22 de Octubre de 1814, Londres. ‒ No tienes derecho a tratarme de esta forma ‒ se escuchó un fuerte golpe, algo golpeó una superficie de madera, probablemente una mano. ‒ ¡Ya te dije que no te daré ni un penique más! Benedict acababa de entrar en la mansión Knightmoore y no estaba nada sorprendido con lo que escuchaba proveniente del despacho. Su mejor amigo tenía una larga lista de parientes lejanos que acudían a él con una sola intención: obtener dinero del Conde de Knightmoore. Andrew había heredado junto con el título una cantidad inimaginable de familiares, que ni siquiera llevaban el apellido Liney, con deudas exorbitantes o que eran muy dados a los juegos de azar. Al comienzo su amigo nunca tuvo que lidiar con ellos, pues al momento de heredar el título de su padre como Conde de

