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Tu y yo juntos Ni en broma

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Blurb

"El era el chico estrella de la ciudad de la que todas las chicas estaban enamoradas; Ella es la chica mala de la ciudad, la que todos los hombres querían tener en su cama"

Mi nombre es Tamara, y bueno ¿Qué puedo decirte de mi?, soy muy educada y me gusta mucho el color rosa, pero eso sería una completa mentira. en resumen; soy la chica mala de la ciudad, la chica que los padres no quieren cerca de sus hijos, la que ha tenido montones de sexo, la que tiene un tatuaje en su "zona", la que se junta con la mafia, y Bla, Bla, Bla....

Todo es mentira, pero ¿Quién soy yo para decirles lo contrario?.

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Capítulo 1: Mi peor pesadilla
Desperté por un ruido que me sacó de mi hermoso sueño donde yo era una princesa y todos los príncipes estaban enamorados de mi ¡ja! cómo le gustaría eso a mi madre,  la verdad  casi nunca recuerdo lo que sueño, lo que es muy chistoso ya que a veces creo que hablo en la noche y no sé qué mierda es lo que dije. El ruido era el despertador, nunca me acostumbro a este ruido y eso que lo tengo hace como, dos días. El problema en verdad no está en lo que representa el despertador sino más bien el sonido horrible que se oye. Eso me desespera. —¿Tamara despertaste? —gritó mamá desde su habitación que queda a dos puertas de la mía, ¡pero Jesús! parece que estuviera justo aquí de lo fuerte que se escuchó, definitivamente habría despertado con su grito sin necesidad del despertador. —¡Sí, mamá! —grité de vuelta, alargando la i. —¿Qué? —grita ella de vuelta, parece que no grite lo suficientemente fuerte.  —¡Que ya desperté! —grito lo más fuerte que puedo. —¡Para qué gritas si ya te escuche! —dice ella, yo arrugo el entrecejo, pero no digo nada más, solo me levanto de mi cama, mi gloriosa cama. Entro al baño a darme una ducha, hoy ya era  miércoles y todos los días anteriores habían estado bien, lo que era bueno ya que me irritaba cuando algo salía mal y siempre era por alguna loca que creía que podía decirme cosas malas y salir como si nada. Bueno, el asunto es que siempre terminaba en pelea con alguien y no es que yo fuera una chica problemática, pero las cosas pasan y el director ya me tenía en la mira. ¡Maldito director¡ Entre a la ducha y deje que el agua caliente me relajara, cerré mis ojos y apareció una cara, un hombre, o mejor dicho un chico. Abrí mis ojos y deje correr el agua fría para despertar y borrar la imagen de mi mente, ¡hay dios que helada!, ¡ya, ya desperté! corte el agua fría, volví a dar el agua tibia y termine de lavarme. ❀.•° ✿.•° ❀.•° ✿.•° °•.✿ °•.❀ °•.✿ °•.❀❀.•° ✿.•° ❀.•° ✿.•° °•.✿ °•.❀ °• Estaba a pasos de mi peor pesadilla, el colegio, creo que es la pesadilla de todo adolescente, aunque obvio siempre hay excepciones, pero bueno ese no es mi caso, mi peor pesadilla, esta es la peor tortura a la que mis padres pudieron someterme. Pagará mi madre, porque bueno mi padre ya no está. ¡Pagará! Entre, y lo que vi no me lo espere para nada, nadie se volteo a mirarme, digo, porque cada vez que entraba al colegio se me quedaban mirando y susurraban  entre ellos de lo mala que era, inventaban cosas que hacía, por ejemplo una vez escuche a una chica decirle a su amiga que yo me había ido de casa con un chico malo muy sexi, ojalá, ojalá. Ella me pregunto si era verdad y yo solo le guiñe el ojo, ¿Qué más podría decirle? que el chico era buenísimo cuando en realidad ella misma sabía que no era verdad. ¡Adolescentes tontos! —¿Cómo está mi chica mala? —me pregunto Diego cuando me senté con él en la clase, rodé los ojos, se había acostumbrado a decirme así desde que me gane esta reputación que no me venía nada mal para algunas cosas pero que otras veces me molestaba mucho. Me explico, era buena porque siempre me estaban invitando a fiestas pero a veces simplemente me molestaba que me conocieran por alguien que yo no era. —¡Quizás bien, Quizás mal! —dije con una sonrisa fingida que le hizo gracia, que bien por lo menos alguien estaba feliz. Llevaba años levantándome a esta hora, y ¿aun no era capaz de acostumbrarme? —¿Cómo es eso? —me pregunto, yo me encogí de hombros. Ni yo sabia. —Que estoy bien, pero también estoy mal —dije y él río —Y ¿Por qué estas mal? —preguntó apretando mis mejillas, mis mejilla las odio desde que nací—. ¡Tienes unos cachetitos adorables! —  —¡Diego por favor!, mis cachetes no son adorables —dije y él río—. Son muy rudos, y estoy mal porque, ¡dios!, ¿alguna vez dejaras de hacer eso? —le digo, sacando sus manos de mis mejillas, porque me está apretando, y me duele. Años soportando este maltrato hacia mis mejillas. No pudimos seguir hablando porque justo en ese momento entro la profesora y todos se quedaron callados, ¿por qué?, no sé, lo que es yo, seguí riéndome bajito por las caras que hacía Diego, pero luego desató el infierno al comenzar a hacerme cosquillas. —¡Ya para! —terminé gritándole a Diego en medio de la clase, todos me quedaron mirando y la profesora me fulminaba con la miraba, al principio no sabía porque me miraba así y luego entendí que ella pensaba que le estaba hablando a ella, ¿PF?, como si fuera tan importante. —¿Tiene algo que aportar a la clase señorita santana? —preguntó arqueando una ceja. ¡La verdad es que si, ¿sabe que?, su clase y usted son una porquería! —No —dije firmemente y sonriendo como si fuera una niña buena, ella me dio una mirada de ¡te estoy vigilando pendeja!  No me malentiendan mi profesora y yo nos llevábamos muy bien, bueno es mentira, ni en un millón de años, de solo pensar en eso se me sube la bilis. Pero la verdad yo nunca le agrade, y tampoco me interesaba hacerlo. La  señorita Dolores era una mujer de aproximadamente cincuenta años, nunca había tenido hijos y al parecer tampoco se había casado. Entonces podrán entender que era mi profesora de castellano haciéndonos leer “orgullo y prejuicio” todos los años, intentando a mi parecer vivir un romance que no vivió. con el pasar de los años ya todos le molestamos Cuando sonó el timbre anunciando nuestra salida del primer infierno, más conocido como el primer bloque, salimos más que rápido con Diego y sin querer choqué contra algo, aunque debo decir que fue más bien alguien. —¡Perdón! —intente disculparme pero él se tropezó y cayó hacia atrás llevándome a mí con él, cuando abrí los ojos vi unos  ojos azules, me recordó el mar, donde cada vez que iba me sentía tan libre, donde yo y mi hermana jugábamos. Esos ojos que me miraban intensamente y con un puñado de confusión, recorrí con  mi mirada hasta sus labios entreabiertos y luego me di una cachetada mental.  ¡NO PUEDE SER!

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