— Mamá, estoy lista—Mycal bajaba las escaleras con un hermoso vestido de encaje verde pastel , muy llamativo ,esplendoroso a la vista , cualquiera que la observará se cuitivaria , hacia resaltar su bella
— Estás hermosa, hija —La observaba con una sonrisa de satisfacción—Vamos , se nos hace tarde
— Si mamá —Mi mamá y yo salimos de casa y nos subimos al coche. Estando en él, se me vinieron algunas dudas, preguntas... ¿Estará bien?, ¿querrá verme? Tal vez se sienta un poco incómodo por lo que pasó ayer. Creo que es una mala idea — Mamá...
— Llegamos, hija. Baja.
— ¡¡¡¿Qué?!!! ¿Ya llegamos? Mamá, creo que esto es una mala idea. Mejor volvamos a casa.
— QuĂ© tonterĂas dices, vamos, ya baja.
— Mamá, por favor, vámonos... sĂ...
— Mycal...ya —
— Oh, hola, qué agradable sorpresa. Pasen.
— Hola, Sarah. Claro, en un momento.
— Está bien
— Se acercó a su hija y en susurro le dijo— Te arrepentiste muy tarde, Mycal, asà que será mejor que bajes del coche y entremos. La señora Scott nos ha invitado a entrar.
—Pero... Está bien—Bajé del coche. Por favor, que no esté en casa... que no lo esté.
—¿quĂ© las ha traĂdo por aquĂ?
— Bueno, venimos a ver a su hijo.
— ¿Acaso ha pasado algo con James?
— No, nada. Solo vinimos de visita... a verlo a él.
— Bueno, sé a qué han venido, Anna. Quieren saber cómo está James, ¿verdad?
— Bueno... sĂ. Queremos saber cĂłmo se encuentra. Ayer mi hija me dijo lo que pasĂł, Mycal está muy preocupada por Ă©l...verdad hija
—Ahh...si
— Bueno, gracias a Dios mi hijo está bien. Solo un poco hinchado su labio, pero de ahà sigue siendo guapo.
— No lo dudo... jajajaja...Mmmm... ¿y en dónde está?
— Salió con su padre a hacer algo importante en la empresa familiar.
— Bueno, qué pena, no podremos verlo. Será mejor que nos retiremos.
— Descuida, ya mismo han de llegar.
— Ves, hija, esperemos a tu prometido.
— Está bien—PensĂ© que me salvarĂa, pero no. Quiero irme. ÂżPor quĂ© siempre me meto en estos problemas? Nada me sale bien , camine atrás de mi madre , entramos a la casa de los Scott , es una casa muy hermosa
— Bueno, ya que estamos aquĂ, ÂżquĂ© te parece si aprovechamos la ocasiĂłn para ponernos de acuerdo en lo de la boda?
— Me parece bien. Mycal, puedes esperar aquĂ. Tu mamá y yo vamos a ver quĂ© vestido te pondrás.
— Está bien.
— SĂ, quĂ©date aquĂ, hija. Ya vuelvo.
— Está bien madre —Ni que fuera una niña de once años. Qué aburrida me siento.
Me puse de pie y comencé a ver la casa de James. Era muy bonita, elegante y lujosa. Caminé por los pasillos; me llamó la atención una puerta. La empujé, haciendo que se abriera. Vaya, es un salón de baile. Es hermoso. Me imagino que aquà será la fiesta. Tiene decoraciones muy bonitas, parece un salón de baile de una princesa. Sin darme cuenta, estaba dando giros, bailando, mientras con mi boca entonaba una canción... hasta que giré y lo vi a él observándome. Qué vergüenza.
— Oh, James, des... ¿desde cuándo está ahà parado?
— La verdad, no mucho. PasĂ© por aquĂ, vi la puerta abierta, me pareciĂł raro, asĂ que mirĂ©... y te encontrĂ© bailando.
— SĂ, bueno, creo que debo irme—PasĂ© aun lado de Ă©l, pero me tomĂł del brazo
— Espera Mycal , no te avergüences. Bailas bien.
— Gracias. Vine a verte.
— Ah... ¿en serio? ¿Por lo de anoche?
— Bueno, sĂ. Estabas herido, querĂa saber...
— Mycal, estoy bien. Solo fue un ligero golpe, nada más. Creo que él se llevó la peor parte.
— ¿Cómo estás tan seguro?
— Se nota que no sabe golpear. En cambio yo, sé defenderme.
— ¡¿Qué?! —No puede ser, debo saber cómo está—¿Por qué no lo dijiste? —Me di media vuelta, pero otra vez me tomó del brazo.
— Mycal, ¿a dónde vas? Sabes que no puedes ir a verlo. Se verá extraño delante de la gente, comenzarán a sospechar y no podremos casarnos.
—Pero puede estar muy lastimado.
—Y... tiene una esposa que lo puede curar, créeme, ella lo cuidará bien.
James saliĂł del salĂłn cabizbajo; entonces lo comprendĂ, senti como mi corazĂłn se aseleraba y mis mejillas se ponĂan roja , estaba claro estaba muy molesta —Por eso no querĂas que te curara yo… —Grito con furia
—Mycal, hija, ¿qué pasa? —preguntó mi madre al verme
—¿Qué está pasando, James? —Se acerco a su hijo confundida
—Mamá, Âżpodemos irnos? —PedĂ, evitando cualquier contacto con el
—Está bien, hija —Respondió la madre de Mycal
—Mycal, no es asĂ… —intentĂł decir James, acercándose a ella
—¿Entonces quĂ© es? —Regreso a verlo mientras conteniendo las lágrimas—. QuerĂa curarte porque… porque me sentĂa culpable de lo que pasĂł, pero tĂş solo rechazaste mi ayuda. Y ahora sĂ© por qué… ¡por ella!
No aguantaba lo que sentĂa , solo salĂ corriendo. No era justo. HabĂa aceptado casarme con Ă©l, habĂa dejado mis sentimientos a un lado por el , y Ă©l… no podĂa hacer lo mismo. Si no deseaba casarse conmigo, que lo dijera de una vez; al final, tendrĂ© otro prometido, pero nunca será el hombre que realmente amo.SubĂ al coche, mientras escuchaba a mi madre llamarme desesperada a lo lejos.
—¡Mycal, espera! —gritó, apresurando el paso.
—Lo siento mucho —dijo Anna a la señora Scott—, me tendré que ir.
—Descuida —respondió la señora Scott, suspirando—, tengo que hablar muy seriamente con mi hijo. Adiós, Anna.
—Adiós, Sarah —respondió antes de subir al coche.
Me senté en silencio, mirando por la ventana, con las lágrimas contenidas en los ojos.
—¿Qué pasó allá dentro, Mycal? —preguntó mi madre con voz firme—. Te comportaste muy mal, y lo sabes.
—Solo quiero ir a casa, mamá.
—Está bien, pero tendrás que explicarme todo lo que le dijiste a James.
—Está bien… —respondà apenas audible.
—Por favor, Augusto, llévanos a casa —ordenó mi madre.
—SĂ, señora —respondiĂł el cochero, haciendo avanzar el carruaje por el camino de piedra.
JAMES
—¿Se puede saber por qué actuó asà Mycal? —preguntó la señora Scott, cruzándose de brazos mientras miraba a su hijo.
—No es nada, mamá —respondió James, evitando su mirada.
—¿Dices que no es nada? ¡Ella nombró a alguien! Dime, James, ¿quién es?
—Solo era… alguien que me gustó, madre.
—¿Y por qué no dijiste nada? Hubiéramos hablado con sus padres, hijo.
—¿Y de qué hubiera servido? —respondio James con tristeza—. Ella ya estaba comprometida, mamá.
—¿Comprometida? ¿Con quién?
—Con los Legge, madre.
—Ah… los Legge —dijo la señora Scott, llevándose una mano al pecho—. Son nuestros amigos, hijo. HubiĂ©ramos llegado a un acuerdo con ellos. Mycal se habrĂa casado con su hijo y tĂş con la joven que amabas. Pero… —hizo una pausa—, creo que ya es demasiado tarde.
—Sà —respondiĂł James con voz triste—, ella se casĂł hace unos dĂas.
—Aun asĂ, Âżpor quĂ© trataste de esa forma a Mycal? Ella se casará contigo. Espero que asĂ sea, porque de lo contrario serĂa una vergĂĽenza para su familia… y la Asamblea le elegirá un prometido.
—¿Qué? —respondio James, alarmado.
—Arregla esta situación, James —ordenó su madre con firmeza.
—Está bien, madre. Tendré que ir a verla mañana.
—Eso espero —asintió ella—. Bueno, vamos a comer. Y tu padre…
—Ya viene para acá. Está terminando unas cosas en el taller.
—Entonces esperaremos a tu padre —concluyó la señora Scott.
—SĂ, madre —dijo James, quedándose pensativo. ÂżCĂłmo iba a arreglar esta situaciĂłn? SabĂa que le habĂa fallado a Mycal.
—Entró tocando la puerta.—Disculpe, señora Scott, el señor mandó un recado.
—¿Qué ocurre, Ben?
—Mandó a decirle que no podrá venir a comer. Llegaron unos materiales muy importantes para el cultivo y necesita verificar su estado.
—Está bien, gracias por el recado. —Regresó a ver a su hijo.— James, vas a co...
—Mamá, recordĂ© que tengo que ir a ayudar a mi padre. HabĂa olvidado que llegaba el material para el cultivo. Vamos, Ben.
—Pero... pero... joven...
—Susurrando le dijo: Solo camina, Ben... Mamá, comeré más tarde.
—La madre lo miraba confundida por su comportamiento.— Está bien, hijo, no te esfuerces mucho.
—Está bien, madre. —Salió de casa, caminó no tan lejos, deteniéndose junto a Ben.— Escucha con atención, Ben: debes entrar a mi casa y traerme un traje elegante. Lo necesito para ir a ver a Mycal.
—¿Su prometida? Pero, ¿por qué no se cambió, joven?
—Ben, solo haz lo que te digo. Ayúdame con eso, ve, y no dejes que mi mamá te vea.
—Está bien, joven. —Caminó con cautela hacia la casa, entró rápidamente, subió las escaleras, se dirigió al cuarto de James, entró apresurado, buscó en el armario un traje elegante, lo tomó, salió de la habitación, bajó las escaleras y, tras salir de la casa, caminó hacia James.— Aquà está, joven.
—Gracias, Ben. Ahora necesito cambiarme; iré a la Casa de las Flores. —Caminó junto a Ben, se cambió rápidamente y partió hacia el coche, rumbo a la casa de Mycal.
MYCAL
—Ya estamos en casa, Mycal. Ahora dime, ¿qué fue ese escándalo en la casa de los Scott?
—Mamá, no quiero hablar sobre eso.
—¿No quieres hablar, dices? Pues lo harás. Nunca me habĂa sentido tan avergonzada en mi vida.
—¿QuĂ© ocurre, mujer? Tus gritos se escuchan hasta el jardĂn.
—Lo siento, Arthur, no querĂa gritar ni hacer escándalo, pero Mycal...
—Iré a mi habitación.
—¿Qué...? No, espera, Mycal, no hemos terminado de hablar.
—Déjala, Anna. Primero dime qué ocurrió.
—Eso también quiero saber, Arthur. Mycal discutió con James, no sé muy bien por qué, pero tu hija no quiere decir nada.
—Cariño, primero tranquilĂzate. Dejemos que Mycal tambiĂ©n lo haga. DespuĂ©s irás a verla.
—Está bien, supongo que ha de estar molesta por lo que pasó.
—Ahora vamos al comedor, te traeré un vaso con agua.
—Está bien.
Mycal, estando en su cuarto, se acostĂł en su cama. No sabĂa por quĂ© estaba llorando, si no sentĂa nada por Ă©l.
—¿Por quĂ© me siento asĂ? Tal vez porque estoy preocupada por Armando. Tal vez deberĂa hablar con mi mamá y decirle que no quiero casarme con James. —Se levantĂł de su cama, saliĂł de su cuarto en busca de su madre. Al estar en la planta baja de la casa, escuchĂł el timbre, pero no le tomĂł importancia. CaminĂł hacia el comedor, aunque fue detenida por una de sus doncellas.
—Señorita, el joven James está afuera.
—Dile que no lo recibiré.
—Está bien, señorita.
Mycal observaba cĂłmo la doncella caminaba hacia la puerta.
—Espera.
—¿SĂ, señorita?
—Mejor dile que me espere en el jardĂn de la casa.
—Está bien, señorita. —CaminĂł hacia la puerta de la casa.— La señorita lo recibirá en el jardĂn de la casa, joven James.
—Está bien. Ben, espĂ©rame aquĂ.
—SĂ, joven.
—Por aquĂ, joven. —La doncella lo hizo pasar y lo guio hasta el jardĂn, donde tenĂan un pequeño comedor exterior. James se sentĂł a esperar a Mycal, sin saber que ella lo observaba desde su habitaciĂłn.
—Esperarás todo lo que quieras, James, yo no hablaré contigo. —Se alejó de la ventana, caminó hacia su cama. La puerta de su habitación se abrió dejando ver a su madre.
—Mycal, ¿podemos hablar?
—SĂ, madre. SĂ© lo que me vas a preguntar, pero esta vez no le cuentes a mi padre.
—Está bien, hija. Dime, ¿qué es lo que ocurrió realmente donde los Scott?
—Madre, primero que nada, perdóname por mentirte, pero la verdad es que James y Armando no pelearon por mà realmente.
—¿Qué? Entonces, ¿por quién pelearon realmente, hija?
—Por la esposa de Armando.
—¿Cómo que por la esposa de Armando? No estoy entendiendo nada, Mycal.
—La verdad es que la esposa de Armando es la mujer que ama James.
—¿Qué? ¿Cómo que ama...?
—SĂ, madre, pero no lo culpes. Yo tambiĂ©n amo a Armando, y jamás pensamos que las personas que amamos se iban a casar.
—Pero, Mycal, Âżpor quĂ© no dijiste nada? PensĂ© que habĂas exagerado en algo, y por eso hiciste esa rabieta en la casa de los Scott.
—Madre, no culpes a James. Si fuera él, yo también hubiera hecho lo que él hizo.
—No lo justifiques, Mycal.
—Madre, solo deja las cosas como están. De algo sà estoy segura: no podré casarme con James.
—¿De qué hablas, hija?
—Madre, acepté casarme con él, no por lo que tiene o su estatus. Sus palabras me convencieron, todo lo que dijo me pareció coherente. Pero ayer demostró otra cosa, y la verdad, no quiero sufrir por un hombre que ama ciegamente a una mujer que no tendrá.
—Hija, no quiero sonar cruel, pero la mayorĂa se casa asĂ... amando a otra persona.
—Madre, no me parece justo. AceptĂ© casarme con Ă©l y guardar lo que sentĂa por Armando. Estaba dispuesta a querer a alguien más, pero Ă©l... Ă©l me fallĂł, y no quiero nada con Ă©l. Solo por esta vez, madre, no me obligues a casarme con Ă©l, por favor. Realmente siento que me ha hecho daño.
—Está bien, hija, tranquila. Veremos qué podremos hacer.
—Lo intentarán, ¿verdad, madre?
—SĂ, hija, pero tengo que hablar de esto con tu padre, Mycal.
—Está bien, madre. —La madre de Mycal salió del cuarto. Ella se levantó de la cama, caminó hacia la ventana, se asomó y vio a James aún esperándola. Salió de su habitación, vio a Mireya y se acercó a ella.— Señora Mireya, ¿puede hacerme un favor?
—SĂ, señorita, dĂgame en quĂ© le puedo ayudar.
—En el jardĂn está James. Puede despedirlo, no lo atenderĂ©.
—Está bien, señorita.
Mycal entró a su habitación, caminó hacia su ventana y, sigilosamente, miró. Vio cómo la señora Mireya se acercaba a James; él alzó la mirada, conectando con la de Mycal. Rápidamente, ella cerró la ventana.
—No puede ser, me vio... No importa, se lo merece por hacerme sufrir. Además, no es lo mismo que él me hizo.
James solo caminĂł hacia la salida de la casa, se dirigiĂł hacia Ben.
—Vamos.
—Joven, ¿cómo le fue?
—Bueno, creo que será un poco difĂcil conseguir que Mycal me perdone.
—¿Que lo perdone? ¿Pero qué le hizo a la señorita?
—Es algo un poco difĂcil de admitir, Ben, pero sĂ© que cometĂ un error al no dejarme curar ese dĂa.
—No entiendo de qué habla, joven.
—Bueno, ayer peleé por Keira.
—¿Qué? Pero, joven...
—Lo sé, Ben, fue un error. No debà pelear enfrente de Mycal, y debà dejar que ella me curara el labio roto. Hoy fue a la casa a ver cómo estaba, pero...
—No me diga... Âżdijo algo que tenĂa que ver con la señorita Keira y la señorita Mycal se molestĂł?
—SĂ.
—Ay, joven James, aún le falta mucho por entender a las mujeres.
—Ahora lo sé, Ben.
—Si me permite darle un consejo, joven James...
—Está bien, Ben.
—No se rinda fácilmente con la señorita Mycal. Creo que deberĂa venir a verla mañana. Tal vez lo reciba y pueda hablar con ella.
—Gracias por tu consejo, Ben. Asà lo haré, vendré a verla mañana.