Hace miles de años la diosa Xema creó al primer ser de la r**a mágico, su creación fue tan perfecta que decidió darle como regalo las gemas celestiales, unas gemas con el poder de incrementar la magia de su portador.
En total eran cinco gemas celestiales; El zafiro de la protección, el rubí de la destrucción, el topacio de la verdad, la esmeralda de la esperanza y el diamante de la nobleza.
Las gemas le servían a las princesas de cada generación de mágicos, sólo ellas podían controlar el gran poder de las gemas.
Todo pasó hasta que un rey malvado y avaricioso se las arrebató a su hija e inició una gran guerra de magia. Las gemas fueron destruidas y con ellas todo su poder o eso fue lo que nos hicieron creer...
*Año 1078 (En algún lugar)
Un hombre se encontraba en encontraba en su despacho revisando unos mapas en su escritorio con mucha concentración.
Uno de sus sirvientes tocó la puerta de su despacho sacándolo de su burbuja de concentración. El vampiro soltó un suspiró pesado y con un movimiento de su mano la puerta se abrió dejando ver a su elegante mayordomo.
- espero que sea importante, Nick. Estaba a punto de encontrar algo importante - murmuró sin dejar de ver el mapa en el escritorio - no sé qué es, pero es importante.
El mayordomo torció sus ojos y se adentró al despacho caminando con suma elegancia, llevó sus manos detrás de su espalda y las dejó ahí. Los ojos rojos del vampiro brillaron con emoción al escuchar las palabras de su mayordomo.
- así que la princesita sin magia salió siendo una prodigio - la comisura de sus labios se curvó hacia arriba con diversión.
- ¿es eso algún percance? - su mayordomo preguntó sin perder su tono neutro. El vampiro mayor negó sin quitar la sonrisa de su rostro.
- no, no lo es. Si mis cálculos son correctos, esa pequeña niña es la descendiente directa de Topacio - el vampiro chasqueó su lengua divertido.
- ¿no es conveniente tomarla ahora?
El vampiro mayor miró a su sirviente con falsa indignación.
- no soy un monstruo, Nick.
El mayordomo torció sus ojos cansado del drama de su amo - además si la tomamos ahora sería cavar nuestra tumba, asesinar a los reyes ya fue un riesgo muy alto, secuestrar a esa niña sería acabar con todos nuestros planes de golpe.
El mayordomo asintió en silencio dándole la razón a su mano.
- dile a los niños que por ahora que encuentren qué hacer o a quienes torturar. Me demoraré mucho aquí.
El sirviente salió del despacho dejando a su amo sólo otra vez. Una sonrisa divertida tiró de su boca y su mirada se oscureció.
- prodigio ¿eh?
*Año 1088 (Diez años después)
El choque de las espadas resonaba en todo el campo de entrenamiento, los estudiantes hacían su mejor esfuerzo por mejorar sus golpes.
Todos los estudiantes se encontraban entrenando excepto por aquellos dos chicos revoltosos que siempre llegaban tarde.
El conde Sama'el miró por décimo octava vez su reloj de bolsillo y soltó un suspiro pesado.
2 minutos de retraso... imperdonable.
- ya es la tercera vez que llegan tarde en esta semana - habló su asistente personal a su lado - Ya va siendo hora de un castigo ¿no?
El conde soltó un suspiro de cansancio y miró a su asistente con la frustración tatuada en sus ojos.
- no me gusta castigarlos, son chicos a final de cuentas - comentó con desgano - ¿o no te acuerdas hace seiscientos años cuando iba a sacarte de tu cama para que fueras a entrenar?
Las mejillas de su asistente de tiñeron de rojo y gruñó tratando de mantenerse firme.
- ¿algún favorito? - preguntó cambiando de tema. No le convenía esa conversación. El conde rió y negó con diversión.
- hasta ahora no, todos van a la par - el conde comentó volviendo a su postura elegante.
Su asistente asintió mirando a los chicos pelear con los caballeros mágicos, los prodigios de esta generación se veían muy prometedores.
La chica acostada en la cama gruñó cuando la alarma sonó otra vez, esa bendita alarma no se callaba hasta que ella no se levantara de la cama, lo cual no iba a pasar porque estaba muy feliz con su sueño donde volaba con su enorme dragón por los cielos.
La alarma sonó de nuevo, pero esta vez con mucha más fuerza sacudiendo con violencia su cama.
Abrió un ojo y frunció el ceño esperando a que su vista se acostumbrara a la luz que entraba por la ventana. Escuchó sus huesos crujir cuando se estiró en la cama.
- eso no sonó bien - murmuró con voz ronca por recién haberse levantado.
Miró por un rato el techo y luego volteó hacia la mesita de noche. Se quejó cuando vio en el reloj que apenas eran las seis de la mañana ¡Apenas eran las seis de la mañana!... Eran las seis de la mañana...
- ¡carajo son las seis de la mañana! - gritó mientras saltaba de su cama y comenzaba a buscar su uniforme que estaba tirado en alguna parte de su habitación.
Buscó por todas partes en su habitación y no, no había rastro de su uniforme. Tal vez estaba metido en alguna parte el chiquero que tenía de cuarto, no la culpen, entre los estudios y los entrenamientos apenas y le quedaba tiempo para comer las tres comida del día. El que le dijo que ser prodigio era fácil debía de estar revolcandose en lo más profundo del inframundo.
- no tengo tiempo para esto- chasqueó sus dedos e inmediatamente todo en su cuarto se comenzó a organizar.
Extrañaba mucho estar en el castillo.
El uniforme de la Academia apareció frente a ella era una falda negra que le quedaba un poco más arriba de la rodilla, una camisa blanca manga larga que iba acompañado de un saco n***o con detalles dorados en los bordes y un lazo que hacía la función de una corbata
Miró el reloj en la mesita de noche y maldijo por lo bajo al ver la hora que era, ya sería la tercera vez que llega tarde en esta semana, el asistente de Sama'el la haría entrenar hasta que sus manos sangraran y después la haría entrenar más, bueno tal vez exageraba un poquito, los únicos que la hacían entrar así eran los guardias mandados por la reina.
arregló su cabello usando sus manos, ahora que estaba corto podía manejarlo más rápido, aunque también era una molestia cuando hacía calor. Todavía recuerda el día que por accidente se lo corto, bueno ella no se lo cortó, se lo cortó aquel irritable ser que siempre la molestaba y metía sus narices donde no lo habían llamado.
Estaban en una pelea de entrenamiento, Zafiro dio un paso en falso y casi le corta la cabeza por error, ese día reflexionó acerca de su vida y lo que estaba haciendo con ella... lastimosamente se dio cuenta que se la pasaba entrenando y metida en la biblioteca re leyendo los mismos libros de siempre.
- ¡lárgate! - exclamó la chica sacando a un tipo casi desnudo y de cabello blanco de su habitación - ¡y no regreses más!
- vamos nena, ¿en serio te podrás así sólo porque te dije que no quería nada serio con nadie por ahora? - el chico descamisado trato de razonar con la chica.
Zafiro torció los ojos al escuchar esa molesta voz, sabía de quien se trataba.
La chica elfo lo miró con indignación y le estrelló la puerta en la cara.
Zafiro ignoró al chico de cabello blanco que se ponía la camisa a mitad del pasillo y pasó de largo. El chico achicó los ojos reconociendo su cabello n***o y sonrió a medio lado antes de comenzar a caminar detrás de ella con la intención de asustarla.
- ¿sabes que vamos cinco minutos retrasados a la clase con el conde? - interrumpió arreglando las mangas de su uniforme, antes que el chico pudiera hacer algo.
El chico de cabellos blancos se desinfló de inmediato sintiendo correr un terrible escalofrío por su columna vertebral que le puso los pelos de punta.
- me estas jodiendo ¿verdad? - la chica de ojos azules lo miró con una ceja levantada mirándole de forma incrédula. El chico comenzó a arreglar su uniforme de forma histérica.
- eso te pasa por pensar con la polla - acusó. El de cabellos blancos la miró con los ojos entre cerrados.
- ¿y tú por qué vas tarde? - preguntó cambiando su tono de preocupación por uno de diversión - porque dudo que se te haya pasado la hora por quedarte a follar hasta tarde con algún mágico o elfo.
- ¿te importa? - preguntó una vez que arregló sus mangas. El chico se encogió de hombros sin darle importancia.
- sólo quería saber si alguien me ganó el lugar - hizo un puchero simulando una carita de perro abandonado.
- arregla tu corbata.
- qué carácter, el que te folló definitivamente lo hizo mal - la princesa lo miró una última vez con asco antes de activar su magia y desaparecer. El chico rió entre dientes divertido por la reacción de la princesa, amaba hacerle la vida imposible.
La princesa apareció frente al campo de entrenamiento, el conde vampiro la miró con las ojos entre cerrados señalandole el reloj en su mano.
- lo siento, me quedé dormida - se excusó una vez que estuvo frente al conde.
- majestad, es una de las mejores estudiantes que he tenido desde hace siglos, pero su impuntualidad hace que quiera ponerla a limpiar los nidos de los dragones - la princesa rió ante su amenaza y asintió.
Ese castigo era algo leve para los castigos que ponían los otros maestros, esos tipos avaros se creían con el derecho de torturar a los prodigios, trataban de compensar su falta de magia torturando a los que si tenían y mucha.
Dos segundos después cierto chico de cabello blanco apareció en el campo ganando los suspiros de varias prodigios que estaban entrenando, podía jurar que también vio a varios chicos con coranzoncitos a su alrededor.
Zafiro lo miró y torció los ojos fastidiada. El conde vampiro miró a la princesa con una sonrisa y luego miró al chico de cabello blanco.
- siete minutos tarde, joven Gill - el chico se encogió de hombre de manera despreocupada y peinó su cabello hacia atrás viéndose extremadamente sexy.
Zafiro torció sus ojos cuando las chicas del lugar soltaron un suspiro enamoradas y miró a Gill con los ojos entre cerrados buscando qué era lo que le veían, el chico era guapo, lo aceptaba aunque nunca se lo diría en voz alta, sería alimentar su enorme ego.
Al ser mitad elfo por parte de su madre, se veía casi como uno.
Su cabello era blanco como la nieve, un poco rizado en las puntas, los mechones blancos caían de forma despreocupada sobre sus orejas puntiagudas y frente casi tapando su visión. Sus facciones eran delicadas, pero sin perder su toque varonil. El mestizo tenía un cuerpo fornido y una altura de 1.84.
Sí, lo aceptaba, el tipo estaba más bueno que el pan, pero era un engreído que siempre la molestaba cada vez que respiraba cerca de ella y por eso estaba fuera de su radar de "chicos con quien alguna vez quiero salir".
- hola Sama'el - saludó al conde una vez que estuvo frente a él - te ves bien hoy ¿qué te hiciste?
El conde infló su pecho orgulloso y abrió la boca para responder, pero un chico alto y de cabello rojizo se metió en el medio mirando a Gill con cara de poker.
- nada que puedas halagar - respondió el asistente del conde haciendo que el mestizo hiciera un puchero. El conde suspiró y negó mirando hacia otro lado. No le gustaba los castigos, siempre había tenido corazón de pollo con sus estudiantes, tal vez por eso Gael se ofreció a ser su asistente. - ustedes dos se quedarán después del entrenamiento a limpiar y organizar las armas.
Ambos chicos negaron haciendo un puchero.
- pero...
- nada de peros, se quedarán a limpiar o entrenarán hasta que sus manos sangren - ambos asintieron con miedo ante la amenaza del asistente del conde, sabían que no mentía para nada - ahora vayan a entrenar, todavía quedan muchas armaduras mágicas por derrotar.
- oye, Zafiro - susurró Gill en dirección a la princesa.
- ¿qué? - Zafiro lo miró aburrida expectante a la estupidez que saldría de su boca.
- en dos horas tengo una cita... - la princesa torció los ojos.
- ¿y eso a mí qué?
- sé que vas a la biblioteca toda la mañana para pasar toda la tarde con Draca - comentó con normalidad. La princesa lo miró con una ceja levantada - soy muy observador - se excusó.
- ay ajá - dijo sin poder creerle nada.
Después se cuestionaría el por qué Gill la vigilaba ahora quería saber que era lo que tenía para decir.
- acabemos con esas armaduras y organicemos las armas rápido.
- ¿y yo qué ganararía con eso? - frotó su barbilla pensativa. Gill bufó y torció los ojos.
- te conseguiré esos dulces de chocolate elfico que tanto te gustan.
La princesa lo pensó un momento y luego asintió aceptando el acuerdo, esos dulces eran muy difíciles de conseguir, aún para ella que era la princesa del reino.
- ¿lista? - Zafiro asintió.
Un círculo rojo y azul aparecieron en el suelo, los ojos de la princesa brillaron sintiendo como la magia recorría por cada vena de su cuerpo.
- espada de mi armadura de gemas, yo te invoco.
Ambos dijeron al mismo tiempo, una espada con filo azul apareció delante de Zafiro y una de filo rojo apareció delante de Gill.
- ¿lista? - preguntó con media sonrisa. Zafiro lo miró sin expresión alguna y asintió.
- bueno creo que los chicos han mejorado considerablemente y...
Un gran estallido se escuchó y con eso las piezas de las armaduras mágicas salieron volando hacia todas partes. Los chicos que estaban entrenando miraron de forma acusatoria al par y ellos sólo se encogieron ignorando sus miradas de molestia.
- nunca cambiarán - el asistente del conde sobó su sien alcanzado por la situación.
El conde sonrió viendo a los dos chicos recoger las partes de las armaduras con su magia y llevarlas al almacén.
- los dioses suelen ser muy impredecibles - se encogió de hombros y comenzó a caminar lejos de ahí dejando a su asistente confundido.
- ¿los dioses?
El vampiro miró hacia donde estaban los chicos peleando y tirándose lodo con su magia. Ladeó su cabeza confundido, un recuerdo llegó a su mente y sonrió con nostalgia.
- qué bien te lo tenías guardado, Sama'el.
Susurró antes de darse la vuelta y comenzar a caminar en dirección contraria a la que estaban los dos chicos revoltosos.
qué curiosa era la vida de un inmortal.
....
Zafiro se encontraba comiendo en la cafetería de la Academia, normalmente comía en compañía de Draca, pero Sama'el le pidió (casi rogó) que comiera en compañía de sus compañeros aunque sea una vez a la semana.
Como era de esperarse todos se apartaron apenas la princesa se sentó en la mesa ¿Cómo iba a socializar si todos le huían? Siguió comiendo sus comiendo sus verduras hasta que un chico de cabello blanco se sentó a su lado.
- qué milagro verte por aquí, Zafiro - Zafiro torció sus ojos e ignoró la voz molesta voz de Gill - que lindo encontrarte por aquí, ya me estaba aburriendo con estos amargados.
- ¿y crees que yo soy buena compañía? - dijo con sarcasmo.
- oh no, definitivamente no la eres - la princesa torció sus ojos y Gill sonrió a medio lado - ¿Qué haces aquí? Sé que no te gustan las personas, estar rodeada de ellas te produce ansiedad.
- no me produce... - Gill señaló su pierna que se movía con impaciencia esperando a que la hora del almuerzo terminara - Sama'el me pidió comer hoy con ellos... Él dice que necesito socializar con personas que no estén de acuerdo conmigo en todo.
- claro, Draca siempre está de acuerdo contigo en todo, como aquella vez que le dijiste que me escupiera fuego - Zafiro rió entre dientes recordando eso, lo había dico en broma, pero Draca en serio le escupió fuego.
- oh, tienes que aceptar que fue muy divertido verte corriendo con Draca corriendo detrás de ti - Gill rió asintiendo.
- Hola Gill - una chica elfo saludó a Gill con voz coqueta. Zafiro volvió a comer sus verduras ignorando de nuevo a todos.
- hola linda - Gill sonrió de forma amable sin segundas intenciones.
- supe que terminaste con Gora.
- Gora y yo nunca estuvimos en una relación - respondió con normalidad.
- oh, no lo sabía - dijo con falsa inocencia. Su mirada pasó de Gill a zafiro y soltó un bufido de disgusto - ¿quieres sentarte con nosotros?
Zafiro suspiró, se volvería a quedar sola, al menos con Gill... Él era un idiota, pero le gustaba cuando hablaba de cosas sin sentido.
- no - Zafiro volteó a verlo con los ojos bien abiertos al igual que la elfo - ya estoy acompañando a mi princesa, no la dejaré sola.
- mhg ok, nos vemos.
- o tal vez no - susurró haciendo reír a Zafiro.
- ¿por qué no fuiste con ella?
- ya lo dije, estoy con mi princesa - alzó sus cejas de forma coqueta. Zafiro bufó tratando de esconder su sonrisa.
Gill sonrió a medio lado y siguió comiendo su almuerzo ignorando las miradas sobre él y la princesa.