Capítulo 2

2303 Words
Cinco años después La despedida de soltera de Emily. —¡Vamos, Emily! No puedes llegar tarde a tu propia despedida de soltera. La voz de Camí resuena por todo mi apartamento mientras termino de aplicarme el último toque de brillo labial. Me observo en el espejo y, por un momento, no me reconozco del todo. Mi vida ha cambiado tanto desde aquella noche en el antiguo departamento, cuando descubrí la traición de Daniel. Ahora estoy comprometida con un hombre increíble, y mis amigas están decididas a asegurarse de que tenga la mejor despedida de soltera posible. —¡Ya voy! —respondí, acomodando la coleta alta que me hicieron Mía y Lisa. El vestido rojo ajustado resalta mis curvas más de lo que estoy acostumbrada, y los tacones de vértigo me hacen sentir más alta, más poderosa. Cuando salgo del baño, mis amigas me reciben con silbidos y aplausos. Lisa me entrega una banda blanca con letras doradas que dicen: Novia en apuros. —Es un clásico —dice con una sonrisa traviesa. —Espero que hayas pedido un deseo antes de ponértela —bromea mía—. Algo como: que sobrevivamos esta noche sin acabar en la comisaría. —Muy graciosa —respondo, riendo. Salimos del apartamento, riéndonos y emocionadas por la noche que nos espera. Nuestro destino es Velvet, una de las discotecas más exclusivas de la ciudad. Camí, como siempre, se ha encargado de que tengamos acceso VIP. Una noche de locura Cuando llegamos, la música retumba en el aire y la fila para entrar da la vuelta a la esquina. Pero, como prometió Camí, no tenemos que esperar ni un minuto. Matthew, su hermano y gerente del club, nos recibe con una sonrisa. —Emily, felicidades por tu compromiso. Te hemos reservado el mejor lugar. —Gracias, Matt —digo con una sonrisa. Nos escoltan a una zona privada con sofás de terciopelo y una vista perfecta de la pista de baile. En la mesa ya nos espera una botella de champán. —¡Por la futura señora! —exclama Lisa, sirviendo las copas. Alzo la mía y brindo con mis amigas, sintiendo el burbujeo del champán deslizarse por mi garganta. —No puedo creer que me esté casando —confieso, riendo nerviosa. —Créelo, cariño, porque después de esta noche, solo tendrás ojos para un hombre —bromea Mía, guiñándome un ojo. La música nos llama, y pronto estamos perdidas entre la multitud, moviéndonos al ritmo de la música. Me dejo llevar, disfrutando de cada momento. Pero entonces, lo veo. Daniel. Mi ex. Mi estómago se contrae. No lo he visto en años, y ahora está ahí, en la barra, con un vaso en la mano, mirándome. Lisa lo nota primero. —Oh, no. No me digas que ese idiota sigue viniendo a los mismos lugares que nosotras. —Déjalo —digo con una sonrisa confiada—. Esta noche es para celebrar. Pero Daniel no parece compartir la idea. Se acerca con su clásica sonrisa engreída. —Emily… te ves increíble. —Lo sé —respondo sin darle oportunidad de continuar—. Y también sé que no tengo tiempo para hablar contigo. Camí, Lisa y Mía se posicionan a mi lado como una muralla. Pero ya no soy la misma chica que lo lloró en un departamento por días. —Solo quería decir que me alegro por ti —dice, levantando las manos en señal de paz—. Te mereces ser feliz. Lo observó por un momento, buscando cualquier señal de manipulación en su rostro, pero solo veo sinceridad. —Gracias —respondo con una leve sonrisa—. Y sí, me merezco ser feliz. Sin darle más importancia, tomó la mano de Camí y la arrastró de vuelta a la pista de baile. —¡Vamos a emborracharnos! —exclamó, alzando mi copa. La verdad duele Después de bailar por horas, necesito un respiro. —Voy al baño, ahora vuelvo —le digo a Lisa. Me dirijo a la parte trasera del club, pero la fila del baño de mujeres es larguísima. Justo cuando estoy a punto de resignarme, noto que la puerta del baño de hombres está entreabierta. Normalmente, ni loca entraría, pero la impaciencia y el champán hacen que lo considere. Doy un paso hacia la puerta… y entonces lo veo. Mi prometido. Está con otra mujer. Y no están conversando precisamente, en ese momento mis piernas se anclan al piso. El mundo se detiene. Él la embiste con desesperación, como si cada roce de su piel fuera una necesidad urgente. Ella se aferra a su cuello, con los ojos cerrados, perdida en el placer. Siento náuseas. Mis manos tiemblan cuando saco el celular y grabo. No sé por qué lo hago, pero una parte de mí sabe que este video será mi salvación. Entonces, él emite un gemido de satisfacción. Termina el acto y la besa. Acto seguido levanta su cabeza y, desde el reflejo del espejo, nuestras miradas se conectan. Creo que no sale a uno de la bruma del placer, hasta que me ve. Sus ojos se encuentran con los míos. Por fin. —¡Emily! —exclama, alejándose de la mujer como si le hubieran echado un balde de agua helada. Pero no lo escucho. No puedo. Mi respiración se vuelve superficial, mi pecho sube y baja rápidamente, mi mente intenta procesar lo que acabo de ver. Giro sobre mis talones y salgo de ahí. Él me sigue. —¡Emily, espera! ¡Puedo explicarlo! Me detengo de golpe en medio del pasillo y me giro para enfrentarlo. Junto con las miradas de mucha gente. Mirando entretenidas con mi situación. —¿Explicarlo? —mi voz sale cortante, llena de veneno—. ¿Cómo explicas que estabas en el baño de hombres, en mi despedida de soltera, follándote a otra? ¿O lo que vi fue una ilusión óptica? En ese momento se escuchan murmullos, pero no les tomo atención a nadie. Él abre la boca, pero no tiene palabras. —Eres un… un hijo de puta —susurró, conteniendo las lágrimas. No le daré el placer de verme llorar. —Emily, por favor, no lo arruines así… Suelto una risa amarga. —¿Qué yo no lo arruiné? No hay nada más que arruinar. Camino de regreso donde están mis amigas. —Nos vamos —anuncio con voz firme. —¿Fue Daniel otra vez? —pregunta Camí, lista para matar. —Ojalá —susurró, sintiendo cómo mi mundo se derrumba. Otra vez. Pero mientras salimos del club, una cosa quedó clara en mi mente. No voy a casarme con él. Nunca. Se cancela todo Me dejó caer en el sofá de mi nuevo apartamento, sintiendo el peso de la noche sobre mis hombros. Mis amigas estaban conmigo, pero el silencio en la sala era ensordecedor. Ninguna sabía qué decir. ¿Qué palabras podían arreglar lo que había pasado? —¿Quieres que haga algo? —preguntó Camí en voz baja—. No sé, tal vez, publicarlo en redes y que todo el mundo sepa lo que hizo ese idiota. Negué con la cabeza. No quería escándalos públicos, pero tampoco pensaba quedarme callada. Mis padres y suegros, ellos, habían invertido meses de su vida ayudándola con los preparativos de la boda. No iba a permitir que siguieran planeando algo que nunca iba a suceder. Saco mi teléfono, entro a w******p, creo un grupo y abro la galería. Había grabado el video, para tenerlo en cuenta, para cuando el maldito de matt quisiera tergiversar todo y, con manos temblorosas mientras, nuevamente veía la escena en el baño. Apenas unos segundos, pero lo suficientemente aclarador: su prometido atrapado entre los brazos de otra mujer, sus besos, sus caricias, follándola como desesperado. Y luego, el momento en que él levantaba la mirada y me ve, su expresión de pánico cuando se daba cuenta de lo que acababa de perder. Respiro hondo y abrí w******p. Ya creado el grupo con sus padres, sus suegros y su prometido. No se molestó en cambiarle el nombre, solo quería que vieran lo que yo vi. Adjunto el video. Y escribo un solo mensaje: “Se cancela todo. No me busquen. No hay boda.” Y presiono Enviar. El silencio en la sala fue reemplazado en cosa de segundos por el sonido de notificaciones estallando en mi teléfono. Primero, la confirmación de que el mensaje había sido entregado. Luego, los ticks azules. Todos lo habían visto. Mi madre fue la primera en responder. —“Emily, ¿qué es esto?” Luego mi exsuegra. —“Dime que no es cierto.” Y finalmente, la cereza del pastel, su prometido. —“Por favor, no hagas esto. Hablemos.” Bloqueó su número, sin responderle. Se puso de pie, respiró profundo y se giró hacia sus amigas. —¿Qué sigue? Lisa levantó una botella de vino. —Ahora nos emborrachamos, dicen mis amigas Y por primera vez en toda la noche, Emily sonrió. La última conversación Había pasado una semana desde aquella noche en Velvet. Desde el momento en que envié el mensaje junto con el video, me había negado a responder las llamadas, como también había ignorado los cientos de mensajes de mis exsuegros y evitado cualquier intento de contacto con mi ex. De hecho, pedí una licencia en mi trabajo y le expliqué a mi jefa qué había pasado y ella, como todo un amor que es, me los dio. Pero ya no podía evitar para siempre a mis padres ni a mis exsuegros. Así que, después de días de insistencia, accedí a reunirme con ellos en un café discreto. No en su casa, ni en la de nadie más. Quería que este encuentro tuviera un final claro: y yo poder levantarme si así lo necesitaba y me iría cuando lo considerara necesario. El encuentro llegó más rápido de lo que había esperado. Cuando llego, mis padres ya estaban sentados en la mesa junto a los que habrían sido mis suegros. Decir que el aire estaba tenso, era quedarse corto. Pero también estaba cargado de incertidumbre y emociones contenidas. —Emily… —Mi madre fue la primera en verme y en hablar, con su voz llena de preocupación. — hija, por Dios, mi bebé que te han hecho… — dice mi madre con pesar. Claro, mi rostro estaba más pálido que de costumbre, y mis ojeras como una marca impresa en mi rostro. Mi ex suegra, una mujer que siempre me había tratado con afecto, tenía los ojos rojos, como si hubiera estado llorando. Y mi exsuegro solo me dio miradas con una mezcla de decepción y cansancio. —Gracias por venir —dijo el padre de matt, tratando de mantener la compostura—. No voy a justificar lo que hizo mi hijo. Pero… ¿Estás segura de que quieres tirar todo por la borda? Sentí un nudo en el estómago. Por esas palabras. —¿Tirarlo todo por la borda? —repito con incredulidad—. Yo no fui la que hizo esto. O que todo lo cambia por el hecho de que él es hombre y debemos olvidar su pequeño “desliz”. Le digo mirándolo y haciendo las comillas con mis dedos. Y la mujer que habría sido su suegra tomó la palabra, con la voz quebrada. —Él está destrozado, Emily. Dice que fue un error, que había bebido demasiado y no sabía lo que hacía. Que, en cuanto te vio, supo que había cometido el peor error de su vida. Los miro y no puedo creer, que consideren, olvidar lo que vi. Sabe que la diferencia de una equivocación es inherente a un descuido o negligencia. Mientras que el error es algo inevitable, algo que sabía que me dañaría, y, aun así, lo hizo. Después de darles mi explicación sacada de Wikipedia, aprieto los labios y los miro a todos. —¿Saben qué es lo peor de todo? —preguntó con una calma que no sentía. —. Que yo no estoy destrozada. Estoy molesta, sí. Estoy decepcionada, claro. Pero no estoy sufriendo. Y eso es lo que me hizo darme cuenta de que tal vez nunca debí comprometerme con él. Sus padres me miraron con sorpresa, por mis palabras. —Yo confiaba en él— y sin evitarlo mis lágrimas salieron—. Creía que lo amaba. Pero cuando lo vi en ese baño con otra mujer… no sentí que mi vida se rompía. Solo sentí rabia y la certeza de que no quería casarme con alguien así. Después de aclarar mis puntos, hubo un silencio incómodo. —¿No hay posibilidad de perdón? —pregunta mi exsuegro. niego con la cabeza. —No. Usted perdonaría a su esposa si ella lo engañara. No, verdad. — Mi exsuegra suspiró y desvió la mirada. vaya, creo que toque una fibra delicada. Mi madre me tomó la mano con delicadeza. —Te apoyamos en lo que decidas —dijo con suavidad—. Solo queríamos asegurarnos de que no estabas actuando por impulso. —No lo estoy —aseguro con decisión en mi voz y en mi mirada —. Estoy tomando la mejor decisión de mi vida. ¿Por qué sé que quedarme con un hombre infiel sería mi perdición? Y eso me mataría poco a poco. Me pongo de pie, dejando claro que la conversación ya había terminado. —Gracias por venir —digo, con sinceridad. Los miro y, con lágrimas en mis ojos que salieron sin permiso, me giro y salgo del café. Los miro por última vez desde afuera del lugar y camino a mi automóvil con la cabeza en alto. Había cerrado un capítulo. Y por primera vez en mucho tiempo, sentí que podía empezar de nuevo.
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