❅ FREYA ❅
Desperté relajada, mi cuerpo se siente fantástico, lástima que no quiso seguir, por eso dicen que siempre la tercera es la vencida. Hay padre mío, si supieras hasta dónde ha llegado tu querida hija. Busco en el pequeño dormitorio a ver si está él, al parecer, se ha marchado. Quien iba a decir que un camarote tuviera tales lujos.
Me doy una ducha para vestirme, quiero explorar el barco, ahora no tengo que esconderme o estar mintiendo, él me prometió cuidar mientras este en el barco. Lo que él no sabe que tendrá que cuidar de mí por mucho tiempo. Al menos hasta que mi padre me encuentre y me obligue a regresar.
Al salir miro a un hombre parado tras la puerta, me mira de pie a cabeza, trato de ignorarlo, pero me está siguiendo. Doy dos pasos y me detengo, él también lo hace, definitivamente me está siguiendo. Me incomoda un poco porque me hace recordar el pasado, cuando mi padre me vigilaba todo el tiempo.
—¿Por qué me estás siguiendo?
—Son órdenes, señorita.
—Ah, pues no creo estar en peligro en un barco y tampoco me voy a robar las cosas de tu jefe. A menos que me tirara al mar.
—Son órdenes, haga como si no existo.
—Eso será imposible con semejante gorila detrás de mí.
—¡Perdón! ¿Cómo me ha dicho? —se ofendió, y eso que no le dije mastodonte, lo ignoré y seguí caminando hasta llegar al área de piscinas, miro las personas relajarse, lo busco y al parecer aquí tampoco está, bueno es momento de disfrutar el paseo, porque no sé cuánto me va a durar.
Me desplace en una silla de playa, esta es vida, oír las olas golpeando el barco, el sol y la brisa, nunca me imaginé que estaría disfrutando de algo como esto, me siento libre. Cierro mis ojos, mi vestido es suelto, debajo ando ropa interior, estilo traje de baño, de haber sabido hubiera venido más preparada, a duras penas traje unos cuantos vestidos, un par de pantalones y blusas. ¿Por qué demonios elegí una maleta tan pequeña?
—Buenos días, señora. —abro mis ojos y salgo de mis pensamientos. Es el mismo camarero que me entrevisto al principio.
—¡Buenos días!
—¿Desea desayunar?
—Sí, podría traérmelo. Se lo agradeceré mucho.
—¡Desde luego!
—Espere, quiero hacerle una consulta, ¿ha visto por aquí a mi esposo?
—El señor, en este momento, atiende una llamada, en la cabina del capitán.
—Gracias.
—Para servirla.
Ahora me tratan con respeto, ¿será que este hombre es importante? Tal vez de esta manera tratan a todos los pasajeros. Recibí el desayuno y al ver la comida, mi apetito se disparó de inmediato. Mientras desayuno observo mi alrededor, algunos me miran con desdén y otros con curiosidad, sin embargo, nadie se me acerca.
Un niño ha tirado un balón de playa y me ha caído en mi regazo, de inmediato dos manos lo agarran y se lo dan al niño, volteo a ver y es el mismo hombre que me ha seguido hasta aquí. Ahora entiendo por qué me miran la mayoría con un poco de recelo, han de pensar que soy algún tipo de gánster. ¿Quién a estas alturas anda con esta seguridad en un sitio donde no hay salida?
—Señorita, no se exponga mucho al sol. —me dice el mastodonte.
—¿Cuál es el problema? Me gusta broncearme.
—Órdenes del jefe.
—¿Qué demonios le importa a su jefe, si me hago morena por el sol?
—Es mejor que entre. Como le dije anteriormente, son órdenes que debo cumplir.
Chasqueo los dientes, este tipo es peor que los gorilas de mi padre, como termine de comer y el nadar estar descartado. La verdad que nunca he exhibido mi cuerpo ante muchas personas. Me retiré de esa área, al elevar la cabeza lo miro a él en lo alto. Su mirada me perturba, le sonrió amablemente. Se quita de ahí y se me pierde de la mira. Es un aguafiestas, no sé qué le pasa y porque cuando anda sobrio se vuelve de esa manera.
En efecto, es un individuo serio y reservado, sin embargo, no poseo conocimiento alguno acerca de su persona, mientras que yo soy una dama dulce y “tímida”. Aunque nuestras personalidades son diferentes, siento una gran atracción hacia él. Entro al camarote con emoción, ya que me siento muy feliz. Sin esperar que él se encuentra acomodado en un enorme sillón, al parecer me espera, trato de que su mirada no me afecte.
—¿Quién eres? —de entrada, me cuestiona. La verdad es que me cuesta mucho revelar mi secreto, es mejor no decirle nada. Quiero que me vea como soy realmente.
—Soy todo lo que ves. No necesitas saber nada más.
—No me mientas, ¿acaso alguien te envió a mí?
—¿Por qué dices tal cosa? Claro, que no, lo nuestro es casualidad. —me siento sobre la cama.
—Es que no creo en las casualidades.
—Yo tampoco. Aunque sí creo en el destino y ese me trajo a ti. Te lo aseguro, necesitabas a una chica como yo, en tu vida aburrida.
—Ja, eres una desvergonzada, exponerte al peligro, qué tal si yo fuera un asesino.
—Mala suerte la mía. ¿Quién mataría a una linda chica? ¿Soy linda para ti?
—Te pasas de confiada. Dime tu nombre y apellido.
—Ya te lo dije, simplemente, Freya.
—¿Qué harás en España?
—¿Tú también, que vas a hacer en España?
—No te importa, ¿tienes parientes en ese país?
—La verdad, no, yo quería quedarme contigo, juro que no molestaré, ya sabes lo que deseo y si me contratas sería mi mayor logro. Seré esa empleada de confianza que nunca te traicionará.
—No sabes hacer nada. Eso es innegable.
—Aprendo, juro que aprendo rápido. Te lo demostré anoche. —él tóese de repente que me movilice rápidamente a darles unas palmaditas en la espalda, como lo hacía mi padre cada vez que me daba un ataque de tos.
—Eres muy descuidada al hablar. Lo de anoche fue un error que cometimos.
—Nuestro segundo error, ¿lo recuerdas? Sé que no estabas tan borracho, porque te conocías muy bien el camino de todo mi cuerpo.
—¡Basta! No me queda de otra de que vengas conmigo, aunque ya te estoy investigando. Cuando sepa la verdad, espero no terminar decepcionado.
—Suerte con eso. Soy tu chica por poco tiempo. —no me importa, solamente quiero disfrutar del mundo, aunque sea un tiempo corto, sé que mi padre pronto me encontrará, hasta puedo apostar que antes de que él sepa mi identidad.
—Prepara todas las maletas, desde hoy eres mi empleada.
—¡Todas! Solamente ando una.
—Eres mi empleada, así que también prepara las mías, el barco llegara al puerto pronto.
—Como ordene jefe. —lo logré, tengo techo y comida por un tiempo, qué bueno, aprovecharé salir lo más que pueda.
Empecé a buscar lo que le pertenece a él, el doblar ropa no se me da muy bien, así que la hice un nudo a modo que cupiera en sus maletas, No entiendo por qué anda tanta ropa para un viaje de negocio. Ni modo esta ropa tiene que caber como sea. Me senté encima de la última maleta para poderla cerrar, son demasiadas cosas con las que él carga.
—¡Terminaste! —entra de nuevo, mira las maletas gordas, pero cerradas.
—No te atrevas a abrirlas, ni te imaginas lo que me costó cerrarlas.
—Ni me quiero imaginar el lío que has hecho dentro de ellas. Ustedes saquen las maletas y llévenlas a que las descarguen.
—Si señor.
—Vámonos, lo más seguro es que me estén esperando.
—¿Tú resides aquí en España?
—No, solamente ando en cuestión de negocios, sin embargo, mi estadía será larga.
—De cuánto tiempo hablamos.
—Seis meses.
—Guau, es mucho. Espero tener la oportunidad de conocer sitios fascinantes.
—Si me dices quién eres realmente y donde resides, te prometo que te envió con seguridad.
—No importa, ahora soy tu empleada. Vámonos que se nos hace tarde, jefe. —descendemos del barco.
? AXEL ?
Hice unas llamadas importantes desde el teléfono del capitán, avisando de mi llegada a España, ya mi estadía en este crucero, terminó, tengo negocios que hacer, puse de pretexto este viaje en crucero porque no quiero que mis hermanos sepan de los negocios que amarro en el extranjero. En casa tenemos una disputa de poder. La rivalidad que tenemos ha alcanzado su punto álgido, desatando una guerra de poder. Estamos luchando como leones enjaulados, poniendo en juego no solamente las ambiciones, sino también el lazo de sangre que nos une. No puedo rendirme cuando estoy a un paso delante de ellos. ¿Quién ganará esta batalla de poder? Es mi pregunta.