —    Si, adiós —ambos nos sonreímos. Cerré la puerta cuando Taylor bajó las escalera del porche. Me apoyé en la puerta y vi a mi hermano mirándome desde de la puerta de la cocina. —    Te gusta. —    No. Aaron sonrió y se cruzó de brazos— Te has maquillado. —    Siempre me maquillo. —    No después de ducharte. —    No soy de recibir a la gente con cara de zombi. Los muertos vivientes lucen mejor a mi lado cuando no me maquillo. Mi hermano me miró una última vez antes de entrar a la cocina. Había quedado como una tonta. Ya sabía que mi situación amorosa no era buena. Golpeé mi frente con la mano. ‹‹Me gusta ver la cara que pones›› No pude evitar sonreír al recordar sus palabras. — ¿Por qué estás sonriendo? —Aaron estaba de nuevo apoyado en la puerta mientras se comía un taco. ¿Había comprado tacos y no me había dicho nada? —    No estoy sonriendo —me puse derecha y dejé de sonreír. —    Claro que no —mordió el taco.  —    ¿Has comprado para mí? —le pregunté dirigiéndome a la cocina. Él me siguió. —    Claro, no quería tener tu boca en mi mano al ver mi taco —le saqué la lengua y cogí mi delicioso taco entre mis manos—. Deberías decirme cuando viene el chico para que no me coja por sorpresa. Podría haber entrado desnudo a tu habitación. Casi me atraganto con la comida. — Ni se te ocurra hacer eso nunca —dije con la boca llena. Aaron soltó una carcajada. — Jamás lo haría. ¿Quién te crees que soy? —lo miré. Mi hermano era un exhibicionista en potencia. Él lo sabía, Bryan y yo lo sabíamos y papá y mamá se lo imaginaba. —    ¿Cómo te van las clases? — preguntó. Me limpié la boca con una servilleta. —Van bien, hay veces que no sé cómo no me ha dado con la calculadora en la cabeza. Aaron rió y negó con la cabeza.   Recordaba perfectamente la hora tan desesperante que pasamos. Taylor me explicó uno de los problemas que venía en mi libro. Mi mente era incapaz de entenderlo y estaba desesperándome por momentos, haciendo que Taylor tuviera que relajarme cuando tiré el lápiz al escritorio dándome por rendida. Al final lo entendí, más o menos… —    No tienes que preocuparte por no ser popular entre los chicos —Aaron me sacó de mis pensamientos. Bebí agua para bajar lo que me había comido mientras escuchaba atenta a Aaron— Ya llegará, no tengas prisa. —    No tengo prisa —Aaron me sonrió antes de salir de la cocina. No me creía. Y no sabía por qué.       Yohanna me dio un codazo y la miré aburrida mientras el profesor seguía hablando. —    Deja de cerrar los ojos, va a darse cuenta —susurró. Cómo si quería echarme de la clase, me haría un enorme favor. La noche anterior no había dormido nada, por lo que  ni corrector y el maquillaje pudieron tapar mis ojeras. Había estado toda la noche dando vueltas en la cama, pensando sobre todo y nada a la vez. Había contado hasta cien ovejitas, imaginándolas saltando una valla y no había funcionado. Había buscado en youtube música para relajarse y me había puesto los auriculares. Conseguí quedarme traspuesta. Pero lo que me funcionó a las cinco de la mañana fue centrarme en mi respiración. No sé si fue por eso o porque estaba muy cansada, pero me dormí, para que a las siete me sonara el despertador. —    Stella, ¿Sigue aquí o se ha ido al planeta de los sueños? —las gruesas y canosas cejas de mi profesor se alzaron mientras me miraba. Toda la clase puso esta vez su atención en mí. Me puse derecha en la silla y le contesté— Sigo aquí.... por desgracia —murmuré cuando el profesor volvió a seguir con la clase—.  Aunque eso del planeta de los sueños no suena nada mal —bostecé cubriendo mi boca. —    ¿Por qué no has dormido? —me susurró de nuevo mi amiga. —    No lo sé, pero estoy agotada, solo quiero llegar a casa y dormir.   Dicho y hecho, cuando llegué a casa solté la mochila en el suelo y me tiré en la cama, quitándome los zapatos con los pies. Me acomodé entre los cojines y cerré los ojos, llevándome por el cansancio.   Unas voces y mi cuerpo zarandeándose hicieron que abriera los ojos, muy a mi pesar. —    Stella, Stella —Aaron sonaba desesperado. —    ¿Qué? —murmuré incorporándome. —    ¿Qué? ¿Cómo que qué? Este chico llevaba media hora llamando a la puerta y al móvil —miré a Taylor, que miraba la escena desde la puerta—.  Cuando llegué y me lo encontré pensé que te había pasado algo, ayer no te encontrabas muy bien. Bueno, puedo decir que ayer estaba de bajón, pero nada grave, sabía sobrevivir a eso. —    Lo siento, no he pasado una buena noche y me he quedado dormida. Incluso había olvidado que tenía clase —me levanté de la cama haciendo que Aaron me dejara mi espacio— ¿Llevas mucho tiempo fuera? —    Como una media hora —metió las manos en sus bolsillos. —    Lo siento —me disculpé—, puedes dar la clase o ya no… —me interrumpió. —    Puedo quedarme, no hay problema —sonrió. Miré a Aaron y este asintió, dejándonos solos. Mi vista se fijó en el escritorio lleno de ropa. Me acerqué a él y cogí toda la ropa para ponerla en la cama despejé el escritorio de varios libros. —    Voy a traer otra silla —murmuré. Salí de la habitación y entré en la de Aaron. —    Puedes entrar, Ella —dijo poniéndose unos pantalones de chándal. —    Solo vengo a coger la silla. Cuando llegué a mi habitación Taylor ya estaba sentado en la silla y miraba su móvil. Puse la silla que llevaba al lado, a una distancia prudente y me senté. Abrí los libros y Taylor guardó su móvil. —    Le has dado un gran susto a tu hermano, sobre todo cuando empezó a zarandearte y no te despertabas. —    Sí, bueno, supongo que alguien tenía que ser la marmota de la familia. Taylor rio negando con la cabeza y comenzamos la clase.     Cuando le pagué a Taylor le pedí las llaves del coche a Aaron y salí junto a él. Necesitaba ver a Yohanna urgentemente. —    ¿Ya ha decidido que quieres estudiar? —preguntó mientras bajábamos las escaleras. —    Creo que me decantaré por turismo. —    Turismo —repitió—.  Una carrera interesante, tiene que ser divertida —abrió la puerta y salí detrás de él. —    Eso espero —bajamos las escaleras del porche. —    Hablamos este fin de semana para ver qué día quedamos. —    Vale, adiós —me despedí sonriente y abrí el coche para subirme. Nivelé el sillón para que estuviera a mi altura y así poder llegar a los pedales. Coloqué bien los espejos retrovisores y me puse en marcha. Adelanté a Taylor al salir de la calle y conduje a casa de mi amiga. Las horas con Taylor siempre se me pasaban demasiado rápidas. Su forma de explicarme, su paciencia, su sonrisa, sus ojos verdes mirándome...   Negué con la cabeza y aparqué frente a la casa de mi amiga. Me bajé con el móvil y las llaves en la mano. Cerré el coche y caminé rápido hacia el porche de Serena. Nunca llamar a la madre de Yohanna por su apellido, demasiado formal para ella. Según me dijo un día, la hacía sentirse vieja. —    Hola, Ella —Serena me dejó entrar—. Yohanna está arriba. ¿Quieres algo de Beber o comer? —    No, muchas gracias. Subiré a ver a Yohanna. La madre de mi amiga asintió y subí las escaleras hasta llegar a la puerta de mi amiga. Toqué dos veces y abrí un poco la puerta. —    ¿Puedo pasar? —    ¿Ella? —preguntó extrañada—. Claro, pasa —abrí la puerta y entré. Mi amiga me miraba confusa. Nunca iba a su casa sin avisarla antes. Ella estaba en pijama mientras veía algo en su portátil. —    ¿Qué ocurre? —    Tengo un problema —dejé mi móvil y las llaves en su cama. Yohanna me miró alzando una ceja, esperando que continuara—. Me gusta Taylor, o eso creo, no lo sé. Ella sonrió abiertamente y cerró su portátil dejándolo en la mesita de noche. —    Eso ya lo sabía yo. Junté mis labios en una fina línea. — Estoy jodida —gemí frustrada tirándome a los pies de su cama—. Odio esto, de verdad. Me encanta la forma en la que me mira, o cuando su mano roza la mía o cuando nuestras rodillas chocan, cuando me sonríe o... no lo sé —suspiré—. Yohanna, el otro día me cambié cuatro veces de ropa antes de que él viniera. ¡CUATRO! Es una locura. —    ¿Cuántas clases llevas? —    Pues... ¿Catorce? No lo sé —me senté en la silla que estaba junto escritorio. —    ¿Por qué no te lanzas? —    Tiene novia, Yohanna. Además, lo que quiero es desenamorarme. —    ¡Cómo vas a desenamorarte! No seas tonta —movió su mano con desdén—. Es hora de que empieces a ligar. —    No sé ligar. —    Bueno, yo podría ayudarte con eso —sonrió abiertamente. —    ¿Te he dicho ya que tiene novia? —dije mientras observaba a mi amiga coger un  libreta y un bolígrafo. —    ¿Importa? Abrí los ojos de par en par. — ¡Por supuesto que importa! No se va a fijar en mí si tiene novia. —    Ya la dejará. Abrió la libreta y escribió algo en ella. Me incorporé un poco para ver qué estaba escribiendo. “Cómo conquistar a un chico”. Jadeé y apoyé la cabeza de nuevo en el colchón. Era absurdo. Sabía que hacer esa lista era una pérdida de tiempo, ya que no iba ni siquiera a intentarlo, ¿no?   Yohanna arrancó la hoja y me la dio. Fruncí el ceño y empecé a leer.   Como conquistar a un chico   1. Tu actitud. 2. Mostrar interés por él y las cosas que le rodean. 3. Contacto físico 4. CITA. 5. Si la cita va bien, conquistaste al chico. Empecé a reírme a carcajadas, ganándome un golpe con un cojín de parte de mi mejor amiga. Cuando pensé que hacer una lista era muy absurdo, Yohanna me sorprendía. —    Yohanna, esta lista es horrible. —    ¡Es perfecta! —me quitó el papel de mis manos—. Lo primero que tienes que mejorar es tu actitud. Me incorporé para sentarme. — ¿Mejorar mi actitud? No puedo ser más simpática y amable. —    Stella, te conozco. Seguramente parecerás un flan delante de él y no dirás muchas cosas con coherencia. Bueno, ahí tenía razón. Un punto para ella. —    No se puede evitar ser un flan. —    ¿Y lo de decir estupideces? Continuemos. ¿Muestras interés por él y las cosas que le rodean? Llené mis mejillas de aire y lo retuve ahí hasta que lo solté. — Pues… —    Eso es que no —me miró con desaprobación. —    ¿Qué quieres que le pregunte? ¿Si se enjabona primero el cuerpo o el pelo? Yohanna soltó una carcajada. — No seas burra. Tienes que preguntarle sobre su vida, pero siendo sutil. No queremos que piense que eres una acosadora —esta vez me tocó reír a mí —. ¿Sabes si tiene hermanos? —    Bueno, en ** vi una foto… —miré a Yohanna. —    Tienes que preguntarle, tienes que saber algo sobre su vida. Si le gustan los animales o algo así. Contacto físico —leyó—.  ¿Lo has tocado? Alcé una ceja. — ¿Tocarlo? —    Sí, por ejemplo si has tocado su hombro o algo. —    ¿A cuento de qué iba a tocarle el hombro? —    Cuando diga algo gracioso. —    Oh, claro, es que la física es súper divertida, no dejamos de reírnos durante la hora que estamos juntos —bufé. El pie de Yohanna se dirigió a mi abdomen y me empujó, haciendo que cayese en la alfombra. — Eso ha sido cruel, podrías haberme matado. Y te recuerdo que la que sabe esconder un c*****r soy yo. La cabeza de Yohanna apareció en mi campo de visión. — Estabas siendo idiota. ¿Por qué eres siempre tan negativa? —    No soy negativa —me senté en la alfombra—, soy realista. Tiene novia y es simpático conmigo porque es su personalidad y porque me da clases. Fin. —    ¿Y si no tuviese novia? —    Ni siquiera lo intentaría. —    ¿Por qué? —    Me da miedo el rechazo, ya lo sabes. Además, ¿dónde quedó eso que el chico tiene que conquistar a la chica? —    En el siglo pasado y en los libros que lees. Bienvenida al siglo XXI, amiga.       Al final del día llevaba una nota guardada en mi bolsillo trasero. Una nota que iba a ignorar, porque el chico tenía novia, yo no jugaba en su misma liga y porque era demasiado tímida para intentarlo. Llegué a casa y bajé del coche suspirando. Entré y papá me saludó desde el salón. —    Voy a correr. —    ¿Ahora? —papá dejó de mirar la televisión para fijar su vista en mí. —    Sí, me apetece. —    Te quiero aquí a las nueve. —    Son las diez —reí. Subí las escaleras y pasé por el cuarto vacío de Aaron para llegar al mío. Me encerré en él y me quité la ropa para ponerme ropa de deporte. Me miré al espejo mientras recogía mi pelo en una cola. Cogí mi Ipod y salí de casa despidiéndome de papá, era de noche y el barrio estaba tranquilo. Me puse mis auriculares y enganché el Ipod a la ropa. Estaba lista.    Hardwell sonaba en mis oídos mientras intentaba controlar la respiración para no ahogarme mientras corría. Estaba cansada y la música me animaba a correr, incluso tenía ganas de pararme y ponerme a bailar.   No sabía cuánto tiempo llevaba corriendo, pero estaba un poco lejos de casa. Divisé a lo lejos un cruce, no había coches, por lo que no me paré y seguí corriendo. Taylor venía a mi cabeza una y otra vez. No podía dejar de pensar en él y odiaba no poder parar. No servía de nada pensar en él, tenía que hacer algo. Cuando me quise dar cuenta una bicicleta chocó conmigo por mi derecha haciendo que mi cuerpo volara hacia la izquierda y me golpeara contra el asfalto. Nuestros cuerpos caer y el ruido de la bicicleta resonaron en toda la calle, seguramente haciendo que las pocas personas que había por allí se quedaran mirando. Hardwell ya no sonaba en mis oídos. Gemí dolorida por el golpe y me llevé mi mano a la cabeza cuando me incorporé un poco. —    Hey, ¿Estás bien? ¿Stella? Miré al procedente de esa voz para encontrarme con unos ojos verdes que me miraban preocupados. —    Estoy bien —murmuré. —    Ven, pongámonos en la acera. Taylor cogió mis manos y no, no sentí una corriente eléctrica por todo mi cuerpo, sentí el calor de sus grandes manos sobre las mías y eso fue suficiente para mi pobre corazón. Me levantó y caminé a la acera mientras Taylor cogía su bicicleta y la apartaba de la carretera. Me senté en la acera, sin molestar, ya que estaba un poco mareada, mi cabeza había golpeado con ganas la calzada. La bicicleta de Taylor cayó a mi lado y se puso de cuclillas frente a mí. —    ¿Te has dado en la cabeza? —preguntó.  Asentí lentamente. Su mano se puso encima de la mía y después de un segundo, la aparté. Él tocó el sitio donde me había dado e hice una mueca. —    Mañana tendrás un buen chichón —sonrió sin enseñar sus dientes—. ¿Te hiciste algo más? —    No lo sé —miré mi cuerpo, varios rasguños en mis brazos y mi ropa un poco sucia—. Pronto saldrá un hematoma aquí —señalé mi brazo derecho—. Estoy bien. ¿Tú estás bien? —lo miré. —    Perfectamente, no han sido a mí a quien han atropellado —asentí torpemente. Estaba un poco mareada por el golpe, pero no era nada que no pudiera controlar. Me levanté junto con Taylor y mi cabeza dio vueltas. Volví a sentarme rápidamente. —    Estoy mareada —le informé. Flexioné mis rodillas y metí mi cabeza entre estas. —    ¿Quieres que llame a alguien? ¿Tu padre? —    No, estoy bien. Eso solo serviría para que se preocuparan demasiado y ninguno me dejara salir sola por peligro de muerte —Taylor rio entre dientes—. Solo voy a quedarme un poco aquí. —    ¿Se encuentra bien? —escuché la voz de una mujer pero no levanté la cabeza—. ¿Hace falta llamar a una ambulancia? —me tensé. Eso sería demasiado drama. —    Solo está un poco mareada, eso es todo. No hace falta, gracias. —    Hay que tener cuidado —suspiró esta—, podría haber sido peor —se fue murmurando y levanté mi cabeza. —    Tengo tu Ipod. Estaba tirado en la carretera. —    Vale. Creo que puedo levantarme. —    ¿Estás segura? —asentí y me levanté. Respiré hondo. No estaba bien del todo pero podría llegar a casa sana y salva—. Te acompañaré a casa —lo miré. —    No, no hace falta. Estoy bien. —    No voy a arriesgarme a que te caigas, no te preocupes. Vamos. —cogió la bicicleta y se puso a mi lado, seguramente por si mi cabeza fallaba y me iba directa al suelo. Suspiré y empecé a andar. Ambos estuvimos en silencio un momento hasta que él habló. —    ¿Haciendo ejercicio? —preguntó. —    Sí. ¿Tú también o ibas a algún sitio? —    Venía de un sitio, iba a casa. Siento no haberte visto, estaba pensando y cuando me di cuenta tú ya estabas volando y yo estaba en el suelo. —    Yo debería de haber mirado —murmuré. Y de nuevo se hizo el silencio. —    ¿Haces ejercicio por diversión, por mantenerte en forma o porque piensas que lo necesitas? —    Mantenerme en forma, aunque la verdad es que solo lo hago porque me mantiene la mente ocupada durante ese tiempo y dejo de pensar —me encogí de hombros. —    Creo que hacemos ejercicio por lo mismo —me sonrió. ¿Se podía estar más nerviosa?—. ¿Que estudia tu hermano? —    Literatura. —    Veo que las matemáticas no son lo fuerte en vuestra familia. Reí. — Para nada. —    Bueno —dije cuando estábamos cerca—. Ya puedo ir yo sola, estoy mejor. —    ¿Segura? —asentí— Está bien, nos vemos la semana que viene. —    Si, adiós —le sonreí. —    Adiós.   Cuando llegué a casa, Aaron estaba sentado en el sofá con su móvil. Aún estaba vestido e imaginaba que mi cena estaba en el horno, como siempre que comía más tarde que el resto. —    ¿Ha sido productiva tu carrera nocturna? —me preguntó sin mirarme. —    Sí  —me senté en uno de los sillones y Aaron me miró. Su ceño se frunció. —    ¿Qué te ha pasado? —    Una bicicleta me ha atropellado, pero estoy bien —Aaron fue a hablar—. Ha sido Taylor —Él alzó una ceja—. Yo no lo vi y él no me vio. —    ¿Estás bien? —se levantó para examinarme de cerca. —    Solo me saldrá un bulto en la cabeza,  estoy bien —Aaron me miró con desaprobación—. Él me acompañó a casa. Entonces su rostro se volvió más suave, hasta que la comisura de sus labios se levantó formando una sonrisa. —    ¿Te ha acompañado? Bueno, faltaría más después de llevarte por delante. ¿No quieres que te lleve a Urgencias para que te miren el golpe de la cabeza? Me levanté del sofá — No, estoy bien. Me daré una ducha. ¿Papá ya se ha acostado? —    Sí, me dejó pendiente por si no llegabas.   Me metí en la ducha y dejé que el agua templada relajara mis músculos. La verdad es que me dolía mucho la cabeza. No sabía si sonreír o llorar por lo que había pasado. Muchas sensaciones se agolpaban en mi interior y no sabía cómo reaccionar a ellas. Sabía que saldría mal parada de todo esto como no dejara de obsesionarme por él. Eso era, una tonta obsesión adolescente. Se me pasaría.           A la mañana siguiente, Kathy vino a mi casa no muy contenta. Su rostro expresaba tristeza. Tenía a una de mis amigas sentada en mi cama mirando sus manos mientras yo limpiaba mi habitación y esperaba que ella estuviese preparada para contarme que le había pasado la noche anterior. Kathy ya tenía veintiuno, por lo que salía de fiesta y sus fines de semanas eran más entretenidos que los míos. —    Ayer volví a acostarme con Elliot —escuché su débil voz y me giré. Elliot Hamilton, su ex-novio. No lo conocía personalmente, pero ya tenía que ser bueno en la cama para hacer que mi amiga cayera una y otra vez. El tío era un estúpido que le ponía los cuernos a su novia con mi amiga. Por si fuera poco, tenía a Kathy llorando por todos los rincones cuando había algún encuentro entre ambos. No todo lo que se decían eran palabras bonitas. —    ¿Qué te has acostado otra vez con él? —ella mordió su labio y asintió— Kathy, ¿Por qué? Sabes que no es lo mejor, ya hemos hablado de esto muchas veces. Elliot no te conviene. Solo te quiere para acostarse contigo. —    Yo le atraigo. —    Sí, le atraes. Pero no te quiere, si te quisiera, no te hubiera dejado por su actual novia. ¿No? Ella juntó sus labios en una fina línea. Quizás estaba siendo dura. — Kathy, no pretendo hacerte sentir mal ni nada, es solo que... —    Valoro eso, eres una de las pocas personas que me dice lo que tengo que oír y no lo que necesito. —    Él no te merece —me senté a su lado—¿Lo sabes, no? Eres mucho más que un simple polvo o una simple caricia. Te mereces mucho más, y estoy cansada de repetírtelo. Te digo esto porque eres mi amiga. —    Lo sé, no sé en qué estaba pensando. La puerta se abrió, Aaron entró en bóxer mientras se tocaba el pecho. — Hola Kathy. ¿Otra vez triste? —    Me estaba contando el final de una película que vio ayer, donde el protagonista muere a manos de su hermana por no llamar a la puerta. —    Vaya, tuvo que ser un protagonista muy sexy para que te afectara tanto —miró a Kathy y esta soltó una risita—. Aunque sinceramente, que hayas venido de visita y no hayas traído el desayuno... no es cosa de buena amiga. —    Eres un cara dura —dijo Kathy burlándose. —    Estás en mi casa, sabes que siempre tienes que traer algo de comer. Dejé que mi hermano siguiera  ya que hacía que Kathy se despejara. Le había contado algo de la historia de mi amiga a mi hermano porque ya no sabía cómo ayudar a Kathy, incluso a veces no sabía que decirle. —    ¿Te parece si salimos esta noche? —me preguntó Kathy en la puerta de casa— Y llamamos a Yohanna. —    Me parece bien. Hablamos por el grupo que podemos hacer  —Ella asintió— Nos vemos después, gracias —me abrazó. —    Ten cuidado —dije antes de que ella bajara las escaleras de mi porche. Cerré la puerta y vi a mi hermano mirándome. —    ¿Sabes que conozco a la novia de Elliot? —dijo. —    ¿Sí? ¿Ella sabe que es cornuda? —    Para nada. Está muy feliz en su burbuja. —    Me gustaría explotársela —murmuré entrando en la cocina. —    Será mejor que no te metas en cosas que no son de tu incumbencia. —    No iba a hacerlo, Aaron. ¿Me ves capaz de hacerlo? —Lo miré después de llenarme un vaso de agua. —    No, creo que eres más lista que todo eso. Pero por si acaso —se fue de la cocina y miré el mármol de la encimera con los labios juntos. Suspiré y me bebí el vaso de agua.     Me llevé toda la tarde estudiando literatura hasta que recibí un mensaje. Miré mi teléfono. Un mensaje de Taylor.    Taylor Smith: ¿Cómo estás? Stella Bennet: Estoy bien, gracias   Me desconecté y dejé mi cabeza caer contra el libro haciéndome un poco de daño. —    Ay —murmuré—.  Esto es una mierda —suspiré.         Esa noche, como Kathy nos dijo, salimos. Nada especial, solo fuimos a una especie de pub y nos sentamos fuera para que ella pudiera fumar. Bebí de mi Coca-Cola mientras Kathy nos contaba algo sobre su clase. Ella estaba estudiando psicología, irónico cuando no podía ordenar su propia mente. Conocimos a Kathy por medio de una amiga y se unió a Yohanna y a mí porque no tenía a muchas amigas, yo tampoco, así que empezamos a ser un grupo de tres. Kathy era reservada respecto a su vida, excepto Elliot. Hablaba de él todos los días y ambas estábamos cansada de escuchar siempre las mismas cosas que le pasaba con él. A pesar de que mi amiga y yo la aconsejábamos, ella hacía lo que quería. Normal, era su vida. Cuando terminó, Yohanna me miró con una sonrisa pícara. —    Tengo noticias. —    ¿Qué noticias? —dijo Kathy encendiéndose otro cigarro. Yohanna se acercó al centro de la pequeña mesa redonda, por lo que Kathy y yo hicimos lo mismo para escuchar lo que tenía que decir. —    Taylor y su novia lo han dejado —la miré. —    ¿Quién es Tay...? Aaaaaah el chico sexy —dijo Kathy. —    ¿Cómo lo sabes? —le pregunté volviendo a ponerme bien. —    Un amigo es amigo de la ex-novia del chico —se encogió de hombros—. Dice que va a intentar enterarse el porqué de la ruptura. Asentí lentamente. Yohanna era una cotilla, se enteraba de todo. A veces no sabía cómo lo hacía. —    Ya puedes lanzarte, Ella —sonrió Kathy abiertamente.
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