Capítulo 6 Completo

1625 Words
Aún no podía creer que había tenido la oportunidad de haber dejado el trabajo y lo dejé ir, ahora tendría que seguir luchando con aprenderme todos los nombres que me faltaban. Me tomó bastante tiempo y mucho café llegar a la mitad, y aún confundía los rostros de los susodichos. todo era un caos total para mi, además de tener nuevas tareas, como revisar cuentas, llevar documentos a un lado y realizar impresiones, fotocopias, aprender a realizar llamadas, y atender las llamadas de clientes importantes, como también rechazar las de otros. Incluso me aprendí cuál era el café preferido del jefe para llevarlo todas las mañanas, y tener todo listo para él. Habían pasado dos días desde que había empezado a trabajar la jornada completa y sin interrupciones, y me sentía exhausta tanto física como mentalmente. Pero, al tercer día, sintiéndome un poco mejor y aprovechando la soledad de la hora del almuerzo, acepté encontrarme con las chicas de nuevo. —¿Aún sigues aquí? —preguntó Miriam apenas me vio. —Sí, sigo aquí —respondí como si nada y empecé a comer mi sándwich de huevo. —¿Es cierto que le gritaste al jefe? ¿Fue por lo que dijimos? —preguntó Gaby sin poder contener su vena chismosa. —Vaya, ¿de dónde habrá salido tal información? —pregunté, mirando de reojo a Rachel, quien evadió mi mirada y prefirió concentrarse en su comida —. Es cierto que tuvimos algunos inconvenientes, y por ello tuvimos un breve argumento. —¿Sobre qué? —indagó Gaby. —Sobre las horas de trabajo, en el contrato dice que no trabajaré más de ocho horas, pero ese día trabajé muchas más y nadie me notificó sobre las horas extra a tiempo, así que obviamente estaba enojada, y pedí que se me pagaran de acuerdo a ello —inventé. —Wow —comentó Miriam —, yo nunca me atrevería, ahora entiendo porque te contrataron, siempre buscan mujeres con personalidad fuerte para sobrellevar mejor el cargo, ya que conlleva mucha presión. Me le quedé mirando sorprendida, porque nunca había pensado en ello con detenimiento, mi mente estaba llena de otras cosas como intentar sobrevivir el día laboral. Para ya no hablar de ello, terminamos de comer y decidimos salir afuera a comprar algunos dulces para el día, según ellas ese era un pequeño regalo para nosotras mismas, y a veces en los días malos es el mejor regalo. Finalmente, regresamos todas para dirigirnos a nuestras oficinas, las chicas tomaron un ascensor y nosotras otro, porque unos se detenían en los pisos impares y otros en los pares. Rachel y yo nos hicimos compañía, riéndonos porque íbamos dos minutos tarde, pero ella me decía que realmente eso no era un gran problema, hace mucho nadie iba y las llamadas eran pocas. —Al final de la semana volveré a mi área y tú tendrás que tomar el elevador sola —comentó Rachel un poco triste —. Me gusta este trabajo, ha sido un soplo de aire fresco, aunque también extraño hacer lo de siempre. —Entonces, toma esto como si hubiera sido un descanso —le dije. —Eso haré —dijo con una sonrisa. El elevador se detuvo de repente en uno de los pisos impares antes del nuestro, y el ambiente se sintió más frío de lo normal. La luz se fue, y la lucecita roja de emergencia se encendió. Ella y yo nos miramos nerviosas, y nos apresuramos a presionar el botón de emergencia para llamar por ayuda, lo malo es que no funcionaba. Miré a Rachel preocupada y luego di un vistazo a todo el lugar con temor de que ella estuviera allí observándonos desde la oscuridad. Entonces, vi el vapor salir de mi boca, el lugar se estaba congelando poco a poco, o tal vez era nuestra imaginación. Rachel no dejaba de mirar su teléfono sin señal, y en cierto momento se llenó de desesperación. —¡Ayuda! —gritó, y empezó a golpear las puertas metálicas. —Rachel, cálmate —le pedí y ella me miró angustiada —, necesito que me ayudes a subir —dije y le señalé la parte de arriba, ella comprendió a qué me refería y me ayudó. Por supuesto, no fue tan fácil como se ve en las películas, se me hizo bastante pesado y nos caímos más de una vez intentando abrir la parte superior del elevador. Hasta que finalmente lo logramos y pude subir a la parte de arriba, allí tuve acceso a las puertas que daban con el piso del jefe, aunque quedaba un poco por encima de donde nos encontrábamos. Pero, extendí mis manos hacia arriba y toqué las puertas metálicas con mis manos abiertas, intentando hacer ruido. —¡¿Hay alguien ahí?! ¡¿Pueden escucharme?! —grité. Hice tanto escándalo como pude con mis manos, y luego intenté abrir las dos puertas como si tuviera tanta fuerza. Obviamente no hubo mucho avance, no podía mover las puertas por mi misma. Intenté pensar en otras alternativas, justo cuando el elevador se tambaleó un poco, y vi algunas chispas que caían a mi alrededor. —Rachel… —la llamé y ella se asomó. Mi compañera me miró con curiosidad, esperando a que dijera algo más; pero fui directo al agujero y le extendí mi mano para que subiera. —Vamos —le dije, y ella se apresuró a hacer lo que le indicaba. —¿Mara? —escuché una voz desde el otro lado de la pared. —¡Caleb! —me atreví a decir su nombre —. Estamos atrapadas, necesito que intentes abrir la puerta —le dije, mientras ponía toda mi fuerza en intentar subir a Rachel, que estaba segura pesaba un poco más que yo. —¿Están en el elevador? —preguntó él confundido por la situación. —¡Sobre el elevador! ¡Apresurate, y haz algo para ayudarnos a salir! —le grité, con temor a que no pudiera escucharme bien. Entonces no hubo más respuesta, me apresuré a terminar de subir a Rachel y asegurarme que ella pudiera sujetarse para hacer el trabajo más fácil para ambas. Cuando ambas estuvimos en pie y juntas, vimos las chispas caer de nuevo y nos asustamos. Mara. Escuché a alguien llamarme y me di la vuelta un poco asustada, Rachel también hizo lo mismo. —¿Escuchaste eso? —me preguntó —, alguien dijo mi nombre. Pero, yo solamente había escuchado mi nombre. —Es la maldición —murmuró asustada —, vamos a morir aquí. —¡No! Nadie va a morir —le dije con seguridad y me volví a las puertas metálicas —¡Caleb! —lo llamé de nuevo, sintiendo que el corazón me latía demasiado rápido, estaba completamente asustada e intentaba controlar mi desesperación tanto como me era posible. Entonces, escuché el ruido de las puertas siendo forzadas, justo cuando la caja bajo nosotros bajó un centímetro, y Rachel gritó de la impresión de que podríamos caer en cualquier momento. —¡Vamos a caer! —gritó Rachel. —Ayúdame —le dije e intenté abrir las puertas de nuevo, ella me vio y con desesperación intentó ayudarme. Sentimos que bajamos otro centímetro, y vimos que las puertas se abrían un poco. Lo primero que vi fue un rayo de luz, luego un poco de los pantalones y los zapatos de Caleb Dumas, me di cuenta que había alguien más con él, pero no supe reconocerlo en ese momento. Entonces, con la sensación de que estábamos a punto de caer, me sujeté del borde del suelo de la puerta y tomé una de las muñecas de Rachel. Mis instintos no estaban equivocados, el elevador cayó y nos dejó colgando en el aire mientras los dos hombres terminaban de abrir las dos puertas metálicas. Apreté con fuerza mis dientes e intenté mantener un buen agarre de Rachel, como también traté de sujetarme con fuerza para no terminar cayendo con ella. Finalmente, las puertas se abrieron lo suficiente, y Caleb me tomó del brazo para no desestabilizar mi agarre. Él nos empujó a ambas hacia arriba, con sus pies apoyados en las dos puertas semi abiertas, luego el otro hombre le ayudó, dejando la palanca que habían estado usando a un lado. Las dos fuimos rescatadas con algunos rasguños que nos hicimos cuando chocamos un poco con la pared, sin embargo, nos encontrábamos bien. —No hubo explosión —comenté de repente, recordando que el elevador había caído. Caleb se atrevió a mirar hacia abajo rápidamente. —Es porque no terminó de caer —explicó y se echó para atrás con temor a que algo pudiera pasarle a él también —, se detuvo en uno de los pisos inferiores —comentó sorprendido —. Pon el elevador fuera de servicio —se volvió al guardia de seguridad con aquella orden, y el hombre asintió antes de marcharse con presura. Entonces, los tres nos miramos por un largo tiempo sin saber qué decir. —Tú… Cuando estés más calmada, toma tus cosas y tómate el día, mañana vuelves a tu área de trabajo habitual —ordenó a Rachel, y ella asintió asustada. Pasaron algunos minutos durante los cuales él me observó fijamente, y entonces fue y se encerró en su oficina. Yo hice lo posible para calmar a Rachel, antes de ayudarla a marcharse, incluso tuve que acompañarla por las escaleras de emergencia, mientras intentaba convencerla de que todo había sido una falla técnica, y aquella voz que había escuchado fue causada por el estrés de la situación. Después de eso, Rachel me evitó y se alejó de mi por completo, no hubo más almuerzos de trabajo.
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