Siervo de Dios

1003 Words
Camino por los pasillos maltrechos de la cárcel municipal de Florencia, como de costumbre debí ceder a los caprichos de mi padre, es un hombre malvado en todo sentido de la palabra, se de lo que es capaz si no regresaba a la firma asesinaría a mi hija Didi, es una Bichón frisé, es una bola de pelos cariñosa la amo y nunca lo permitiría que le hicieran daño, su amor es lo único verdadero que poseo en esta vida, la adopte desde que estaba recién nacida, la dejaron abandonada en una caja en un bote de basura, apenas y se movía el frío le arrebataba la vida. Desde entonces es mi protectora, mi confidente y mi amor, es una cachorra celosa y no se separa de mi lado. Sin más reproche volví a la firma Ferreti & Asociados. Matteo me asignó un caso controversial. Entiendo perfectamente por qué fui merecedora de tal caso judicial, es difícil, pero no imposible, si realmente es inocente mi acusado lo demostraré. Los presidiarios parecen perros en celos, sus palabras llenas de obscenidades me causan repulsión, son unos asquerosos, esto sin duda es lo más difícil de ser abogada soportar en cada visita los comentarios grotescos de los reos. El guardia me guía hasta la celda de aislamiento donde se encuentra mi próximo defendido. Al estar frente de la misma mis ojos se desvían inmediato a la ancha espalda de mi cliente, el cual se encuentra arrodillado, sus brazos reposan en la cama de concreto en la que duerme, tiene la cabeza gacha y un rosario de madera en sus manos. Por respeto esperaré a que el sacerdote culmine con sus oraciones. Su cabello es oscuro, sus pantorrillas bien formadas se dibujan a la perfección por encima de la tela de su pantalón. Mi cuerpo empieza a sudar y mi garganta se siente rasposa. —No deseo desayunar —Exclama sin subir el rostro. Su voz es gruesa, varonil y calmada. ¡Demonios que voz tan sexi! Intento respirar con normalidad antes de hablar. No comprendo este vapor inexplicable que emerge de mi piel —Señor Parisi, no vine aquí a traerle el desayuno, soy su abogada. —Exprese con total seriedad ocultando mi tono de voz rasposo. Transcurren un par de segundos y se persigan, sus pies descalzos tocaron el suelo y al levantar su cuerpo por completo me quedé sin aliento, es un hombre alto, con un gran trasero y su espalda luce más ancha de lo que realmente divise. ¡Maldición! Se coloca el rosario en su cuello, gira su cuerpo hacia mí, sus ojos oscuros me observan con detenimiento, por segundos me faltó el aliento. Su cabello es tan n***o como la noche, su rostro cuadrado destaca sus facciones varoniles, su mandíbula luce una barba a medio crecer con masculinidad, sus cejas tienen una forma hermosa y sus labios son una expresión perfecta de sublimidad. Es un hombre sin imperfecciones físicas, es un pecado que sea un sacerdote, recuerdo que es un siervo de Dios, reprendo mis pensamientos indecentes, hoy tendré que orar por mi alma, no es mi sueño ir al infierno por tener deseos impuros. —Soy Kendra Ferreti, su hermana solicitó mis servicios profesionales —Mi voz se quebró ¿Qué sucedió conmigo? Por alguna razón me siento nerviosa. —No es necesario, sus honorarios son muy costosos y mi hermana no tiene para pagarle esas grandes cantidades de dinero que ustedes solicitan a cambio de una defensa, esperaré un abogado designado. Es un sacerdote rebelde —¿Acepta hablar conmigo? Si ese es el caso le solicitaré al guardia que lo traslade a la sala de reuniones. —¿Qué se ha creído para rechazar mi asesoría? No soy de las que se rinden tan fácil. —Ya le indiqué señorita, no deseo ser descortés, no tendré una conversación sin sentido, seré juzgado y me declararán culpable. —Dice con tristeza y un tinte de decepción. —¿Es culpable señor Parisi? —Indago con cautela, aprieta sus puños y me observa con un brillo inestable en sus ojos. —Nunca faltaría al juramento que hice ante Dios, jamás abusaría de ninguna mujer, esa no es la doctrina que me inculcó mi madre. Escucharlo hablar con tal convicción genera seguridad en mí, no es culpable de la infamia que se le acusa. Aunque sí debería estar encarcelado por ser tan bello, me encuentro desvariando, pero juro que nunca me había pasado con ningún hombre, estoy acostumbrada a poner nervioso a mi víctima, no al contrario. Aunque por obvias razones es prohibido tan siquiera pensarlo. —Eso era lo que deseaba escuchar —Dije con firmeza, su lenguaje corporal, sus puños aferrados y su mirada me indican que es inocente. En unos minutos lo vendrá a buscar el guardia, di media vuelta caminé de regreso sin dar tiempo a que se expresará, intentó replicar, no obstante aceleré el paso dejándolo sin opción. Al hablar con el guardia lo espero con mi grabadora, mi libreta de apuntes y con mis piernas cruzadas. Al ver su envergadura se me olvidó respirar. No es correcto sentir esta sensación tan extraña en mi cuerpo. —Tome asiento por favor —Exclamó intentando sonar calmada. —Me presento de manera formal, soy Kendra Ferreti su abogada, su hermana contrató mis servicios profesionales. Estoy aquí con un fin, demostraremos su inocencia, no obstante antes debe contarme que sucedió con exactitud y de esta forma proceder con la investigación. —Señorita ya le indique que no tenemos para cancelar por sus servicios, dudo que pueda ayudarme. La familia De Lucca desea verme tras las rejas. —Seré sincera, estoy siendo paciente y cordial porque es un siervo de Dios, pero le pediré que deje su terquedad, sé lo caprichosa que es Priscila De Lucca, y le aseguro que si lo representa alguien más pasará muchos años encarcelado por un crimen que no cometió. ¿Dígame está dispuesto a morir encerrado? —Dije con un tinte de molestia.
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