Después de mover el escritorio frente a la puerta, bloqueando a cualquier posible no invitado, pude respirar de nuevo. Mientras tanto Luz tenía la cabeza metida dentro de la escotilla, analizando a que nos enfrentábamos.
—Vaya, vaya. Con que aquí guardaban el gran tesoro —vi a Evan inclinarse detrás del pequeño sofá a mi izquierda —, menos mal, mi billetera está aquí… y quién diría… —dijo mientras revisaba su billetera —, roban vidas, pero no dinero —, empezó a reír amargamente.
Me acerqué unos pasos y pude vislumbrar mi teléfono.
—Supongo que es tuyo —dijo él, al verme observarlo con intensidad —. Aquí tienes —, se levantó y me lo entregó en las manos —. Ey, Luz. Algo que quieras recuperar —ella no prestó atención —. Comprendo —guardó su billetera.
El sonido de una puerta abriéndose d
