Amores de verano.
–“Besame despacio así el tiempo que nos queda juntos se hará eterno. Besame despacio para que el dulce sabor de tus labios quedé en los míos por un instante de eternidad, que me llevaré dónde quiera que vaya, aunque ya no sean tus labios los que bese”. –Me repetía esa frase cada final de verano desde hacía tres años.
Todo comenzó en el verano del 90, en la ciudad costera del sur.
Cada año desde que era pequeña íbamos allí en las vacaciones, durante todo el verano, mis padres eran comerciantes así que en la temporada nos estableciamos allí.
Les había pedido varias veces cambiar nuestro destino pero siempre decían lo mismo,
–El próximo año talvez…
–Lo pensaremos, lo prometo…–concluía mi madre con su dulce voz templada dejándome tranquila, aunque, sabía que no sería así.
Ese verano me vida cambió completamente, para empezar ya había cumplido 15 años y mis padres me daban un poco más de libertad para salir con amigos, los cuales realmente no tenía. Creo que era su manera de decirme que ya era hora de buscarlos.
Yo prefería salir sola con un libro bajo el brazo y sentarme en algún lugar tranquilo pero transitado, sí lo sé, es algo contradictorio.
Te explicaré…en el parque busco la sombra de un árbol al costado del camino y me siento debajo, sobre el cesped mirando a la gente pasar, me gusta observarlos y crear historias sobre ellos.
En la escuela me llaman “la rara” , piensan que no los escucho, pero claro que lo hago, sólo, que no me importa.
En fin, el verano llegó con el final de las clases y sus calores respectivos, estaba en tercer grado de secundaria y como cada año anterior pasaba con exelentes notas.
Quería ser veterinaria, tener mi propio consultorio y salvar cachorros abandonados, esa era mi meta y para ello mi mente debía estar enfocada en el estudio.
El último día de clases al llegar a casa me encontré con las valijas ya prontas arriba de la camioneta para irnos a vivir por los siguientes tres meses a la playa, odiaba ese lugar, siempre era lo mismo, gente que va y viene en medio del bullicio y el exceso.
Dicen darse un respiro de la vida diaria y descansar, pero lo que realmente hacen es todo lo contrario, ¿Nunca escucharon la frase “ necesito vacaciones, para descansar de la vacaciones"? Bueno, pues así. No puedes vivir todo lo que postergaste durante el año en tan solo unos días.
Mamá había armado mi maleta está vez para asegurarse que no la cargara de libros, sólo me permitió llevar uno está vez, dice que es hora de vivir la vida y no solo de imaginarla, ¿Quién se cree que es?...bueno, mi madre, pero, además de ello… digo, no puede obligarme a disfrutar a su manera, no hay una manera, no existe.
Subí a la casa rodante muy enojada con ella y me encerré en mi dormitorio durante todo el viaje sin hablarle por 3 horas a ninguno de los dos.
Papá le dio la razón y eso me enojo más, era un complot en mi contra, estaban siendo realmente infantiles.
Durante el viaje saque todo de la maleta para ponerlo en los estantes del armario, no podía creer la cantidad enorme de ropa que ella había guardado, shorts, remeras, pantalones y vestidos, ¡Vestidos! ¿Para que rayos quería yo un vestido?, cuánto menos varios. Estaba furiosa y quería gritarle, pero mordí mis labios y aguanté, sabía que le dolía más mi silencio.
Los hice un bollo, los tire dentro de la maleta nuevamente y la escondí debajo de la cama.
Luego de mi berrinche silencioso me dormí, me dormí profundamente y sólo desperté con las suaves caricias en mi mejilla y las dulces palabras de mamá.
–Quiero que encuentres el amor, que sepas lo que es pelear con tu mejor amiga y se te inunden los ojos y el corazón de lágrimas, quiero que rías por tonterías y te escapes para ir de fiesta, quiero que al final del día tengas tantas anécdotas por contar y que no te dé la vida para hacerlo . Quiero que vivas tú vida y que sea mucho mejor de lo que podrías leer en cualquier libro. Sé qué estás enojada, pero creeme, algún día lo entenderás.–Su voz era tan dulce que era imposible seguir enfadada aunque así lo quisiera.
–Tengo tiempo para ello…–queria que mi punto de vista fuera mejor argumento, pero ella ni me dejó terminar la frase.
–Creeme, no hay tiempo, cada minuto es una historia menos. La vida es un instante y no podemos desperdiciarla.
–Pero yo prefiero leer y pasar con ustedes, ayudarlos en el trabajo y esas cosas…
–Te propongo un trato.–dijo muy tranquilamente con un pequeño brillo en sus ojos, sabía que los tratos eran un desafío al cuál nunca me negaba, yo siempre quería ganar.
–Bien, dime qué propones está vez…
–Al final del verano deberás haber hecho una lista con todo lo que hiciste durante tus vacaciones.
–¡Ajá! Pan comido, no veo lo difícil.–dije con una mueca de superioridad en mi rostro.
–Okey, cómo es tan fácil para ti te diré lo que debes poner en ella y sí falta algo perderás y yo elegiré “el castigo”– me dijo haciendo comillas con sus manos y sonriendo animosamente– al final de verano deberás haber hecho al menos 2 amigos, dado tú primer beso, no haber terminado de leer el libro que trajiste, conocer cada rincón de este lugar…
–¡Ah, es fácil hace años que vengo aquí! – la interrumpí.
–Creeme que no conoces todo aquí pequeña–respondio con una mueca pícara– también deberás haber hecho algo que nos enoje mucho a tú padre y a mí, y, lo más importante, debes disfrutar cada una de ellas. ¿Tenemos un trato? –pregunto ansiosa.
–Realmente no te entiendo mamá, debes ser la única que quiere que su hija se porte mal.
–No, solo quiero que disfrutes…
–Bien, tenemos un trato, pero, ¿Y si yo gano?
–Elegiras tu premio, hasta puedes elegir el destino del próximo verano.– esa idea me gustaba por fin lograría escapar de allí por primera vez aunque tuviera que esperar todo un año y hacer cosas que no quería.
Después de darnos la mano para cerrar nuestro trato mamá me abrazo muy fuerte y me besó en la frente con dulzura.
–Vé mi niña, la vida te espera.– dijo señalando la salida.
Supe de inmediato que debia ponerme en marcha, pero, ¿en marcha hacía dónde?.
Tome mi morral, metí mi libro y algunas golocinas dentro y salí colocándolo cruzado por encima del pecho.
Iba vestida igual que a la mañana antes de salir de casa, un pantalón patas de elefante de tela fina y colorida, mis zapatillas All Star negras y una remera negra bastante floja, mi estilo era relajado, siempre, me identificaba más con los hippies que con la clase recatada que usa vestidos bonitos.
–¡Lleva un abrigo!– grito mamá desde la puerta de la casa rodante mientras papá terminaba de aparcar la camioneta que tiraba de ella.
–¿Para qué? No creo tardar tanto como para que me dé frío.
–¡No quiero que vuelvas hasta tarde!...–volvio a gritar mientras saludaba con la mano a la señora O’neill.
La señora O’neill es la dueña del terreno donde cada verano aparcamos, tiene una pequeña casa de una habitación la cuál desde hace tiempo usan mis padres y yo me quedo en la casa rodante para más privacidad para todos.
El alquiler es muy módico, en realidad la señora O’neill no quiere cobrarles nada ya que nosotros somos su compañía durante los meses que estamos allí, somos casi familia, pero papá no aceptaría de otra forma. Dice que sería un abuso me pagarle.
–¡Hola pequeña mía! Ven a darme un abrazo.–me llama emocionada con los brazos abiertos.
–¡Hola abuela!– le digo abuela desde que la conozco y a ella le encanta– Mi mamá está loca, ¿Lo sabías?–le digo en voz baja.
–¿Cómo así? Cuéntame…
–Quiere que salga y me porte mal, dice que eso es vivir y que debo hacerlo.–la señora O’neill larga una carcajada estruendosa y agacha la cabeza moviendola de un lado a otro.
–¡Pero niña, vé y házle caso a tú madre!–me dice exhortando–Ya era hora de que empieces a hacer cosas de las que algún día te reiras. ¡Valla, valla para allá a portarse muy mal!– me da pequeños empujones para que me vaya
–¡Abuela!– me quejó y me voy sin ganas pateando piedritas en el suelo y maldiciendo mi suerte.
–¿A dónde voy?–me pare mirando hacia los lados en la intersección de las calles– a la playa ¿Dónde más iría aquí? Mira que eres tonta…– me hablaba a mi misma.
Camine por la poco transitada calle que lleva a la playa, encendí mi walkman y me puse los audífonos (audífonos de vincha) rebobine un poco la cinta del cassette para que comenzara desde el principio, y sentí como una corriente se apoderaba de mi cuerpo armoniosamente relajante al escuchar mi música preferida.
Sonaba “It must have been love” de Roxette, de primera en el lado A del cassette, había pasado horas tratando de grabar las canciones yo misma de la radio y estaba más que contenta con el resultado. Mi lista de reproducción es muy variada, pero hermosa para mí.
Seguí caminando unos metros más por la inclinada pendiente hasta llegar a las barrancas de la playa.
Desde allí parada podía divisar toda la playa hasta que el cielo y el mar son uno solo en el horizonte, las blancas y finas arenas llaman a caminar descalzo, hundiendo los pies desnudos en ellas, sintiendo cómo quema la planta de tus pies haciendo un suave masaje en ellos.
Nada se comparaba al andar descalzo y libre a la orilla del mar.
Desde allí arriba divisé un grupo de personas que estaban sentados con gran alboroto charlando, cantando y riendo sobre la arena a un lado de la casilla del guardavidas.
«¿Qué rayos hacen esas personas aquí?» pensé, me gustaba ese lugar justamente porque nunca había nadie, todos preferían ir hacía el otro lado donde habían bares y puestos de comida.
–En fin…–suspire.
Baje la improvisada escalera de tierra marcada en la barranca y al pisar la arena me descalzé. Tome mis zapatillas en las manos y camine sintiendo cada grano de la fina y cálida arena meterse entre mis dedos, era tan relajante y satisfactorio que casi olvido que había gente.
Pasé a un lado sin mirar a nadie, o por lo menos lo intente ya que la curiosidad me atrajo y miré de reojo al grupo de chicos.
Habían tres chicas y cuatro chicos, todos adolescentes más o menos de mi misma edad, apenas notaron que pase frente a ellos a no ser por uno de ellos que si se fijó en mi y me siguió con la mirada silenciosamente, pude sentir sus ojos clavados en mi espalda mientras me alejaba.
Camine un poco más hasta que me alejé lo suficiente para estar sola.
Dejé caer las zapatillas de mi mano, me quité el morral del torso y dejé el walkman encima. Estiré mis brazos por encima de mi cabeza saludando el mar y el cielo.
La suave brisa golpeaba mi rostro y el cabello se mecía alborotado al viento.
Me senté allí dejando caer mi cuerpo hacia atrás sosteniendo mi peso en las manos apoyadas a un costado. Incline mi cabeza hacia atrás mirando al sol renovando mi energía. Nada es comparable con la sensación de ser uno con el entorno, esa libertad y tranquilidad que da la naturaleza.
Quise tomar una golosina de mi morral y casi sin querer mire dónde el grupo de chicos, me puse nerviosa al notar que el mismo muchacho seguia viendome, «¿Qué tanto mira?» Pensé confundida, pues quién querría mirarme si no tengo nada en especial, solamente soy una hippie nerd.
Todos los demás reían así que pensé que talvez se burlaban de mí, en eso veo que alza apenas su mano casi escondida de los demás y me saluda, creo que me sonreía… También lo saludé tímidamente con rapidez y me voltee para que no viera mis nervios.
«¿Qué te pasa? Sólo te está saludando» me recriminé a mi misma y me metí un caramelo a la boca.
Saqué el nuevo libro que había comprado hoy a la mañana cuando salí del colegio, para comenzar con mi lectura; “Orgullo y perjuicio” de Jane Austen un clásico que según dijo mi profesora de literatura no puedo dejar de leer y hasta el momento no se ha equivocado en sus recomendaciones.
Estaba sumida en mis pensamientos oliendo las páginas del nuevo libro con los ojos cerrados cuando un carraspear de garganta me detuvo de improviso, abrí mis ojos exaltada por el susto y lo ví, estaba parado frente a mí tapando el sol de mi cara con su delgada silueta.
–¡Hola! ¿Puedo sentarme aquí?– preguntó sonriente, iba a decir que no cuando la voz de mamá se cruzó por mi cabeza.
–Claro–respondí poco expresiva.
–Soy Jim–extiende su mano para saludar–o sea James pero puedes decirme Jim igual que mis amigos y todos por aquí, James es muy serio y se lo reservo para mí mamá cuando me regaña–se ríe, por lo que pude apreciar la timidez no era lo suyo.
–Yo Darihan.– le dí la mano si decir más.
—Mucho gusto Darihan, ¿Primera vez que vienes por aquí? Nunca te había visto. Yo vengo siempre con mi madre, antes lo hacía con mi padre también, pero el murió así que venimos a la casa de mis abuelos los dos solos cada verano.–¡por Dios! ¿nunca se calla? Pensé mientras lo escuchaba.
– Vengo desde que tengo memoria, y no te había visto, me gustaba está parte de la playa porque nunca venía nadie…
–¿Te gustaba? ¿Ya no? Espero no ser la razón de ello– se ríe.
Solo lo miré sin decir nada.
– Tiene sentido, yo no venía a esté lado desde hacía años, en verano siempre es mejor la otra parte, allá donde están los bares y puestos de comida. A mi papá le gustaba está parte por la tranquilidad y solíamos hacer caminatas por aquí en las noches más que nada.
Lo escuchaba hablar casi sin parar y deseaba que se fuera para poder comenzar con mi lectura, pero, no quería ser grosera, así que tome mi libro y lo abrí disimuladamente para ver si entendía la indirecta.
–Veo que te gusta la lectura, ¿Qué lees?.– empujó suavemente el libro con su dedo hacia mi para ver la tapa.
–Aún nada…–dije con desdén– es algo que me recomendaron pero aún no he podido empezarlo.
–A okey– se rió– ya entendí, te dejaré comenzar, pero si quieres puedes unirte a nosotros cuando lo desees.–señalo el grupo de chicos con un ademán.
Se levantó, con una tierna sonrisa siempre en su rostro y se despidió alzando la mano, caminó varios pasos hasta que mi voz lo detuvo y se volteo feliz.
–Oye…, lo siento, fui algo grosera contigo–realmente no me había gustado mi actitud–Ire contigo si aún está abierta la invitación…
–Dije cuando lo desees, así que…– alzó los hombros– Ven te presentaré a mis amigos. –extendió su mano para ayudarme a poner de pie.
Jim era alto y delgado(1,70 más o menos) más bien escuálido. Su rostro de niño con ojos grandes y expresivos de color n***o, cejas anchas delineadas y su boca de labios grandes siempre sonriente. Usaba frenos en sus dientes que parecían estar clavados en la blanca dentadura, talvez le dolían pensé, aunque las ganas de hablar y sonreír sin parar no se le quitaban.
Tenía algún que otro grano en el rostro, ¿quién no a esta edad?
Y su cabello de rulos grandes alborotados en una melena corta perfecta tapaban su frente y nuca, también sus orejas las cuales a primera vista no podía ver si eran grandes o pequeñas.
No era el típico chico de tapa de revista del que te enamoradas a primera vista, pero, era muy simpático y gracioso.
Vivía con su madre en otro país al norte, pero venía cada año a visitar a sus abuelos.
Su madre, abogada de oficio y viuda abnegada dedicada a su casa, su carrera y sobre todo a su único hijo, era lo único que él tenía hasta la llegada del deseado verano, cuando por fin respiraban uno del otro mezclandose con familia y amigos de las playas del Sur.
A diferencia mía, el amaba esté lugar, yo por mí parte… Bueno,no puedo decir que no amo el lugar, y, a mí abuela O’neill, pero, deseaba conocer otros lares.
Era gracioso verlo caminar sin remera y descalzo, su cuerpo era tan delgado que parecía Fido Dido, ya saben ese personaje de Seven up el refresco lima- limón.
Caminé a su lado hasta llegar dónde el grupo de chicos y me quedé parada con mis manos agarradas sosteniendo las zapatillas frente a mí tímidamente, con la cabeza casi agacha.
El cabello , despeinado por el suave viento que me pegaba de atrás, tapaba mi rostro casi por completo.
Alzé la mirada cuando escuché decir mi nombre alegremente.
–¡Chicos les presento a Darihan, mi amiga!.–lo miré asombrada por su sencillez y carisma, me presentó como si nos conociéramos de hace años, pero no, apenas me conoce, y ya soy su amiga.
–¡Hola Darihan! –Saludaron todos a la vez, algunos se levantaron de su lugar y me dieron un beso en la mejilla.
–Ven siéntate aquí junto a nosotras.– dijeron la chicas mirándome de arriba abajo disimuladamente.
–Me gusta tú estilo–dijo una de ellas.
–Gracias.–respondí algo avergonzada, nunca nadie me lo había dicho.
–Si, tiene un estilo hippie¿no?– agrego un chico.
Yo solo me encogí de hombros y asentí.
Pasamos la tarde allí charlando, ellos querían saber de mí y yo solo les decía lo que preguntaban.
Busqué en mi morral unas golosinas y los convide a todos.
Pudieron ver que tenía un walkman dentro y preguntaron si se podía escuchar sin los audífonos a lo que respondí que sí y lo desconecté para poder escuchar todos.
Puse play y comenzó a sonar “Un’ estate italiana” recientemente había Sido el mundial de fútbol y ese era su himno esté año, por así decirlo.
Comenzaron a cantar a coro uno más alto que el otro y las risas no se hicieron esperar.
Debo confesar que no estubo tan mal para ser el primer día de verano.
–Me voy. –dije poniéndome de pie y sacudiendo la arena de mi trasero.
–Si creo que nosotros también, ya está oscureciendo.
–Bien Darihan, amiga de Jim espero verte pronto nuevamente –se despidió Lorena.
–Claro, tenemos todo el verano para ello.
Subimos la escalera hasta la calle y caminamos juntos hasta la primer esquina antes de separarnos.
–Yo sigo por éste lado.–señale hacia la derecha.
–Nosotros vivimos todos hacia éste otro. Nos vemos pronto.–se despidieron algunos moviendo sus manos y algunos con un beso.
Jim obviamente me dio un beso en la mejilla y un abrazo, esa euforia me dejaba atónita, pero no me enfadaba.
«Al fin dejarán que lea mi libro» pensé.
Coloqué mis audífonos y encendí el walkman mientras caminaba sóla, escuchaba “Road house blues” de los Doors y tarareaba a la vez, por lo que no escuché cuando alguien se me acercó por detrás.
Pegué un salto acompañado de un grito cuando me puso su mano en el hombro para detenerme.
Giré despacio asustada y ahí estaba él con esa gran sonrisa en su rostro, mi cuerpo se relajo y dejé salir un suspiro de alivio.
–¡Idiota! ¡No puedes andar asustando así!– le grité algo bastante enojada.
–Lo siento no quise hacerlo –su rostro cambio– es que aún es temprano para volver a casa de mis abuelos, tengo permitido estar hasta tarde fuera y pensé en acompañarte.–su sonrisa apareció nuevamente suplicante.
–Bien, vamos, yo también tengo permiso de estar hasta más tarde– me reí– en realidad si vuelvo ya mi madre me regañara.
–¿Te regañan por llegar temprano? Has de ser la primera a quién escucho decir eso.
–Si lo sé, y yo tampoco lo entiendo– alzé mis hombros he hice una mueca con la boca.
–¿Quieres ir al mirador?
– Sí, me encantaría.– ya me disponía a ir en dirección allí cuando me detuvo.
–¡No, a ese no!–lo miré desconcertada– hay uno en un punto más alto, allá– señaló con su dedo.
Estaba más alejado y realmente no conocía ese lugar, así que me aventuré junto a él para hacerlo, después de todo mi mamá tenía razón.
Caminábamos escuchando música a la vez, había quitado los audífonos y cantabamos a dúo Road house blues.
El me abrazaba de lado como si fuera algo totalmente normal, me sentía algo incomoda al principio pero ya después deje de hacerlo, debía dejarme llevar y disfrutar. Ese era el trato.
–¡El último en llegar es un cara’e caca! – gritó mientras corría.
–¡Ah no amigo, a mi me me desafies!– grité mientras corría tan rápido como pude hasta rebasarlo y llegar primera.
Llegué hasta el final del camino y me detuve respirando con dificultad con una mano en el pecho.
No me sentía bien, el aire me faltaba y se me nublaron los ojos.
Él llegó corriendo preocupado, pero una vez frente a mí me repuse como pude y le grité a la cara
–“¡cara’e caca!” Y reí tan fuerte que me dolía el estómago.
–Embustera. Pensé que te sentías mal.– me abrazo con un brazo y con la otra mano me despeinó graciosamente.
Nos reímos por un rato de ello.
Llegamos hasta la parte más alta del mirador, dónde puedes ver mucho más de lo que acostumbraba a ver.
–Es hermoso.–dije mirando al infinito.
–La noche se hace inmensa aquí, ¿Verdad? Y deberías verlo de día, estoy convencido de que se ve el otro lado de la costa.
Nos quedamos allí un buen rato, tumbados en el pasto, observando la inmensidad del cielo estrellado que comenzaba a aparecer.