Matthew se detuvo en la librería de regreso a casa, después de recorrerla de arriba a abajo compró tres libros de literatura para su pequeño. Sabía que le iban a encantar. Con el paso de los días creía conocerlo cada vez un poco más y esperaba que algún día éste le hablara, moría por escuchar su voz y probar su cuerpo. Porque él de piedra no era. Regresó a su auto con los libros en una bolsa y los puso en el asiento del copiloto para que no se le olvidara llevarlos al siguiente día. Regresó a su casa agotado, esperaba sacar pronto a Oliver de la clínica para que lo recibiera todas las noches. Encendió la televisión y fue a la cocina a preparar algo rápido de comer. Estaba sentado en uno de los sofás comiendo cuando su celular sonó. Molesto lo tomó entre sus manos y contestó. — Hola,

