Caleb Dumas despertó a las ocho de la mañana después de tener un espléndido sueño, se veía de buen humor, nada comparado al hombre frío del día anterior. Lo vi estirar sus brazos y enderezar un poco su espalda, toda una rutina de estiramiento mañanero de forma calmada, hasta que notó que estaba siendo observado. Me miró sorprendido, incluso un poco asustado e intentó recuperar su compostura de inmediato. Entonces revisó la habitación, analizando un poco la escena antes de atreverse a hablar. No estaba segura que era lo que estaba en su mente en ese momento, pero mi mirada molesta seguro lo tenía pensando o tal vez eran mis ojeras.
—¿Has tenido un buen sueño? —le pregunté y él no dijo nada, más bien se quedó mucho más pensativo.
—¿Ya te aprendiste todos los nombres? —, me preguntó de vuelta y entrecerré mis ojos de forma amenazante, mientras inhalaba lo más lento posible para calmarme un poco.
—Me has visto la cara de tonta, ¿no? —dije y él se sorprendió —, me elegiste porque dije que soy buena sobreviviendo, ¿por qué? Porque tus anteriores secretarías han muerto, así que decidiste poner la muerte sobre mi. ¡¿En qué estabas pensando?! —le grité finalmente.
—¿Algo pasó anoche?
—Aún no estamos hablando de eso —le dije cada vez más molesta.
—Bien, quieres escucharlo… Sí, todas mis secretarias han muerto, por eso he intentado no tener ninguna o mantener un trabajo a distancia; pero la compañía no deja de insistir en que debo tener una secretaria —explicó —. Me negué incontables veces, incluso me he aislado tanto como he podido en los últimos años.
—Excusas —le dije de inmediato.
—¿Cómo crees que me he sentido en todo este tiempo viendo que todas las personas a mi alrededor mueren? ¡¿Crees que lo disfruto?! —, él también subió el volumen de su voz —. No, ¡no disfruto nada de esto! —dio un fuerte golpe a la mesa de centro frente a él y se levantó para acercarse a mi. Yo también me levanté de mi asiento, con la intención de no dejar que me intimidara ni siquiera un poco —. Yo no pedí esto, ni siquiera sé qué hice para merecerlo —me dijo un poco más calmado.
—¿No lo sabes? —pregunté pensativa —, voy a pedir el día —dije de repente y agarré mi bolso del escritorio.
—Sabes que no puedes renunciar, el contrato dice…
—Sé muy bien lo que decía el contrato, y si no me quieres ver de mal humor no lo mencionarás de nuevo. Así que, como ya dije, voy a pedir el día y tú vas a trabajar con toda la energía del mundo porque tuviste un buen sueño, algo que yo no tuve, ¿entiendes mi punto aquí? —dije y él me miró de forma silenciosa.
—¿Vas a volver? —preguntó.
—Ya lo veremos —le dije y salí de la oficina.
—Te espero en la noche —dijo antes de que cerrara la puerta y me detuve para mirarlo por última vez.
—¿Ves eso ahí? —le señalé el cuarzo —. Ya que tienes suficiente dinero, comprame todo el cuarzo que puedas, si encuentras obsidiana mucho mejor, incluso… Si consigues ojo de tigre mucho mejor, esa te sentaría muy bien a ti —le dije, y él pareció tener la intención de querer anotar lo que dije —, y ponte guantes y arroja eso a la basura.
Me fui sin más, y me encontré con una Rachel sorprendida, tal vez porque llevaba la misma ropa del día anterior, o peor aún, pudo ser porque seguía viva, o simplemente porque me vio gritarle y darle ordenes al jefe como si nada. Fuera lo que fuera me dio igual, fui directo al elevador con la esperanza de que nadie me molestara en el camino. No podía quitarme de la cabeza la imagen de aquella mujer y su sonrisa lúgubre, su voz también me perseguía, estaba segura que iba a ser así por un largo tiempo. Me sentí tan nerviosa que cuando el teléfono vibró en mi bolsillo, di un pequeño salto de susto y me apresuré a buscarlo. Se trataba de mi madre que intentaba contactarme, y me sorprendí de lo que dijo cuando contesté.
—¿Estás bien? —me preguntó de inmediato.
—Sí, estoy bien —dijo como si nada, con la respuesta de costumbre.
—¿Qué pasó? —preguntó.
—¿A qué te refieres? —le pregunté confundida.
—Tuve un sueño extraño, fue bastante aterrador —dijo con preocupación —, había algo maligno allí, te estaba cazando, era como un perro n***o rabioso que quería morderte y devorarte por completo.
La escuché aterrorizada.
—Pero, no huiste de él, te paraste frente a la bestia y le plantaste cara, entonces con sus garras rasgó tu piel y se alimentó de tu cuerpo —relató con voz temblorosa.
—Obtuve el trabajo —le dije, no la había llamado desde que me había ido de casa —, pero, hay algo malo… Creo que mi jefe está maldito.
Silencio.
—Hay algo aterrador detrás de él, y me lo he encontrado de frente, era una mujer… Y creo que ha dejado su rastro en mi —confesé.
—¿Sabes lo qué significa? —preguntó mi madre, y dejé salir un corto sollozo, intentando no perder el control —, no puedes volver a casa, no puedes huir, Mara.
—Lo sé.
—Tienes que acabar con el espíritu para poder ser libre —me dijo.
—Lo sé.
—Mi niña, no mueras por un fantasma.
—No lo haré —dije y las puertas se abrieron, había llegado al primer piso —, duerme con la obsidiana, y si puedes también un cuarzo, si tienes una biblia ponla al lado de tu cama, debe estar cerrada, de otro modo ellos leerán y se reirán. Y si tienes agua bendita, rociala sobre tu puerta y las ventanas, y por último, no olvides cubrir todos los espejos.
—Eso haré —dije mientras caminaba hacia el exterior.
—Llámame cuando despiertes —me indicó.
Nos despedimos con mucho cuidado y me fui en el transporte público al apartamento, el corazón aún me latía con fuerza. Tenía un terrible sentimiento de ansiedad que no desaparece con nada, así que al llegar a casa tuve que tomar un té para relajarme un poco, y entonces hice todo lo que me dijo mi madre con la esperanza de poder obtener un buen sueño. Cuando me acosté en la cama, tomé varias respiraciones profundas y luego conté hasta cien, hasta que mi conciencia se desvaneció en la nada. Pero, mis sueños no fueron tranquilos, no dejaba de regresar al pozo, estaba reviviendo una pesadilla que ya había dejado atrás hace mucho tiempo, donde gritaba por ayuda mientras mis piernas se hundían en logo, y el niño se agarraba de mis piernas para hundirme con él. Cuántas veces había tenido esa pesadilla a lo largo de mi corta vida, cuántas veces mirando hacia arriba, viendo la circunferencia que se llenaba de luz mientras llegaba el amanecer, y mi garganta se secaba mientras gritaba. Hasta que el rostro de mi padre aparecía allí, listo para salvarme de la oscuridad. Sin embargo, en ese sueño no vi el rostro de mi padre, tampoco estaba el niño, estaba completamente sola hundiéndome en el lodo, en el fondo del profundo pozo abandonado, mientras la escuchaba reírse de mi una y otra vez.