–Tienes que decirme la verdad. –Lo miré confundida, puesto que no sabía que tanto me estaba ocultando. Pero él tranquilamente solo pasa una de sus manos sobre mi cara, tomándome por la barbilla. –Ahora necesitas descansar, pequeña. –Se levantó de la cama para quizás intentar irse de la habitación, pero yo sostuve con fuerza de su mano. –No, no me puedes dejar así. –Le rogué que no se fuera. –Tengo que saber tan siquiera algo, migajas, pero algo. –Sabía que no podría descansar sin saber. –¿Quieres que me quede como tu esposa? –Tal pregunta fue de su interés, así que volteó a verme. –Tienes que ser más abierto conmigo. –Le dije temblando. –Desde que nos casamos lo único que hemos hecho es tener sexo, pelear e ignorarnos mutuamente, es por eso que quería dejarte. Sebastián suspira dándo

