Mientras lo hacía mi mente volvió al asunto de Ester Tarskovsky, era por eso mismo que yo siempre prefería no sonreír ampliamente, porque era muy poco habitual encontrarse a alguien que al verte no coloque cara de estar viendo un demonio o un vampiro, que respete o al menos disimule. Y ella lo hizo, claro, no se niega que sin duda se sorprendió, pero al menos no firmó papeles para despedirme de inmediato, como en otros lugares otra gente había hecho.
Terminé de lavarme la boca con enjuague bucal y comencé a colocarme plaquitas de plástico en los dientes, disponiéndome a esperar un rato para retirarlas. Mientras tanto mi mente volvió a cavilar y se estacionó en la imagen de una joven mujer de aspecto aburrido e intelectual, eso sí, muy observadora, curiosa y posiblemente testar
