Trece años más tarde
El éxito sin dolor no es éxito, se repetía con insistencia, Kendra nació para triunfar, aunque sus pies sangrará y su cuerpo no diera para más se esforzaba hasta quedar totalmente abatida, su carácter fue forjado desde su niñez. Un Ferreti no se doblega, no se acobarda, no retrocede, su padre deseaba traer al mundo a un varón, para que su apellido siguiera predominando de una generación a otra. Anhelaba un primogénito que lo llevará a lo más alto de la cúspide, Kendra ganó su primera carrera hacia la libertad, obteniendo el derecho a nacer. Sin embargo, no obtendría las rosas sin que hubiera probado sus espinas.
Actualmente
Me encuentro en el juzgado, le sonrió a mi amigo Ignacio, es el juez designado para llevar el caso que presentó ante el Tribunal Familiar, me especialice como defensora contra la violencia doméstica o intrafamiliar. Lo hice por mi madre, no deseo que ningún niño pase por lo que mi mamá y yo vivimos por años a causa de los maltratos físicos, verbales y psicológicos de papá.
Es la hora de receso y decido ir al baño, al entrar al mismo fui pegada contra la pared. —Aléjate de mí o lo pagarás caro, te daré una paliza, de esta manera te enseñaré que a los hombres se les respeta —Aunque estemos en pleno siglo XXI, los Neandertales siguen intentando gobernar al mundo.
Reí con sorna — ¿Crees que me intimidas? Tu tonto rostro me causa muchas cosas, pero no temor. —exprese con altanería, sus manos se movían con rapidez. Aunque no temo.
—Miedo sentirás pequeña zorra cuando mi cuchillo atraviese tu fina piel de porcelana —Busca el arma blanca en su bota, me amenaza deslizando el frío metal por mi cuello.
Acerqué mi cuerpo un poco más ¿Miedo yo? ¡Jamás! —Eres muy lento —Reí una vez más, en un movimiento rápido puncé su pie con mi tacón izquierdo. Intenta golpear mi rostro sin éxito alguno, gire hacia un lado y su puño aterrizó en la pared de concreto, el debilucho se queja, estos delincuentes piensan que pueden amedrentar a una mujer como yo. El miedo no forma parte de mí y nunca lo sentiré.
— ¿Ya dejaste de llorar niñita? —Con ello golpeé su nariz y sin más, grite por ayuda, dos alguaciles me socorren. —No te quedarán ganas de golpear a una mujer nunca más. Recordarás mi rostro cuando te estés pudriendo en cuatro paredes de concreto, seré yo quien te haga pagar por tus crímenes.
Lo observó con suficiencia, me alejo como la diva empoderada que soy. Si antes tenía posibilidades de encarcelar a este tipo por maltratar a su esposa ahora estoy segura, me atacó con consentimiento, solo por eso serán agregados unos cuantos más a su condena por intentar maltratar a una defensora de la ley. Cómo lo predije lo encarcelaron por 35 años, agredió a su esposa hasta dejarla con el rostro desfigurado, su falla catastrófica, fue atacarme con un cuchillo, esa acción cambió la sentencia considerablemente.
No, mamá ¿Por qué lo hiciste? No me dejes por favor, te pido que no me abandones, no sueltes mi mano. ¡Mamá! ¡Mamá! ¡MAMÁ!
Despierto agitada como cada noche, esa misma pesadilla me ha perseguido a lo largo de 13 años, limpio el sudor de mi frente y caminó en dirección a la cocina por un vaso de agua, necesito quitar esta sensación de sequedad que se aloja en mi garganta. La oscuridad de la estancia es un vivo reflejo de mi alma. Me desplazo con cuidado pretendo hacer el menor ruido posible — ¿Intentabas pasar desapercibida Nagas? —Aprieto mis puños para no gritar de la impresión.
—No padre —Cierro los ojos con molestia, odio que me llame de esa manera. Según él, soy como una serpiente con rostro de ángel, Nagas en un ser mitológico hinduista. Se dice que fueron semidioses, cuenta la historia hindú, que se caracterizaban por poseer la mitad del cuerpo en forma de serpiente y la otra mitad con rasgos humanos, estos seres fantásticos poseían una belleza sin igual.
— ¿Pesadillas? —En esta conversación se resume nuestra comunicación, nunca hablamos y al hacerlo se torna incómodo.
—No, solamente baje por un vaso de agua —Miento, me convertí en su vivo ejemplo, una mentirosa profesional, no espere respuesta y di dos pasos hacia delante cuando la tenebrosa voz de papá me interrumpe una vez más.
— ¿Te autoricé a qué caminarás? —Resoplo internamente.
—Déjame en paz —respondí irritada —Recuerda que ya deje de ser esa niña a la cual dominabas —Enciende la luz para observar mis ojos, sus rasgos duros me atemorizan, pero no se lo demuestro.
Lleva su trago de whisky a sus labios y me mira con proeza —No has ido a la firma ¿Cuándo piensas tomar el lugar que te corresponde? — ¿Qué estaré pagando? Detesto su intensidad.
—Recuerda que trabajó de forma independiente padre. —Lo complací al estudiar leyes, sin embargo, odio estar a su lado, es irritante. Prefiero hacer mis cosas por mis propios medios. Aparte de este modo puedo ir a bailar cuando lo desee sin escuchar sus cantaletas.
—Debes volver, tengo un caso que te subiría a la cima de una vez por todas, al ganarlo el apellido Ferreti quedaría catapultado en los más altos estándares. Eres la indicada princesa —Ya conozco esa palabra, se levanta de su asiento y yo maldigo en mis adentros, camina hacia mí, acaricia mi rostro y me deja un tierno beso en la frente.
—Eres mi niña, debes complacer a tu padre con esto, por favor preciosa, deseo que seas la mejor abogada de Italia, no te conformes con esos casos de violencia de género que no te dejan ganancias. —Odie su comentario.
—Te recuerdo que, no quería estudiar leyes, lo hice porque me obligaste, déjame proceder con tu carrera como lo desee —Su carrera, porque no me gusta. —Las mujeres maltratadas necesitan una voz que se haga escuchar y esa seré yo. —Respondí firme, las manos me tiemblan, a su lado me siento indefensa, me enseñó a no temerle al mundo, pero no a él, es un hombre cruel y sin compasión, por su culpa mamá se mató, empuño mis dedos para no demostrar el efecto negativo que causa su cercanía en mí.
— ¿Volverás por las buenas? —Aprieta mi mandíbula con fuerza, siempre es lo mismo impone su palabra por encima de la mía.
—Me lastimas ¿Deseas ir a la cárcel por maltrato? —Sentencié, no me importaría que se pudriera tras una celda, al contrario, me llenaría de dicha.
— ¿Me amenazas pequeña Nagas? —Besa mi frente —Sacaste mi temple, aunque no eres lo suficientemente fuerte, mujer tenías que ser, siempre te dejarás llevar por las emociones del momento, tan tonta como tu madre —Mis lágrimas se asoman en el borde de mis cuencas, no permitiré que la nombre. Le empujé para que me soltara y obtuve un gran jalón de cabello — ¡AH! —Grité desde lo más profundo de mi estómago. Mi pequeña Didi baja las escaleras con rapidez, ataca la pierna de papá al observar que me lastima. Ahora temo por su vida.
Me suelta al instante y desenfunda su pistola apuntando a la cabeza de Didi, intento ponerme en medio, sin éxito, sostiene mi brazo encajando sus gruesos dedos en la carne del músculo. — ¿Volverás princesa Nagas? —Escupe con burla —La vida de mi nieta está en tus manos —Mi pequeña Didi gruñe, él retira el seguro de su arma —5, 4, 3, 2…
Suspire — ¡Volveré! —Dije con mis labios temblando.