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Doctora Corazón

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Blurb

¿Estás fracasando en el amor? ¿Cada vez te cuesta más dejar de pensar en esa persona? ¡Detente! Y saca una cita con la Doctora Corazón. Ella te dará tips fundamentales para conquistar a tu ser amado.

*** Ella es Marbelix Cruz, una chica talla grande que se ingenia la forma para obtener dinero gracias a sus dotes conquistadores. Pero la verdad es que en su vida personal abunda la soledad y la tristeza, aunque lo disimula bastante bien.

Todo fluye normal hasta que Diego Guerrero se acerca a ella para pedir ayuda y enamorar de nuevo a su ex pareja. Sin embargo él termina perdido en sus grandes curvas y usará sus propios consejos para conquistarla sin que ella sospeché.

¿Terminará aceptando a éste hombre en su vida? ¿Cambiará la vida de Marbelix? No te quedes con la duda y pulsa el corazón para guardar la historia en tu biblioteca.

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Capítulo I
Marbelix Cruz… —¡Estoy harta! Ahora hacen las tallas más pequeñas y la ropa es de mala calidad. —Exclamé intentando meterme en un jean que me gustó pero me quedé con los ojales y la pretina en la mano. «No es la primera vez que me pasa» Bueno, me han ocurrido algunas situaciones similares por ejemplo más de una vez cruzando la calle con el semáforo a punto de cambiar se me ha partido el tacón del zapato, pero no me voy a cohibir de ponerme tacones. Otras veces he metido el pie en zanjas por ir pendiente de la pantalla del celular, incluso una vez me golpeé tan fuerte la cabeza con una ventana que sobresalía y tuve que ir a urgencias para una sutura. Me pasan tantas cosas y pienso que deben tener una explicación. Mi madre siempre me ha menospreciado por ser talla grande, cosa contraria de mi hermano Ronald “él es la perfección de Dios en la tierra” es mayor que yo, doce años. Es piloto y tiene un genio de miércoles… Sin embargo es el preferido. “Caracas, Caracas, como me gusta ésta ciudad, pero que lindas muchachas las que tiene Puerto Ordaz” Hasta Rafael Orozco se enamoró de mi tierra. Así o más bella es la capital de Venezuela. Vivimos en una de las zonas más tranquilas. Digo vivimos porque con treinta años aún sigo en la casa de mis padres. Cada vez qué discuto con mamá, amenazo con irme, voy arreglo la maleta, al final no soy capaz de hacerlo y pongo de nuevo todo en su lugar. Por su parte mi papá es un santo personificado. Jamás me ha regañado, siempre lleva su vida muy tranquila trabajando como farmacéutico. De allí ha sacado una parte del dinero para costear los estudios de mi hermano “el príncipe” porque como es súper dotado consiguió una beca de la facultad que le cubrió la mitad de las mensualidades. Sin embargo yo he tenido que costearme lo que estoy estudiando porque cuando era más joven ingresé a estudiar a varios institutos y cuando no me botaban por ineficiente, me salía porque no me agradaba la carrera. Así perdí tiempo y dinero hasta que mamá le prohibió a papi que me siguiera ayudando para estudiar. Mi primer trabajo fue en McDonald’s allí empecé como todos, desde abajo. Poco a poco fuí ascendiendo y llegué a ser gerente. Con la excusa de supervisar aprovechaba para comer, me había vuelto adicta a las salsas y a las hamburguesas Big Mac, Cuarto de libra y a la McChicken. Tantos años trabajando en la empresa me habían enseñado todos los trucos posibles para comer gratis. Tenía compañeras gerentes muy explotadoras y nunca estaba de acuerdo que tratarán a los subalternos de esa forma. Eran felices mientras les supervisaba. Así que les había enseñado algunos trucos para que pudieran comer de vez en cuando. Por ejemplo si dejaban caer una hamburguesa “accidentalmente” esa ya no se podía usar. Así que en vez de desecharla la partían en varios trozos y se la comían a escondidas. Estudiaba recursos humanos y la carrera me empezó a exigir más tiempo del normal porque casi finalizaba, así que tuve que renunciar a ese trabajo y buscar empleo en una panadería, donde trabajaba menos horas pero ganaba más. Al fin me gradué «a duras penas» terminé haciendo mis pasantías en el terminal de pasajeros en una empresa de viajes. Los gerentes de la empresa (Expresos Occidente) me quisieron apoyar dándome un puesto de secretaria. La paga sería mejor de lo que estaba recibiendo en la panadería y acepté. Me pareció más divertido vender pasajes, conocer gente y ganarme buenas propinas. Y ni hablar de los tipos que me ligaba. La mayoría eran choferes de otras empresas. Mi mamá se llama Melany Contreras y detestaba que estuviese trabajando en ese lugar. Siempre decía que “solo estaba repartiendo el cuatro letras en el terminal” nunca tenía nada agradable para decir, pero aún así agarraba el dinero que de forma mensual le daba para la comida. Ella es maestra de Inglés. Algún tiempo trabajo pero después ya no quiso seguir ejerciendo y se quedó como ama de casa, siempre esperando que llegue mi papá del trabajo para joderle la vida. Es una fumadora compulsiva y para mi papá ser feliz, antes de saludarla le entrega una caja de cigarrillos. No sé cuál será la razón pero yo siento que ella me desprecia, porque de “inservible” no me baja. Soy tan relajada que eso no me afecta en absoluto. O tal vez si. Me desahogo comiendo en la calle porque en casa me mide las porciones de comida. De vez en cuando voy a fiestas a escondidas de ella porque cuando le aviso que voy a rumbear al día siguiente madruga, se llega a mi cuarto para regañarme y decirme barbaridades. ¡Llevamos una relación tóxica! Entonces había optado por escabullirme por el jardín trasero a altas horas de la madrugada para ir a bailar. Mis parejas eran hombres mayores, nunca me interesaba en preguntarles si eran casados o no. Algunas veces veía sus anillos de compromiso pero me hacía la ignorante. En alguna oportunidad le enviaron un mensaje a mamá amenazándome por estar saliendo con hombres casados. Fueron momentos difíciles y yo allí. Sin tomar la decisión de irme de casa. Lo único que pude hacer fue negar todo hasta que se comprobara lo contrario. Por fortuna y descanso para mí salud mental en algunos meses quedó en el olvido y no volvió a insultarme con eso. Por la forma de mi cuerpo nunca se me acercaban chicos jóvenes, ya tenía un menú exclusivo de viejitos porque el deseo de tener intimidad era muy alto. Muchas veces esos señores mayores me dejaban regalos en efectivo lo que me hacía sentir muy bien. Además de una experiencia fenomenal en la cama. Nunca me reclamaban atención porque no tenía nada oficial con nadie. Tengo dos grandes amigas que siempre me decían: — “No puedes ir como Chita, de palo en palo” y ¿La afectividad para cuándo? —La de estos comentarios es Laura Mogollón, según ella está felizmente casada, también es otra chica de mi talla. Es secretaria en una empresa de construcción, tiene treinta y cinco años y está preocupada porque quiere tener un bebé y no ha logrado concebir. También estaba lo que me decía Greisy Plata, mi segunda mejor amiga: —No necesitas de un hombre para ser feliz. ¡Mírame soy tu ejemplo! —A ella la habían dotado de los cojones que nosotras no teníamos. Con treinta años es una mujer fitness y trabaja como entrenadora en un gimnasio. Los hombres acuden como moscas a entrenar con ella pero nunca consiguen una sonrisa y menos una cita para salir porque según sus principios “no es ético” pero la verdad es que la chica es asexual. Siempre compartimos un almuerzo o una película temprano en casa de alguna. De las escapadas a bailar también son participes. A pesar de nuestras diferencias a diario compartimos lo mejor y puedo decir que ellas son lo más estable que tengo en mi vida. Hoy de nuevo tuve una discusión con mamá porque fuí a hacer el almuerzo y sin querer partí el vaso de vidrio de la licuadora. Es horrible ver cómo se transforma y me empieza a decir cuánta barbaridad pase por su cabeza. Me fue a pegar con un palo de escoba que tenía un clavo de acero. Si no hubiese puesto la mano para detenerlo me lástima horrible. En el forcejeo se alcanzó a arañar un poco y apenas llegó mi papá del trabajo le dijo que yo la había maltratado y otras cosas que no pude aguantar, así que agarré mi monedero con el teléfono y me fuí caminando hasta la casa de Laura. Tarde casi dos horas para llegar. Unas cuadras antes de cruzar a la vereda donde ella vive, observé a Justin con una mujer joven . Justin es el esposo de Laura y era evidente que tenía algo que ver con ésta chica por la forma en la que ella le acariciaba el rostro. No me pude controlar y llamé a Laura: —Laura ¿Dónde estás? —Ella me saludo con sorpresa y respondió: —En casa, me estoy poniendo un tinte en el cabello que mi esposo me acabó de comprar. —Degenerado, con razón estaba tan tranquilo, sabía que su esposa estaría ocupada por un largo rato y entonces le dije: —Por lo visto además del tinte Justin también te está poniendo los cuernos. Si quieres comprobarlo tu misma, sal por la vereda donde vive Doña Letty y justo frente a la heladería los vas a encontrar. —Aquella mujer no me respondió nada y se escuchaba al teléfono aún, cerrando puertas y la respiración agitada. En menos de cinco minutos apareció ante ellos y agarró a la chica de las greñas. A Justin lo amenazaba con un bate. Entonces decidí acercarme para ayudar a calmar el problema que yo había armado. Pero es que es mi amiga y no permitiré que le vean la cara de ésta forma. Así se reconcilien y yo quedé como un zapato. «¡No me importa!» Justin nunca me había terminado de caer bien, pero había jurado con Greisy que jamás le hablaríamos mal de él hasta no tener pruebas. Si la engañaba a unas cuantas cuadras de su casa sin la mínima preocupación ¿Cómo sería cuando ella se ausentaba por algunos días por cuestiones de trabajo? Justin la agarró por el cabello para quitarle el bate, ahí me fuí en defensa de mi amiga y terminé con un golpe en la cara. Ya luego que todo se había calmado la logré llevar hasta la casa hecha un mar de lágrimas y con ideas suicidas. Pero había que enfrentar las cosas de la mejor forma y entonces le propuse: — Salí de mi casa porque tuve una discusión muy fuerte con mamá. ¿Qué pensarías si te dijera que nos vayamos a otro lugar? Para empezar de cero y dejar atrás todo lo que nos daña la alegría. —Se detiene a pensarlo y añade: —¡Quiero! ¡Quiero! Después de todo no tengo nada con éste inservible marido mío. Ayúdame a echar toda su ropa en el jardín trasero. ¡Todo! Qué no le quede ni un calzón. Porque con esfuerzo siempre he sacado de mi plata para comprar su ropa. —No tuvo ni que terminar de mencionarlo. Desocupe el clóset en menos de lo que canta un gallo y ella busco un litro de un producto inflamable y le acercó un cerillo encendido. Se giró y empezamos a empacar sus pertenencias. Salimos de allí, buscamos un taxi y nos dirigimos a mi casa. Entré a mi cuarto recogí mi ropa, llené la maleta y la saqué a la calle. La subí al auto y fuí hasta el patio donde mamá estaba rezando. «¡Si rezando!» Cualquier persona al conocerla se equivocaría. Le pedí la bendición y no me respondió. Dí media vuelta quedando de espaldas y le dije: —¡Me voy de la casa! Dios la bendiga. —Tantas veces había hecho el teatro de que me iba y ahora que era verdad no lo creía. Le pedí al taxi pasar por la farmacia donde trabajaba mi papá para despedirme de él. Con lágrimas en los ojos me dió su bendición y me deseo lo mejor. Ahora iríamos a casa de Greisy para hospedarnos un rato y elegir el rumbo que tomaríamos. Greisy se nos unió a la aventura y así fue como las tres terminamos en un bus directo a Mérida: la ciudad de las nieves eternas. Cambiaríamos por completo de cultura aunque estuviésemos en el mismo país. El clima, la comida, todo iba a ser un proceso de adaptación, no sería sencilla la adaptación pero nos apoyaríamos. El trayecto tan largo que debíamos recorrer me hacía pensar en todo lo vivido, a mi lado iba sentada Laura y llorábamos las dos abrazadas cuando nos atacaba la nostalgia. En cambio Greisy iba justo detrás de nosotras dormida y con la cabeza en el hombro de un señor que no se molestaba en despertarla. Llegamos a una parada obligada llamada “Morotuto”. Donde los choferes inspeccionan las unidades y los pasajeros pueden comer con tranquilidad. De verdad que se agradecía ésta parada porque el dolor en el cuerpo ya se hacía notar. Y por el tamaño de nuestras extremidades a pesar que eran puestos grandes nos sentíamos incómodas. Ya habíamos dicho que nos hospedaríamos en un hotel pero al llegar al terminal nos ocurrió algo muy gracioso. Bajé con cuidado y justo ahí había un señor con un cartel que decía “Bienvenida Doctora” yo de odiosa sonreí y le dije: — ¡Gracias! —Bueno resulta qué el abuelito me saludó muy amable y me dijo que el coche estaba listo para trasladarnos a lo que sería nuestro nuevo hogar. Le intenté explicar qué no éramos quien esperaba y entonces dijo: —¿Cómo de qué no? Ya llevo tres días esperándolas aquí, dijiste que traerías a tu couch de inteligencia emocional, pero olvidaste mencionar a la otra amiga, pero de alguna forma la ubicamos. Mi esposa está ansiosa esperándolas y ya tiene el local listo para empezar a trabajar a partir de mañana. —¿De qué está hablando? ¿Cuál couch? Iba a volver a negar cuando Greisy me interrumpió y dijo: —No le preste atención a la doctora, es que como es tan inseguro viajar sin guardaespaldas debemos mantener un bajo perfil. Mucho gusto, soy Greisy, la entrenadora de pilates y asistente de la Doctora Marbelix. —La mire con incredulidad y el señor empezó a tomar las maletas para arrastrarlas al auto, entonces agarré a Greisy de una mano y le dije: —¿Qué pretendes? ¡Estás loca! ¿Qué vamos a hacer cuando aparezcan las verdaderas personas a las que él está esperando? —No podía prestarme para engañar de esa forma al gentil señor que estaba aburrido de esperar y nos quería llevar a como diera lugar. Entonces ella se explicó: —No tenemos un lugar fijo para pasar la noche, el poco dinero que traemos pronto se nos acabará, él habló de empezar a trabajar desde mañana y ya lleva tres días esperando a alguien que es muy probable que no llegué. Cuando aparezcan las fulanas doctoras ya conoceremos un poco más la ciudad y podremos solventar. Así que déjame que yo me hago cargo. —Me dejó boquiabierta de lo ágil que era para analizar las cosas. Laura me miró a los ojos y no pudo contener la risa. Empezaron a subirse al coche y en eso ví que estaba entrando una llamada de mamá. Le contesté y la saludé pero ella de inmediato pregunto: —Marbelix ¿Dónde estás? Ya deja la bobada y vengase para la casa. —Ahí estaba ella haciéndome dudar de mis decisiones. Pero ya era muy tarde, por primera vez había hecho algo que debí hacer años atrás. Entonces le respondí: —No pretendo regresar a casa durante una larga temporada, nuestra relación es tóxica y tanto usted como yo necesitamos madurar, yo debo aprender a ser una buena hija y usted una buena madre. No quiero decir que seas mala, pero si hay aspectos que debes corregir. ¡Dios me la bendiga! — Corté la llamada porque debía darme prisa y subir al auto. Nos dió un recorrido por el centro de la ciudad, se veía pequeño y más tranquilo de lo que solía ser Caracas a ésta hora del día. Ingresó al estacionamiento de un edificio y allí bajo nuestro equipaje. Lo puso en un montacargas manual y lo arrastró con fuerza. Le seguimos un poco estupefactas porque al parecer nos llevaba al lugar donde viviríamos. El celador le entregó una llave e ingresamos al ascensor. Abrió un apartamento y dijo: —¡Bienvenidas! Pónganse cómodas, en el refrigerador encontrarán víveres para una semana. Mi esposa vendrá más tarde para hablar del contrato y del horario de trabajo. Las citas ya están programadas a partir de las ocho de la mañana. —Miraba con incredulidad a Greisy. ¿En que nos habíamos metido? ¿Citas de qué? Todas estas preguntas fueron resueltas cuando una señora de aproximados sesenta y cinco años, llamada Sonia me entregó un contrato. Lo leí con calma porque no sabía que iba a firmar. Ella estaba esperando a una especialista en manejo psicosomático del estrés. Por lo visto le habían jugado una broma o si había tenido que desembolsar dinero la habían estafado. Representaba una difícil actividad porque me gradué en recursos humanos y no sabía nada relacionado con psicología. «Pero bueno le echamos pichón» Apenas se fue la doñita las tres nos sentamos en círculo para ver cómo resolvíamos la situación. La que mejor ejercería era Greisy, porque con tranquilidad podía montar una rutina de pilates o yoga. Pero Laura ¿Couch de inteligencia emocional? Con la tormenta que estaba pasando su vida, no podía distinguir sus propias emociones, menos iba a poder tratar las de los demás. Y ni hablar de lo que me correspondía ¿Especialista anti-estrés? Cuando descubrieran todo íbamos a quedar como estafadoras. En el apartamento nos dieron acceso a todos los servicios. Estaba pago por un mes, ya al siguiente debíamos resolver nosotras. Entonces Greisy dijo: —A partir de hoy, todas debemos estudiar sobre el tema. Nos tenemos que esforzar, no queremos que mañana mismo descubran nuestra farsa. No sé qué jugada del destino nos abrió esta oportunidad. ¡Pero la vamos a disfrutar! —Después de todo tenía razón, así que de inmediato encendimos los ordenadores y cada una se centró en el tema que le correspondía, para tener por lo menos los objetivos claros. Llegó el día siguiente más rápido de lo deseado. Nos vestimos formal porque no sabíamos que encontraríamos en la oficina. Al llegar era una gran institución con diversos especialistas. Cuando nos presentaban los psiquiatras, neurólogos, psicólogos yo temblaba. ¡No teníamos futuro, íbamos a durar menos qué un caramelo en la puerta de una escuela! Nos entregaron nuestras propias oficinas de consulta y el listado de pacientes que debíamos atender durante la semana. Ya podía imaginar los titulares del periódico en unos días “Ahorcadas por estafadoras”

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