Capítulo 2: El travesti

1307 Words
Cuando me di cuenta de quién era, me levanté lo más rápido que pude, todos nos miraban, ¡como no!, si la chica mala y el chico bueno habían chocado era de esperarse que todos estuvieran pendiente de lo que pasaba. Típico de los institutos. Cuando miré hacia el chico, éste me estaba mirando con cara de bobo, como si fuera la primera vez que me veía. Yo rodé los ojos, que cursi. —¿Qué miran? —pregunté en voz alta, todos siguieron haciendo lo que hacían, lo que me hizo mirar al idiota del suelo—. Y tú, ¡ten más  cuidado! —le dije y me fui por el pasillo con Diego. Todos me miraban, no es que me  molestara pero aún no puedo recordar cuándo comenzó todo esto, ¿cuando empecé a ser el centro de atención de estos adolescentes miserables?. Cuando salimos del instituto con diego ambos dimos un suspiro pesado y nos sentamos en unas bancas a conversar. —Eso fue de locos, ¿no? —dijo Diego a lo que yo asentí. Me sentí casi como en una historia cliché. —¡Lo fue! —dije—. Pero cuéntame ¿cómo te fue el otro día en la fiesta? porque yo te perdí —dije riéndome —Pues...¿te acuerdas de esa rubia con cara de travesti que le presentamos a Damián? —preguntó a lo que yo volví asentir—. ¡Pues resulta que si era! —  quede en estado de shock, nosotros molestábamos a la rubia porque tenía cara de travesti pero de ahí a que fuera uno, es sorprendente. —¿Y cómo se dieron cuenta? —pregunte—. Digo que era travesti —estoy muy intrigada. —Bueno pues, Damián ya estaba un poco borracho y le dijo a la chica que se fueran a un lugar más privado, lo que ella accedió —dijo y yo le hice con la mano para que siguiera—. Luego Damián salió corriendo con una cara de traumado que no se la sacaba nadie, gritando ¡ella tiene un pene! —terminó Diego echándose a reír. No podía parar de reírme aunque quisiera, ya me salían lágrimas de tanto reír, pero  ya me imagino la cara de Damián y peor aún la de la gente que lo escucho gritar. En ese momento abrí los ojos y vi al chico pasar, me miraba y eso me ponía extraña de una manera que nunca había experimentado y eso daba miedo, pero en el momento en que lo vi a los ojos parecía que todo se había detenido, no escuchaba nada más que el latido de mi corazón, o ¿era el suyo?. —¡Hey! —dice diego pasando una mano por mis ojos de arriba a    abajo—. ¿Qué sucede? —me pregunta —¿Por qué? —le respondí con otra pregunta, aunque sabía muy bien a lo que se refería pero que le iba a decir si tampoco yo sabía lo que sucedía. —Porque estás distraída —dijo alargando la frase. Me encogí de hombros, últimamente he tenido muchas cosas en mente, por un lado con mi mamá  que se quiere casar con un caballero que ni conoce, mejor dicho que yo no conozco. Y no entiendo la verdad que pasa por su cabeza. —¿Es por el novio de tu mamá? —¡rayos! este chico sí que me conoce bien, o yo pensé en voz alta. —si —dije con un suspiro—. Mi mamá no para de hablar de lo buen caballero que es, y que de seguro me llevare bien con su hijo que según ella posiblemente lo conozco, me tiene hasta más arriba de la cabeza —digo haciendo una seña con la mano para enfatizar lo tan arriba que me tiene. —¿Y sabes quién es? —pregunto interesado,  yo niego —Dijo un tal Alonso —dije  no dándole importancia, él me miró sonriendo. —¿Te imaginas sea del Alonso del que estoy pensando? —dijo él levantando las cejas, casi me atraganto con mi propia saliva, "el chico", también se llama Alonso pero mi mamá no me dijo el apellido ni que estudiaba aquí, así que no creo que sea él. —¡Me muero! —exclamé y creo que puse una cara un tanto aterrorizada porque Diego rompió en carcajadas. —¡Deberías haber visto tu cara! —dijo riéndose de mí —¡Cállate! —dije pegándole en el hombro. Mientras diego se reía, mi cabeza no dejaba de pensar en que posiblemente "el chico" pudiera ser mi hermanastro, ¡dios eso sería horrible!, me forcé a dejar de ser tan masoquista y pensé en algo mucho pero mucho más agradable. —¿Cómo te fue con Javier? —dijo diego con una sonrisa traviesa, este chico me lee la mente  o yo simplemente pienso en voz alta—. El otro día estaban de lo más cariñositos —dijo acentuando la palabra “cariñositos” mientras subía y bajaba las cejas. —¿Cariñositos? —dije y él rodó los ojos—. Nada, no pasó nada —digo encogiéndome de hombros. —¿Nada? — preguntó decepcionado. Creo que hasta yo estaba un poco decepcionada. —Nada —afirme. La verdad no sabía muy bien que pasaba entre Javier y yo, pero ese chico me gustaba, eso sí sabía. Su pelo n***o y sus ojos azules lo hacían ver muy bien, además que tenía todo su cuerpo tonificado, ¿Cómo lo se?, pues tiene  camisetas en donde muestra todos sus dotes. También sabía de algunos comentarios de otras chicas, de que era un muy buen follador, o muy bueno para la intimidad, como quiera decírselo. A pesar de todos los comentarios que se decían de mí, yo era virgen, aunque no se si por mucho tiempo, porque con Javier llevábamos algún tiempo conociéndonos y él me hacía sentir calor en partes inimaginables. El resto del día había pasado bien, sin más tropiezos con chicos guapos. En ese caso debo decir que el día fue un asco de lo aburrido. Cuando llegue a mi casa, mamá estaba moviéndose de acá para allá con platos y servilletas. —¿Mamá qué sucede? —pregunté al mirar como tenía decorada la        mesa—. ¿Por qué tanto alboroto? —vuelvo a preguntar sin recibir respuesta, pero ella ni notaba mi presencia, así que tuve que gritar para que me pudiera tomar atención, miré la mesa y ya no habían dos platos sino que habían cuatro, cuatro platos, ¿para qué?, si solo éramos dos. —¡MAMÁ! —grité y ella me miro sorprendida, con una cara de ¡qué demonios!—. ¿Por qué hay tantos platos? —pregunto esta vez con más suavidad, pero que si no vuelvo a recibir una respuesta voy a explotar. Así de simple, así de fácil se agota mi paciencia. Ella me sonríe,  y algo me dice que no quiero escuchar la respuesta. —Viene Roberto con Alonso a cenar con nosotras, querida, así que ponte bien linda —dice y me mira como si estuviera analizándome—. Te compre un vestido —dice finalmente. Luego de es se da la vuelta para seguir ordenando. Yo la verdad estoy impactada. —¿Qué hiciste qué? —pregunté, porque la verdad creo que no escuche bien. —Te compre un vestido —dijo y suspiro—. Esta noche es importante para mí así que no hagas ningún escándalo ¿sí? —me pidió con carita triste, como decirle que no. —¿Mamá cuando he hecho escándalos? —pregunte pareciendo ofendida y llevándome una mano al pecho—. ¡Me ofendes! —digo haciendo sonidos de perritos recien nacidos gimiendo. —¡Tami! —dice Mamá en señal de advertencia, rodé los ojos. —Bien mamá, no haré escándalos —dije, ella me miro y levanto su dedo meñique. —¿Por tu garrita? —me dice mostrándome su meñique con una sonrisa que le devolví. —¡Por mi garrita! —dije riendo. —Está bien —dijo volviendo a lo de antes—. ¡Ve a arreglarte! —  Subí a mi habitación a arreglarme, el vestido era  bonito aunque un poco largo para mi gusto. Me arregle y cuando me mire al espejo parecía una niña buena, me reí con el solo pensamiento, no es que no lo fuera, pero la verdad es que hace mucho tiempo había dejado de ser la que era antes. Tocaron el timbre, respire hondo y decidí bajar. Cuando mis ojos chocaron con unos azules quería que me tragara la tierra. —¡No puede ser! —exclame-grite, porque la verdad no podía creer lo que mis ojos estaban viendo. Parecía que el universo entero, y todos los demás conspiraban en mi contra.
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