capítulo 3 Completo

1532 Words
El reloj me despertó a las tres de la mañana con la sensación de que no había dormido nada, luego me di cuenta que había caído dormida sobre el escritorio y seguía en la oficina. Ni siquiera recordaba en que momento exacto me había quedado dormida, lo único que sabía era que algunas páginas tenían un poco de saliva, y agradecía que estuvieran cubiertas y seguras, de otro modo secarlas no hubiera sido nada lindo. Otro asunto que me tranquilizó un poco, fue no ver a mi jefe alrededor, aunque por el abrigo que permanecía en el respaldo de su asiento era claro que él tampoco se había ido aún. Por tanto, aproveché el momento e intenté arreglar mi ropa llena de arrugas, como también mi cabello que de repente estaba escandalosamente desordenado como si hubiera estado teniendo mucha acción en la oficina. Tomé el enjuague bucal que siempre traía en el bolso y salí en busca del baño más cercano, el mal aliento era lo de menos, el problema era en realidad el mal sabor que tenía en mi boca. Algo que siempre me sorprenderá es la variedad de silencios que hay, porque definitivamente no es lo mismo un silencio en medio de la tarde cuando los trabajadores están todos concentrados en sus tareas, a un silencio en la hora del almuerzo, o peor aún a un silencio en un edificio solitario a las tres de la mañana sin nadie alrededor, tan profundo es el silencio que el sonido que causan tus tacones en cada paso tiene un eco más amplio y aterrador. Pero, el verdadero problema es cuando el eco se vuelve confuso, y pareciera como si alguien más estuviera allí caminando detrás de ti, eso fue lo que me pasó cuando ingresé al pasillo que me llevaba a los baños. Me di la vuelta para tener una pista de lo que estaba pasando, algo que me indicara que estaba imaginando todo. Obviamente no había nadie más allí, estaba en un corredor frío y vacío, incluso había una pequeña corriente de aire que me causó un poco de escalofríos, algo que había sentido más de una vez años atrás. Y como me habían enseñado, me di la vuelta y seguí caminando para llegar a los baños; sin embargo, el sonido repetitivo de los tacones era bastante molesto y me detuve de nuevo abruptamente para confirmar si el sonido seguiría sin mi moviéndome. Ciertamente hubo una pequeña repetición fuera de ritmo, algo que yo no produje y nadie lo hubiera notado porque fue apenas perceptible por su rapidez y la forma en que se detuvo casi que al instante. Entonces, me quedé allí de pie mientras en mi cabeza llegaba a una conclusión, me sentí bastante molesta con mi suerte. Miré mis zapatos y decidí quítarmelos para no escuchar más el ruido molesto, entonces hice un pequeño quejido para indicar lo cansada que estaba. Luego, caminé lentamente, casi que me deslizaba sobre mis media veladas. El ruido tuvo que cesar, y quise reírme de ello, sentía que había fastidiado el silencio. Después de eso estuve un poco más tranquila, pude hacer mis cosas sin molestia y con calma. —No tengo buena suerte —dije en voz baja mientras retocaba mis labios con el labial de cereza que tanto me encantaba. Una de las puertas del baño se abrió lentamente causando ruido en sus engranajes, y di un vistazo detrás de mí desde el espejo. Inmediatamente culpé a la corriente de aire y lo descarté, no quería pensar en ello por mucho tiempo, me sentía muy cansada para ello. —Debí haber traído el corrector, mis ojeras se están empezando a ver —comenté mientras me miraba los ojos y mi piel alrededor. La puerta metálica del baño se cerró de forma estruendosa, interrumpiendo mis pensamientos y haciendo que el brilló labial en mis manos perdiera su rumbo y dibujara una línea por toda mi barbilla. Me quedé mirando mi rostro en el espejo con escepticismo, y luego me apresuré a arreglarlo con un poco de papel. Siempre había dicho que no había nada peor que arruinar tu maquillaje, y tener que empezar todo de nuevo, así que intenté arreglarlo lo más que pude para no tener que repetir todo el proceso. Mientras lo hacía, otra puerta se abrió de forma ruidosa otra vez, y me volví hacía los cubículos un poco molesta. —Si vas a jugar, hazlo cuando me vaya —dije molesta —, ¡vete a molestar a otro lado! —terminé de decir todo aquello en mi mente, porque mi abuelo siempre decía, si quieres evadir la verdad, mejor ignoralo hasta el final y vete de allí. Así que arrojé el papel a la basura, me di un último vistazo en el espejo y salí del baño, mientras aquella puerta también se cerraba con fuerza. Empezaba a sentirme intranquila de nuevo en el corredor, y terminé caminando un poco más rápido de lo normal, solamente me detuve a pocos pasos de la oficina. Cuando llegué, abrí la pesada puerta de madera con calma y finalmente noté que mi jefe había estado allí todo el tiempo. Se había quedado dormido en el sofá que estaba en el centro de la larga habitación, seguramente ocurrió mientras leía algunos documentos. Pero, encontrarlo allí fue lo de menos, porque algo más había llamado mi atención, era el incesante frío que se sentía allí, la temperatura había bajado desde el momento en que me fui. Di un paso atrás y toqué el dije de mi collar, sentí que temblaba más de lo normal como nunca antes la había sentido, y entonces vi a la mujer en medio de la habitación mirando a mi jefe dormir. Nunca antes había sentido tanto miedo al ver un espíritu, había algo bastante malo en ella que me hacía querer huir de inmediato. Cuando di el paso atrás ella me miró y los zapatos se soltaron de mi agarre al ver sus ojos negros mirándome. —¿Eres la nueva? —preguntó con una voz neutra y sin sentido, era una mezcla de sonidos extraños e indefinidos, no era un hombre, no era una mujer o era ambos al mismo tiempo, era mucho más. Su vestido n***o estaba rasgado y sus manos estaban sobre la cabeza de mi jefe, cepillaba su cabello con sus uñas largas y negras. Comprendí que sus intenciones con Caleb Dumas eran bastante malas, cuando él empezó a retorcerse en algún tipo de pesadilla al sentir el fantasmagórico tacto de la mujer. Ella me sonrió con dientes negros medio podridos, era uno de esos fantasmas que buscaba intimidar a toda costa. —¿No es lindo? —me preguntó y entonces agarró un puñado de su cabello —, ¿en que momento vas a correr? Bajé mi mano de mi pecho a mi bolsillo derecho y saqué el cristal de cuarzo que tanto me gustaba sostener cuando dormía, entonces empecé a caminar hacia ella. La mujer me miró sorprendida y luego enojada, entonces se rió a carcajadas. —Ahora el chico elige mejor —comentó. —Alejate de él, espíritu maligno —le dije, intentando no temblar. No había forma de que pudiera huir de allí, y entendía porque ninguna de sus secretarias sobrevivía, porque se trataba de un espíritu nivel cinco. Era una alma con sed de venganza que llevaba mucho tiempo arraigada en este mundo, tenía demasiado poder como para no afectar a todos a su alrededor. Cada vez que tuviera contacto con un ser vivo, dejaría un poco de su mala vibra en ellos. —No es tan fácil —dijo ella burlándose de mí, y alejó sus manos de Caleb Dumas, de modo que me detuve de inmediato, sintiendo que se trataba de una amenaza —; pero, te doy la victoria por el día de hoy —gruñó y su sonrisa se hizo demasiado grande y diabólica, mientras su cuerpo se deformaba en el aire hasta ser un espectro casi de humo que se abalanzaba sobre mí y me atravesaba con rumbo a la puerta detrás de mí. Caí de rodillas con la sensación de que el oxigeno se me escapaba y necesité de mucho tiempo para poder recuperar el aire de nuevo. Empecé a respirar de forma agitada con mis puños envueltos en el cuarzo blanco que empezaba a tornarse n***o, y por primera vez en mucho tiempo, sentí demasiado miedo. Entonces recordé cuando era niña, fue cerca de mi cumpleaños número nueve cuando caí en aquel pozo abandonado en la antigua casa de mi abuelo, y allí encontré los huesos de un niño muerto que había estado desaparecido por demasiado tiempo, él fue mi amigo al principio, hasta que decidió que no quería quedarse allí solo. Mis manos temblorosas dejaron caer el cuarzo como si se tratara de veneno, aún luchando con recuperar el aliento. Me quedé en el suelo por varios minutos, en medio de lo que me pareció fue una evidente crisis nerviosa llena de temblores. En ese momento recordé porque los muertos me daban más miedo que los vivos, pero me recordé a mi misma que nosotros también podíamos dar miedo.
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